Revista Sociedad

Por cada empresa que desapareció en 2020 se perdieron 10 puestos de trabajo

Publicado el 24 mayo 2021 por Comunicae @comunicae

Por segundo año consecutivo, Adecco Group Institute, el centro de estudios y divulgación del Grupo Adecco, analiza el contexto laboral, económico y social en España para afrontar los profundos cambios que ha provocado la pandemia. Para ello presenta el Anuario del Mercado de Trabajo 2021, una recopilación de los aspectos más destacados del pasado 2020 en materia de empleo (ocupación, desempleo y contratación), economía, evolución de la Seguridad Social, salarios, educación y formación, negociación colectiva y conflictividad laboral, población, salud y prevención de riesgos laborales. Una guía que aporta una visión panorámica de las diversas variables relacionadas con el empleo y los Recursos Humanos.

En palabras de Javier Blasco, director del Adecco Group Institute: “El año 2020 nos ha traído la mayor crisis sanitaria de los últimos cien años, y la salida de pandemia nos forzará a “resetear” la concepción de la salud, tanto en su vertiente laboral como extralaboral, siendo más necesario que nunca la colaboración público-privada. No podemos olvidar la enorme pérdida de tejido empresarial derivada de esta crisis, con más de 100.000 empresas menos, y con una nueva caída de aquellas de mayor tamaño. Preocupante situación si consideramos que por cada empresa que desaparece, tenemos 10 puestos de trabajo menos”.

Es evidente que nos enfrentamos a nuevos retos en esta crisis. La transformación digital, el desempleo juvenil, el gap entre la educación y las necesidades de las empresas, la igualdad, la conciliación… en definitiva un cambio en el modelo productivo.

“La necesidad de las competencias digitales, el imprescindible reequilibrio en la presencia de nuestros jóvenes en grados universitarios y formación profesional, la potenciación de la formación superior frente a los niveles más básicos, y la mayor presencia femenina en profesiones y titulaciones STEM debe urgirnos a poner el foco en los resultados y confiar en la colaboración púbico-privada, entre entidades formativas y empleadoras para que nuestro talento sea la punta de lanza de la competitividad de nuestra economía y de la salida de la crisis”, destaca Javier Blasco, director del Adecco Group Institute.

Efectos negativos de la pandemia en el mercado laboral

Situación sanitaria a un lado, uno de los peores efectos de la crisis derivada de la pandemia ha sido la evolución del mercado laboral en cualquier país, pero especialmente en el nuestro. Además de las altas tasas de paro que estamos sufriendo y la caída en el número de afiliados a la Seguridad Social, la COVID-19 ha hecho reducir el número de empresas de todos los tamaños. Por segundo año consecutivo, cae el número de empresas de todos los tamaños y es algo que no ocurrió, al menos, en los 20 años anteriores. Los 2,8 millones de empresas de 2020 en España son el menor número en al menos 15 años. La reducción del parque empresarial se agudizó por la pandemia y fue más profunda cuanto más pequeño el número de empleados.

El tamaño medio de las empresas es una variable clave para la solidez de una economía. Cuanto más grande es una empresa, más barato se financia, le resulta más fácil exportar, aprovecha mejor las economías de escala, ofrece mejores oportunidades laborales a sus empleados y resiste mejor los períodos de inestabilidad económica.

España tiene una baja proporción de grandes empresas. La firma media española es de las más pequeñas de la UE, cosa que puede verse a través del hecho de que España tiene más empresas que Alemania o Reino Unido, pese a que su economía tiene un tamaño sustancialmente menor. En el mismo sentido, nuestro país destaca por la baja proporción de empresas con al menos 10 empleados dentro del total de compañías: un 4%, frente a una media europea de un 6% y un 10% o más en Alemania, Dinamarca o Austria.

El colectivo de empleadores es el que sufrió el mayor retroceso en 2020. Detrás de la caída del número de empleadores está, como lógica consecuencia, el retroceso en el grupo de asalariados del sector privado. Por cada empleador menos, se perdieron casi 10 puestos asalariados privados.

El número de autónomos (sin empleados a cargo) creció un 2,9%, por el mismo motivo que también se expandió en 2012 y 2013: asalariados que pierden su empleo y comienzan a trabajar por su cuenta y empleadores que despiden a sus empleados y vuelven a trabajar en soledad.

