Screaming Trees en el rodaje del clip Sworn and Broken. Detrás aparece Josh Homme (Queens of the Stone Age) quién acompañó a la banda en la gira de Dust. Foto: Dean Kar.
Junio en Buenos Aires se vuelve gélida, introspectiva y quizás un poco más disfrutable para aquellas personas que reniegan de la humedad en la otrora "Reina del Plata".Corría el invierno de 1996 y la corriente musical etiquetada como Grunge ya había esparcido sus semillas por todo el globo terráqueo y la capital argentina no fue la excepción en esa siembra que contenía variables del punk más feroz, cierta psicodelia y rezagos dark del folk estadounidense.
Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains era el cuarteto mentor del Grunge en los pasillos de galerías como Bond Street o Churba. A pesar que únicamente la banda liderada por el extinto Kurt Cobain cayera al Cono Sur como embajadores de la movida originada en Seattle, en las salas de ensayo de Flores, Paternal o Palermo se hacían oir los covers de "In Bloom", "Alive" o "Rooster". Y si bien no existieron bandas locales con notoriedad o aspirantes al mainstream que adoptaran por completo aquella sonoridad, muchas rescataron elementos para distinguirse de aquellas que se apoyaban en el estereotipo del denominado "Rock barrial" o "Chabón" que comenzaba su ola ascendente de masividad en el territorio argentino.
Pero había un universo mucho más amplio y complejo fuera de esas cuatro formaciones. Dentro de aquel se encontraba una banda llamada Screaming Trees, liderados por la áspera voz del genial Mark Lanegan.
Oriundos de Ellensburg, una población a hora y media de Seattle, ofrecían otra perspectiva. Y en ese invierno de Buenos Aires, los "árboles gritones" se colaban con Dust en la bateas de las disquerías underground dedicadas a importar CD's durante el auge de la convertibilidad (1 Dólar - 1 Peso).
Polvo (tal su traducción al castellano) contenía 10 canciones totalmente contrarias a ese título. "Halo of Ashes" abría la lista con una guitarra distorsionada pero cristalina, violoncellos en conjunción a una base tribal e hipnótica. Y la garganta de Lanegan adobada por varias medidas del Bourbon menos acaramelado.
"All I Know" iría en dirección hacia su mayor hit del '92: Nearly Lost You, incluido en la película Singles. Pura potencia para sacudir las melenas que reposaban en sobretodos oscuros adquiridos en ferias americanas o camisas leñadoras rescatadas del armario de los abuelos. "Look at You" y "Dying Days"(que incluye un sólo a cargo de Mike McReady, guitarrista de Pearl Jam) exponen lo acertado de integrar el órgano Hammond, ejecutado por Benmont Tench, "culpable" del giro armónico que sobrevendría con el correr del álbum,
Ese tinte blusero-folk aportado por el genio de los teclados que tanto bien le hizo a los Heartbreakers de Tom Petty, comenzaba a certificar el pasaje del Grunge desde el espíritu adolescente a un estado de maduración y búsqueda permanente para no morir en la hoguera de lo caricaturesco. Así también lo entendería Pearl Jam para concebir No Code, placa que saldría dos meses después de Dust. Pero esa es otra historia.
El quinto casillero ocupado por "Make my Mind" rememora a los Beatles del 66-67 y navega más cerca del Atlántico Norte que del Pacífico. Una apuesta sonora inédita en esa movida.
"Sworn and Broken" abre el lado B del vinilo, siendo quizás una de las mejores baladas ligeras de la época y dónde se luce toda la banda y el cello invitado de Melora Creager, artista que luego formaría Rasputina. "Maldecido y Roto" sería también el último sencillo del álbum con la producción de un videoclip editado en sepia y blanco y negro, a tono con el clima melancólico de la canción.
En "Witness" se da un intermezzo rockero para caer en la acusticidad total de "Traveler".
"Dime Western" vuelve a poner el foco en el groove que coquetea con la psicodelia y el funk más heavy (Even Flow, les suena?) y "Gospel Plow" cierra el disco con cadencia más densa pero sin algún tipo de fisuras. Ahí se cierra también una etapa en la carrera de Mark Lanegan que se cortaba sólo definitivamente y paulatinamente se erigiría como una figura de culto y admirable crooner maldito.
Screaming Trees se despidió con esa obra estupenda de la escena, al mismo tiempo que lo que alguna vez llamamos Grunge y adscribimos con tanta militancia juvenil y fervorosa, empezaba a difuminarse.
Con el suicidio aún latente de Kurt Cobain, con Layney Staley declarando que no pensaba dejar las drogas ni le importaba morir por ellas (y dejaría este mundo en 2002), con Eddie Vedder diciéndonos entrelíneas de sus líricas "Ya tengo 31 y años no estoy para pendejadas", aquel junio del '96 fue el cambio de órbita del satelite Seattle, parido desde un verano yankee y recepcionado en el invierno porteño con la señal de que nuestros ídolos maduraban y nosotros, un poquito más tarde, lo haríamos también.