Los saurópodos, los mayores dinosaurios terrestres, tenían una temperatura corporal de entre 36 y 38 ºC, cifras semejantes a las que registran los mamíferos modernos. El análisis de isótopos de los dientes fósiles de estos animales plantea si los saurópodos podrían haber sido de sangre caliente.
Los saurópodos podían usar sus largos cuellos para mitigar el calor corporal. Imagen: Russell Hawley / Museo Geológico de Tate.
“Hemos medido la temperatura corporal de los grandes saurópodos, los mayores animales terrestres que han existido nunca, y se situaba entre los 36 ºC y los 38 ºC”, explica a SINC Robert A. Eagle, autor principal del estudio e investigador del Instituto de Tecnología de California (EE UU). “Estas temperaturas son muy similares a las de la mayoría de los mamíferos modernos”, añade el experto.
En el estudio, publicado en Science, los investigadores analizan las concentraciones isotópicos de 11 dientes encontrados en Tendaguru (Tanzania), Wyoming (EE UU) y Oklahoma (EE UU), que pertenecían a Brachiosaurus brancai y Camarasaurus (dinosaurios de cuello y cola largos).
“Ha sido como poner el termómetro a unos animales que se extinguieron hace 150 millones de años”, apunta Eagle. El Brachiosaurus tenía una temperatura aproximada de 38,2 ºC, mientras que la del Camarasaurus era de unos 35,7 ºC, ambas más altas que las de los cocodrilos y caimanes modernos o extinguidos, pero inferiores a las de los pájaros.
A pesar de estas temperaturas no se puede afirmar que los dinosaurios fueran de sangre caliente, como los mamíferos modernos porque “la temperatura corporal no es un indicador inequívoco de su fisiología”, declara el experto.
“Gracias a un mecanismo fisiológico denominado ‘gigantotermia’, estos saurópodos podían alcanzar tales grados y retener el calor”, apunta Eagle quien añade que es posible que estos animales contaran con mecanismos de enfriamiento para evitar la temperatura corporal muy alta, asociada a su tamaño gigantesco.
Este mecanismo podría basarse en un sistema de sacos de aire por el que evacuaban el calor, o en el uso de sus largos cuellos y colas para conseguir el mismo objetivo. El estudio sugiere además que los dinosaurios podrían haber sufrido adaptaciones fisiológicas con las que mitigaban temperaturas excesivas.
De adivinanzas a isótopos
Hasta ahora los científicos habían usado métodos indirectos para analizar el metabolismo de los dinosaurios o su temperatura corporal. Algunos se basaban en la extrapolación de la distancia entre las huellas, la proporción entre depredadores y presas fósiles, o el ritmo de crecimiento en los huesos.
Sin embargo, estos métodos no eran fiables. “Había que jugar un poco a ser adivino y proponer la mejor teoría, basada en argumentos indirectos”, señala John Eiler, otro de los autores del estudio e investigador del Instituto de Tecnología de California (EEUU).
La técnica utilizada ahora, denominada de ‘isótopos aglutinados’, acaba con las suposiciones. “Medimos la temperatura siguiendo un hilo de razonamiento lógico, siempre que las muestras estén bien conservadas”, mantiene el experto.
En el estudio, los investigadores midieron las concentraciones de los isótopos de carbono 13 y oxígeno 18 en la bioapatita, un mineral que se encuentra en los huesos y los dientes. La temperatura delimita con qué frecuencia esos isótopos se unen entre sí o se aglutinan. Cuanto más baja sea, mayor será la tendencia a agruparse.
Medir el grado de aglutinamiento de esos isótopos constituye un método directo para determinar la temperatura del ambiente en que se formó el mineral. En este caso, en el interior de un dinosaurio. “El método se basa en la termodinámica”, explica Eiler quien añade que “como ocurre con la ley de la gravedad, es inamovible, da igual el sitio, la fecha o el contexto”.
Pieza clave de la fisiología ‘dinosauria’
“Las temperaturas corporales que hemos calculado son claves, y cualquier modelo de fisiología de los dinosaurios debería poder explicarlas”, afirma Aradhna Tripati, otra de las autoras del estudio y profesora ayudante en la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU). “Estos datos pueden servir para poner a prueba modelos fisiológicos que expliquen cómo vivían esos animales”, subraya.
Para identificar las muestras mejor conservadas, los científicos compararon las composiciones isotópicas de las partes más resistentes de los dientes (el esmalte) con las de materiales fáciles de alterar, como la dentina o los huesos fosilizados de especies animales emparentadas.
El siguiente paso será medir la temperatura de más restos de dinosaurios y ampliar el estudio para abarcar otras especies de vertebrados ya extintos. Los datos de animales jóvenes y pequeños serán útiles para averiguar si los dinosaurios eran gigantotermos o no.
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Referencia bibliográfica:
Robert A. Eagle, Thomas Tütken, Taylor S. Martin, Aradhna K. Tripati, Henry C. Fricke, Melissa Connely, Richard L. Cifelli, John M. Eiler. “Dinosaur Body Temperatures Determined from Isotopic (13C-18O) Ordering in Fossil Biominerals”. Science, 23 de junio de 2011. DOI: 10.1126/science.1206196.
Artículo publicado en Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC).