Están de moda. Comenzaron como un juguete sin más utilidad que el de ser estrellados al primer intento. Parecían más fáciles de volar que los complejos aeromodelismos clásicos, aquellas miniaturas de avión sólo accesibles a los aficionados con paciencia y recursos para costearse un entretenimiento caro y delicado, que además necesitaban una pista para despegar y aterrizar. El dron es una especie de helicóptero con cuatro aspas que, en principio, sólo exige saber mover dos palancas en un mando a distancia. Y aguanta mejor los porrazos sin romperse en pedazos. Cuando los hijos se van a la escuela, los padres pueden entretenerse en volarlo, adquiriendo la necesaria habilidad para lograr controlarlo y pilotarlo a voluntad, no adonde el aparato quiera. Así, están siendo familiares en los hogares y los parques: drones como abejorros que despiertan la curiosidad de unos y las críticas de otros a causa del ruido y el peligro de un posible accidente.
Monumento a Colón, a vista de dron.
Pero de ser un juguete, el dron han pasado a convertirse en una herramienta de trabajo, ganando tamaño y sofisticación. Pueden ser equipados con cámaras que permiten visualizar el vuelo como si fueras montado en él y grabar la película para posteriormente estudiarla, editarla y difundirla. Con esa aplicación, se han ganado un lugar, como un recurso más, en la industria, en las compañías de electricidad, entre los fotógrafos, los equipos de seguridad y rescate, los periodistas, la vigilancia de fincas y sembrados y, no sería de extrañar, en las agencias de espionaje e información. El dron es ya un artilugio común que se cuela en cuantas actividades adquieren un valor añadido con la posibilidad de la vista aérea carente de riesgo humano. Filmar (fotografías o películas) monumentos o paisajes con un dron es disponer de una perspectiva inédita y original y de una capacidad para acceder a detalles que nunca antes eran posibles. Enriquecen el resultado de esa actividad artística.Puente del Alamillo, a vista de dron.
Cada vez son más baratos, tanto como un teléfono móvil de última generación, e integran una oferta amplia y variada de modelos, que satisface cualquier tipo de utilización: desde el simple juguete infantil a una nave militar por control remoto con fines ofensivos. No cabe ninguna duda de que el dron ha venido para quedarse porque su tecnología nos permite cumplir un sueño, haciéndolo asequible: volar. Pronto aparecerán anuncios que nos invitarán a que pongamos un dron en nuestras vidas. Y, si no, al tiempo.