Ponga una Soraya en su vida

Hoy pensaba escribir sobre este loco, disparatado, grosero, crudo e insensible mundillo del periodismo publicado en papel, principalmente porque no gano para decepciones en confirmar en lo que se han convertido, en su mayoría, los periódicos. Escasez de profesionales, con becarios, más jefes que indios y sin el menor escrúpulo. Sin embargo, había decidido un segundo tema: la vergonzante manipulación de las víctimas del 11 M; la politización absurda; y los disparates que he tenido que escuchar (parece que los voceros se disparan creyendo que las palabras se las lleva el viento) en algunas radios al respecto.

Pero tampoco, al final he rescatado una vieja idea: comentar lo pésima comunicadora que es la nueva portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados. Si, me decanto por esta irracional decisión, supongo que de su mentor el triunfador Rubalcaba. La tal Soraya Rodríguez despertó mi curiosidad al irrumpir en escena. Tiene que ser muy buena, ¿estará preparada? a lo mejor su imagen y lenguaje aportan algo al marasmo habitual y las respuestas telegrafiadas que se presencian en el hemiciclo. Mi gozo en un pozo.

En su primera comparecencia lo achaqué al natural nerviosismo; tartamudeaba, se enfadó con algunas preguntas incómodas y repitió, cual loro amaestrado, las consignas del PSOE del domingo anterior. Aportaciones: ninguna.

Y como parece que esta gris (o azul) legislatura la cosa va a estar entre Sorayas; entre abogadas; ambas de Valladolid; una del PP y otra del PSOE; decidí dar una segunda oportunidad en el primer enfrentamiento entre ambas en el Congreso. Pues igual de mal, con el agravante de que la otra Soraya, que tampoco es un dechado de virtudes, pareció hasta brillante. La Soraya de Rubalcaba volvió a pinchar. Por eso lanzo al aire la pregunta ¿pero quién las elige?