Para la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP), que representa a 3.000 asociaciones de mayores y más de 1,5 millones de asociados, ese anuncio de la Lotería de Navidad aparentemente tan entrañable de la atolondrada maestra jubilada Carmina es un fraude y una vergüenza.
Sus portavoces protestan contra el estereotipo de la ancianita que cree que le toca el Gordo tras ver el sorteo de navidad, pero del año anterior, y que se lanza a festejarlo por el hermoso pueblo asturiano en el que vive.
Ah, la adorable ancianita confusa de la que se apiada el pueblo entero y le sigue la corriente convirtiendo el engaño en una celebración de solidaridad.
Los miembros de la UDP se sienten molestos quizás porque el alzhéimer acecha, como parece que le ocurre a Carmina, y la posibilidad de usar ese mal para vender lotería provocando emociones cursis y sentimentaloides resulta cruel y abusiva.
Pero ellos olvidan también que vivimos en una sociedad materialista, en la que lograr una gran riqueza, más que un razonable bienestar, es la meta de cada día más millones de seres. Y la lotería es un posible camino rápido para alcanzar ese triunfo absoluto.
Lo que aprovechan las agencias de publicidad, cuyo exquisito olfato detecta los estados de ánimo dominantes de cada momento.
Los publicitarios de la Lotería Nacional han sabido mezclar la ambición materialista con el sentimentalismo fácil y llorón, que es la base de todos los populismos.
¡Qué gran revolución sentimental, riqueza y felicidad, experimenta el pueblo!
Estamos en época de exhibir emociones primarias, especialmente en política, y esa gente emotiva representa sutilmente los romanticismos en crecimiento en toda Europa, los ultraizquierdismos, como Podemos, y los ultraderechismos, desde Francia hacia arriba.
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