-Necesito que me pongas un ejemplo… -dijo ella con la tristeza inundando sus ojos.- Necesito saberlo.
Esa frase se repetía una y otra vez en mi cabeza. Eran las tantas de la noche. La habitación era un completo desastre.
Un paquete de tabaco había sido ultrajado y ya sólo quedaban arrugadas colillas rebosantes en el cenicero. Una taza de café a medio acabar había sido abandonada por la compañía de un vaso de whisky que se llenaba y vaciaba como por arte de magia a ritmo de The White Buffalo.
La vieja máquina de escribir hoy cogía polvo pues no había tiempo de hacerlo a la “old fashion”, con calma. Hoy tocaba hacerlo a vuelapluma sin pararse a pensar en otra cosa, hoy tocaba hacerlo sabiendo trazar cada letra sin pararse a pensar en nada más que en ella. Hoy había que pensar en un ejemplo perfecto…
Hoy después de todo este tiempo me has pedido un ejemplo, que te lo demuestre…
Pues bien.
Hoy escribo porque extraño tus manos, porque suspiro por tu aliento y me recreo en los ecos de tu risa.
Hoy escribo porque echo de menos tu inteligencia, tu personalidad y tu labios.
Ahora fumo para recordarte y bebo por añorarte y para rememorar todas aquellas veces por las que no bebimos juntos.
Ahora necesito nuevos vicios para escapar.
Lloro cada noche por todas aquellas por las que lloramos juntos.
Lloro cada noche que me paso pensando en ti.
Lloro cada noche…
Supongamos un mundo ideal en el que hoy me quieras más que ayer.
Pensemos en lo que podría haber sido y no fue.
Yo quería una hija tuya, yo quería vivirte a ti.
Ahora nada vale.
Ahora ya todo se ha perdido.
Todo ha dejado de tener sentido.
Yo he muerto ya; yo no soy yo sin ti…
Yo era tú y tú eras mi vida.
Busco entre las estrellas algo que se halla oculto en el pasado.
Nunca será ya.
Bebo al recordar y bebo para recordar.
Sufro al beber pues al final del vaso tus ojos se me aparecen mirando con reproche.
Sufro al pensar y no dejo de pensar.
Te odio como tú me querías a mí.
Te quiero como tú me odiabas a mí.
Te amo, como no amaré a nadie, como tú sufriste por mí.
Moriré pensando en ti.
Beberé pensando en ti.
Amaré pensando en ti.
Follaré pensando en ti.
Viviré pensando en ti.
Olvidaré pensando en ti.
Y siempre escribiré pensando en ti.
Espero que esto sea el claro ejemplo que buscas de que te amo.
Espero que sepas que jamás volveré.
Firmo como siempre firmaba las cartas que le enviaba.
Dejo secar la tinta gris de la pluma antes de doblarlo y meterlo en el sobre. Cierro. Pongo un sello. Mañana lo envío, sin dirección de retorno.
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