"—Están malas.
—¿Las galletas?
La niña asiente mientras regresa a sus cabriolas aéreas.
Son galletas María, las de toda la vida, las que ofrecen en Cáritas. Alguna que otra vez llegan distintas, con nata, de las caras, pero en realidad son las misma mierda (o peor): bombas de azúcar y aceite de palma. Nos intoxican, nos envenenan, y mientras tanto sonreímos felices disfrutando del cianuro. Pero es que la ponzoña, la puta ponzoña, está deliciosa. Es una tentación más, de las que Dios nos pone delante subrepticiamente para verificar nuestra valía. O tal vez sea Satán. Sí, mejor Satán".
No hay que irse demasiado lejos para encontrar el peor de los horrores. Por supuesto, lo ignoto de más allá de las estrellas, o lo insondable de lo más profundo de los océanos, son referentes que cualquiera podría señalar como causantes de pesadillas para los seres humanos. Pero más allá de aterradores seres dimensionales o espíritus que se manifiestan del más allá, debemos preguntarnos: ¿hay algo que nos dé tanto miedo como perder a un hijo?
En Ponzoña, el toledano David Luna Lorenzo arremete con todo para hurgar en ese terror psicológico que suele atenazarnos con mucha mayor fuerza que el horror visceral, y lo hace acompañando los miedos intrínsecos de la maternidad con un elemento sobrenatural. O tal vez no. La trama nos presenta a Sandra, una desastrosa joven que vive como okupa en una casa junto a un novio perroflauta que se dedica a tocar la guitarra en la calle para ganar dinero. Sandra queda embarazada, y desde antes de dar a luz comienza a sufrir una serie de fenómenos extraños que la llevan a pensar que su hija está poseída por un ente demoníaco.
Estructurada en base a capítulos o pasajes muy cortos, el autor consigue que vayamos completando la historia poco a poco al presentar continuos saltos temporales que conforman una especie de pequeño puzzle. Narrada en primera persona y en presente, no resulta nada complicado seguir la trama, ya que toda la historia se despliega ante nosotros con una enorme naturalidad, cosa que no siempre consiguen este tipo de novelas. Ahí radica una buena parte del mérito de David Luna, al ser capaz de involucrar al lector con una narrativa descolocada pero totalmente intuitiva. Y, por supuesto, esto redunda en lo adictiva que es la novela. Sonará a cliché, pero uno no puede dejar de leer Ponzoña hasta conocer el desenlace. Esto es aún más acusado gracias a la brevedad de la obra, que prácticamente puede pasar por novelette.
Me gustaría ser original a la hora de buscar referencias, pero es imposible obviar la deuda de Ponzoña con La semilla del diablo. Tanto la profundidad psicológica como la ambigüedad de la historia son muy similares en ambas obras, aunque David Luna sabe separarse del referente y llevar las cosas a su terreno, dibujando un arco de acontecimientos mayor. Porque en Ponzoña la protagonista —y por extensión, el lector— no solo lo pasa mal durante el embarazo, sino que asiste al crecimiento de su hija atravesando circunstancias realmente inquietantes. Por ello, la novela es una perfecta mezcla entre la obra de Ira Levin —o de Roman Polanski, si prefieren la película— y la premisa del reciente cómic americano Babyteeth, pero con una importante carga propia de originalidad.
La mencionada ambigüedad es tal vez el punto más fuerte de la novela, ya que en su utilización el autor nos mantiene expectantes. ¿Es real lo que está sufriendo el personaje? ¿O todo está solo en su cabeza? Las respuestas nos van llegando paulatinamente, aunque no será hasta el mismo desenlace cuando todo quede claro. Eso sí, David Luna deja espacio para la interpretación propia del lector, lo cual siempre está muy bien. Y ojo, porque el párrafo final me parece absolutamente SUBLIME. No puedo decir más.
La corta pero intensa carrera de David Luna está plagada de premios. Desde que comenzó su andadura en novela con El ojo de Dios en 2016, cada una de sus obras ha gozado de cierta repercusión. Más conocido por sus incursiones en la ciencia ficción con toques fantásticos de Éxodo y la saga Tennen (formada de momento por Laberinto Tennen y Sombras Tennen), con Ponzoña se acerca al terror y lo hace de manera inmejorable. La novela ha sido merecedora del VII Premio de Novela de Terror Ciudad de Utrera. No puede dudarse que estamos ante uno de los nombres fuertes de la literatura de género en nuestro país, y la mejor muestra de ello está en Ponzoña, verdadero caramelo para los amantes del terror psicológico.