[A raíz de que la fuerza de la voluntad no existe me habéis preguntado por ejemplos concretos de como cambiar el entorno para que te ayude a realizar los cambios que buscas. En los próximos semanas publicaré una serie de ideas que ojalá te inspiren.]
La fuerza de la voluntad por sí sola muchas veces no es suficiente para lograr lo que te has propuesto. Pero si consigues cambiar el sistema y organizar el contexto de forma más favorable, entonces es más probable que lo consigas. La semana pasada introducí mi estrategia para correr regularmente, hoy hablaré de cómo sacar provecho a tu cocina.
De hecho cocinar puede ser un ejercicio muy agradable: al final obtienes un resultado que probablemente le guste a la gente. Pero si tus experiencias en la cocina hasta ahora se limitan al huevo revuelto, entonces las expectativas pueden ser tan bajas que acaben con este placer.
La cruda realidad: no sé ni lo que estoy haciendo
Eso fue lo que le pasó a Nina. Cuando trabajé con ella hace unos años, ella tenía la firme convicción de que no sabía cocinar. Siempre había sido su marido quien se encargaba de la cena y aunque ella hizo un montón de cursos de cocina, nunca los puso en práctica. Y para cocinar bien, hay que cocinar. No hay curso ni libro que pueda ahorrarte ese esfuerzo.
Pero Nina también trabajaba. Muchas veces volvió del trabajo tan cansada que en ausencia del marido no daba para más que para hacer pasta. Otros días simplemente no se le ocurrió nada creativo para hacer o si tenía una idea, siempre faltaba algún ingrediente. Y además sus cuchillos cortaban muy mal y para llegar a la licuadora tenía que subirse a la escalera.
El sistema exterior para facilitar la cocina
Al proponerte que quieres cocinar más a menudo, hay generalmente dos trampas: 1) no sabes qué cocinar o 2) hay algún ingrediente/herramienta crucial que te falta. Para cambiar el sistema exterior que le ayudaría a Nina de sentir más confianza en la cocina, hicimos una revisión total del contenido y solo después nos ocupamos de las dotes culinarios en sí.
El primer paso era simplificar toda la cocina al estilo minimalista.El marido de Nina (ya que también utiliza la cocina) le ayudó a decidir qué cosas tenían que quedarse, y qué artilugios no eran realmente necesarios. Muchos amigos benévolos les habían obsequiado con diversos accesorios de cocina que en realidad nunca se utilizaban: el comedor social los aceptó encantado. También regalamos todos los cuchillos para cortar pan, los cucharones y las batidoras duplicadas para obtener más espacio. Después reorganizamos todo de modo que las herramientas de uso regular estaban al alcance de los dos cónyuges y mientras su marido se fue a afilar los cuchillos, nosotras hicimos el plan para comida.
La estrategia para comer más sano
Nina tenía un montón de conocimientos sobre cocina, solo que nunca los utilizaba. Como la idea tampoco era expulsar a su marido de la cocina, decidió que tres veces a la semana quería cocinar ella. En un papel de carta escribió los 15 platos que quería hacer durante los próximos meses, realzando aquellos platos que se podían elaborar con “ingredientes básicos”. Dos imanes marcan los últimos platos cocinados para evitar repeticiones. Ahora cuando vuelve a casa sin saber qué cocinar, simplemente escoge el próximo plato de la lista. O si no le apetece, el siguiente. El “no sé qué hacer” ya no es una opción.
Además ahora los cuchillos ya funcionan. Cada vez que algún ingrediente se acaba lo reponen durante la misma semana, así que tampoco ya nunca falta gengibre. Me dijo Nina que hoy en día rara vez mira la lista, porque ya no se estresa al pensar en la cena. Eso sí, los cuchillos los manda afiliar cada 6 meses.
¿Qué otras ideas tienes que facilitan la vida diaria de la alimentación?
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Imagen de LinaMon / flickr