La irrupción de la pandemia tuvo un impacto muy diferente entre los sectores de actividad. Sin duda, esta crisis se ha cebado con los sectores más afectados por los confinamientos, como la hostelería y el comercio, de igual modo que, junto a los más tecnológicos, la alimentación y la agricultura, llama la atención el crecimiento del empleo en la Salud y la Educación.

Todas las ramas de actividad perdieron ocupados durante 2020, excepto dos: Salud y Educación, y las Administraciones Públicas. De las ramas que perdieron empleo, la Hostelería se llevó la peor parte: las medidas para combatir la expansión de la pandemia hicieron que 1 de cada 6 ocupados en este sector perdiera su puesto de trabajo.

Salud y Educación pasó a ser la rama de actividad que reúne al mayor número de ocupados y la única que supera los 3 millones de personas trabajando.

Otro indicador da un dato aún más negativo para la Hostelería y destaca que 1 de cada 4 empleos de la Hostelería se perdieron en 2020 por culpa de la pandemia. También fue significativa la destrucción de empleo en el Comercio. Los 500.000 empleos eliminados en esas dos ramas fueron parcialmente compensados por la creación de empleo en el sector público, en Información y Comunicaciones, y en los Servicios Sanitarios.

Como es lógico el aumento del desempleo provocó la caída en la firma de contratos de puesta a disposición.

De las 20 ramas de actividad que se registran, 18 redujeron la firma de contratos de puesta a disposición durante 2020. Es algo que no había ocurrido al menos en los 20 años anteriores. Las únicas ramas que mostraron incrementos fueron las industrias extractivas (+17,5%) y transporte y almacenamiento (+3,6%). Los retrocesos más marcados los sufrieron la Hostelería (-79,2%) y las actividades artísticas y de ocio (-75,1%).

Continuando con el efecto que ha tenido el coronavirus en la Hostelería, si tenemos en cuenta la medida estrella de esta temporada, el Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), destaca que 6 de cada 10 asalariados acogidos a un ERTE son de la Hostelería y el Comercio.

Los asalariados en ERTE de las ramas de Alojamiento y de comidas y bebidas fueron creciendo como proporción del total desde el 27,5% en abril del pasado año hasta el 46,7% en diciembre. Es decir que, conforme avanzó el año, se fue concentrando en menos ramas de actividad el grueso de trabajadores en situación de ERTE.

En el último mes de 2020, los asalariados en ERTE de aquellas dos ramas de actividad, junto con los del Comercio (tanto al por mayor como al por menos), suponían el 60% del total.

Otra cifra relevante que ha dejado la pandemia, unida a los ERTE, es el gasto en prestaciones por desempleo. A más parados, más prestaciones.

La pandemia disparó el pago de prestaciones por desempleo (donde se incluye el pago de los ERTE), que llegó a superar los 4,5 millones de beneficiarios en el segundo trimestre de 2020, pero que en el conjunto del año promediaron casi los 3 millones de beneficios, el máximo desde 2010.

El gasto en prestaciones por desempleo y no contributivas de la Seguridad Social, que se estaba estabilizando en el equivalente a 1,3% del PIB (en torno a 1.300 millones de euros por mes), se duplicó por la COVID.

Ese aumento, unido a la caída del PIB, hizo que el gasto en prestaciones alcanzara al equivalente anual de 2,8% del PIB, lo que significa haber alcanzado un máximo histórico.

El valor de la I+D+i

Si algo ha puesto de manifiesto la COVID-19 es la importancia de la Investigación, Desarrollo e innovación (I+D+i), en el ámbito de la salud y sobre todo de las vacunas.

En el trienio 2016-2018 el gasto en Investigación, Desarrollo e innovación, medido en euros por habitante, creció en España más que la media de la UE, pero en 2019 volvió a aumentar por debajo de dicho promedio y muestra a España por delante de Portugal y de la mayoría de los países del este de Europa, pero por detrás de los países más avanzados de la región.

En los últimos años, la situación relativa de España ha empeorado. Mientras en 2010 el gasto en I+D por habitante de España era un 36% más bajo que el de la media de la UE, en 2019 fue un 52% inferior.

