Se denuncia la existencia de corruptos, aunque se sea uno de ellos, la crisis económica y se hace creer a la horda que los demás nos explotan y que viven a nuestra costa. Ya tenemos así el populismo creciente del separatismo catalán: “Espanya ens roba”.
Sumemos el elevado desempleo: una de cada cuatro personas que dicen desearlo no encuentran trabajo, aunque a la vez se sabe otro cuarto, el del PIB nacional, lo genera la economía sumergida: unos 250.000 millones de euros.
Como hay poca demanda de trabajadores y elevada oferta, bajan los salarios, lo que facilita que los demagogos prometan destruir el actual sistema económico, que nace tras el fracaso comunismo y de la expansión del libre comercio, ya imparable, que reduce las hambrunas en la China neocapitalista-poscomunista.
Otro motivo del populismo es que los servicios pagados con impuestos durante varias generaciones, como la sanidad, la educación, la asistencia social o las pensiones, resultan perjudicados por la gran masa de inmigrantes llegados ilegalmente, y que colapsarán el sistema si siguen entrando.
Y todos esos populismos, alguno amparándose en motivos fácilmente defendibles, como oponerse a la inmigración ilegal, propician dos formas que se entremezclan: la buenista, y la fascista, y cada una adopta aspectos de la otra.
La primera, que se autoproclama progresista, reivindica salarios y atención igualitaria para todos, incluidos los ilegales, para crear un nuevo chavismo; la segunda, su imagen inversa en el espejo, quiere corporativismo, dirigismo, aislacionismo económico y militarismo, es decir, fascismo, que es otro chavismo.
Con debidas dosis de cada uno, el populismo español actual más activo es el independentista catalán, heredero de los lemas antiespañoles del vasco Sabino Arana, fundador del PNV.
Como dijo el exprimer ministro Felipe González hace unos días en unas jornadas sobre la gobernanza de Europa, estos populismos “quieren quemar la casa en la que vivimos todos para quedarse con el solar”.
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JAMES SKINNER
El ingeniero, escritor y excelente analista político y social británico residente en Vigo divulga este mes en Hackwriters su visión del Estado de la Nación española presentado por Mariano Rajoy y discutido en el Parlamento la semana pasada.
Skinner retrata con precisión los problemas de los españoles enfrentados la crisis económica, al desempleo, los independentistas catalanes, el aborto o el chusco desarme de ETA, la banda terrorista convertida ahora en varios partidos que parece ir ganando una guerra política que había perdido con el terrorismo.
Como siempre, vale la pena leer cómo ve España alguien como Skinner, culto y conocedor de numerosos países.
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