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Ponga un fantasma en su vida

Publicado el 06 noviembre 2013 por Esti @estipuntobpunto
Andrés Pérez Riobo y Chiyo Chida son pareja y residentes en Kioto. Él es historiador y escribe y ella es diseñadora y también dibuja. Podrían aparecer en un "Españoles por el mundo", enseñando su pisito minúsculo, algún hotel cápsula, algún karaoke, los templos de Kioto, saludando a su familia y contando lo mucho que echan de menos el jamón y a los amigos. Lo mismo han salido y todo, ni idea, lo que sí sé es que Andrés y Chiyo (que no Chayo) han escrito este libro: "Yokai, monstruos y fantasmas en Japón".
Y de repente he entendido qué puñetas son todos esos bichos de las películas de Miyazaki, por qué los japoneses tienen esa obsesión por las mascotas y por qué este ser extraño estaba en la puerta de montones de tiendas y restaurantes en Japón:
Ponga un fantasma en su vidaEl tanuki o perro mapache, es un yokai y un amuleto que atrae la suerte y el dinero, de ahí que se coloque en la entrada de los establecimientos comerciales. Esas pelotas tamaño XL son característica del perro mapache, no lo digo yo, que lo dice la wikipedia.
Porque yo he estado en Japón. Que hacía como 4 o 5 posts que no lo dejaba caer, así, como quien no quiere la cosa. Pero yo fui sin hacer los deberes, me llevé la Lonely Planet, mudas limpias y poco más.
Los yokai, explican Chiyo y Andrés, son un punto intermedio entre el fantasma y el monstruo y pertenecen a la tradición japonesa desde la Edad Media. En el Japón rural los yokai servían para esclarecer todo tipo de hechos inexplicables, eran el Iker Jiménez medieval. Que las cosas se mueven de sitio sin motivo aparente, será porque las ha movido un yokai. Que notas una corriente de aire misteriosa, culpa de un yokai. Que qué mala suerte tienen los Yamamoto, que se les ha echado a perder la cosecha y un incendio ha quemado su casa, será cosa de un yokai. Y así todo.
Los yokai tomaban la forma de animales o humanos y los había de todo tipo: tontorrones, como Okkeoyashi, el fantasma que se dedica a tirarse pedos; o espeluznantes, como Kejoro, la prostituta de larga cabellera que mata a sus clientes:
Ponga un fantasma en su vida¿No os recuerda este yokai a la chica del pozo de "The Ring"?
En los siglos dorados de Japón, el periodo Edo (donde se ambientan todas las películas de Kurosawa), se desarrollan las ciudades y la burguesía y la tradición yokai se banaliza. Se hacen obras de teatro donde los yokai son parte de la historia, se ponen de moda los dibujos que los representan, y se hace hincapié en su lado más divertido y surrealista.
Por ejemplo, los tsukumogami suelen ser monísimos. Son objetos viejos, que ya no usamos, y que entonces son tomados por un yokai, que lo posee y hace trastadas hasta que el dueño del objeto le vuelve a dar un uso útil. Cualquier cosa puede ser poseída por un yokai: un parasol, una sandalia, o una lámpara:
Ponga un fantasma en su vidaLámpara triste porque no la usan.
Pero sigamos en plan pedagógico. Japón se abre al exterior tras la II Guerra Mundial y la tradición yokai se adapta a los tiempos, en forma de manga y anime. Mizuki Shigeru es el culpable, autor del manga "Gegege no Kitaro", que puso de moda a los yokais, y de qué manera, porque su obra se ha adaptado para la televisión la friolera de ¡5 veces! A varias generaciones de japoneses los yokais de Shigeru les han marcado tanto como a nosotros "Verano azul" o "V".
Internacionalmente, quien más a popularizado a los yokais (o lo que para nosotros serían esos bichitos tan monos que vete a saber tú qué son) es Miyazaki, el creador del Estudio Ghibli y de varias obras maestras de la animación contemporánea, como "El viaje de Chihiro". Precisamente en esa película, entre decenas de monstruos de todo tipo, aparece una versión diminuta del Keukegen o Peluso, que suele traer malos presagios y además sentirse atraído por la suciedad. Moraleja, tener la casa limpia espanta la mala suerte:
Ponga un fantasma en su vidaA la izquierda el keukegen de Miyazaki, a la derecha el tradicional.
Hasta su versión de la sirenita, la preciosísima "Ponyo en el acantilado" es una especie de yokaización del cuento clásico de Andersen.
Pero hay muchos más ejemplos de yokais simpaticones en el cine reciente japonés. Ahí está "Una carta para Momo", donde una niña entra en contacto con tres yokais que la ayudarán a mandar un mensaje a su padre, muerto recientemente.
Ponga un fantasma en su vida
O "El verano de Coo", en el que un niño encuentra fosilizado a un kappa. Los kappas son uno de los yokais más populares, hasta el punto de que incluso en el siglo XX se consideraba que era un animal por descubrir, algo así como el Yeti.
Dios del río venido a menos, el kappa es más travieso que otra cosa, y es feo como él solo. Mitad anfibio, mitad humano, viscoso, muy delgado y con una especie de plato en su cabeza, que debe estar siempre húmero o el kappa se marea y pierde su energía.
Ponga un fantasma en su vidaEjercicio de agudeza visual, ¿quién de todos estos es el kappa?
Si os gusta el anime, la mitología o la estética nipona, no os podéis perder la exposición "Japonismo" en el Caixa Fórum de Madrid. Y, por supuesto, tampoco os podéis perder la visita a la tienda del museo, donde encontré "Yokai, monstruos y fantasmas en Japón".
Y vosotros, ¿cuál es vuestro yokai preferido?
Ah, y no creáis que os libráis de la clásica agenda de proyecciones. "Lo último que hago para el Notodo" estará en el festival de Cuenca, mañana jueves.

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