Una de las formas más objetivas de medir el esfuerzo realizado por cada país en I+D+i es el porcentaje de personas que se ocupa de ese tipo de tareas dentro del total de ocupados. España se sitúa por debajo de la media de la UE en personal dedicado a I+D+i. Ese indicador está estancado en nuestro país desde 2010, oscilando entre el 1,88% y el 1,96%. En cambio, la media de la UE pasó de un 1,79% a un 2,26% en los últimos diez años. Aun así, la proporción de ocupados en tareas de I+D+i en España, que es menor que en Grecia y Portugal, es superior a la de la mayoría de los países del Este del continente.

Atendiendo al gasto de las empresas españolas en I+D+i, en comparación con los países más avanzados de la UE, se puede ver que también es insuficiente.

Desglosando por sectores el gasto, se advierte que tanto las empresas como las Universidades y ONGs, gastan más que los gobiernos en I+D+i.

Ese desglose permite ver que el retraso relativo de nuestro país se debe al gasto de las empresas. Entre los países observados, España tiene la menor relación entre el gasto en I+D+i de empresas y gobiernos. Mientras las empresas españolas gastan 3,3 veces más que el gobierno, en Alemania, Francia e Italia lo hacen 5 veces más y en Reino Unido 10 veces más. La media europea es de 6 veces más, con Suecia mostrando un gasto de las empresas que es 16 veces mayor al del gobierno (gobierno que gasta un 26% más que el de nuestro país).

El impacto de la COVID-19 en el desempleo juvenil

La pandemia ha puesto en peligro todos los aspectos de nuestras vidas. Pero en el entorno laboral, los jóvenes son los que están sufriendo el impacto más grave de la crisis.

El número de desocupados aumentó en todas las franjas de edad. Sin embargo, el crecimiento fue más marcado entres los menores de 40 años. En especial, ese fue el caso entre aquellos de 25 a 39 años, ya que 2 de cada 3 nuevos parados de 2020 pertenecían a ese rango de edad.

Así, más de la mitad de los parados es menor de 40 años, y vuelven representar más de la mitad del total de personas sin empleo: un 51,6%, que es la mayor proporción desde 2015.

Sin embargo y pese a la crisis derivada de la pandemia, la tasa de paro para las personas de 60 y más años de edad se redujo en 2020, quedando en un 11,4%, el dato más bajo desde 2010. En cambio, para todos los menores de esa edad, la proporción de parados se incrementó. Por ello, cuanto menor edad, mayor el crecimiento de la tasa de desempleo.

La subida de la tasa de paro fue mayor cuanto más baja la edad. Así, para las personas de entre 16 y 24 años, la tasa de paro aumentó 5,7 puntos porcentuales, hasta el 38,3%.

La evolución de la afiliación a la Seguridad Social se desarrolló peor cuanto menor el rango de edad. El empleo juvenil ha caído, pero ha seguido subiendo para los de 45 y más años de edad. Los menores de 25 años sufrieron el peor resultado desde 2012, con una caída del 13%. En cambio, en el caso de las personas de 45 y más años de edad la afiliación continuó en ascenso. En parte, eso se explica por el envejecimiento de la población: mientras la afiliación total creció un 24,6% entre 2000 y 2020, los afiliados de 45 y más años aumentaron un 120% en el mismo período.

El impacto en los salarios

En 2020, el salario ordinario bruto cayó un 3%, su mayor caída nominal en varias décadas. En gran medida, el descenso se explica por los asalariados en situación de ERTE: como en las estadísticas computan como “ocupados”, las prestaciones que reciben (que salvo que sean complementadas por sus empleadores, son inferiores a sus sueldos) reducen la media general. Por este motivo, la remuneración media ha sufrido su mayor caída en décadas en términos nominales.

Cuando se corrige el salario nominal (es decir, el sueldo ordinario mensual expresado en euros) de las variaciones del IPC, se obtiene el salario real, y este permite conocer las variaciones en el poder de compra del salario nominal.

En 2020, el salario real cayó un 2,7%, pues el descenso de un 3% del salario nominal fue en parte compensado por una caída de un 0,3% del IPC. Es la mayor pérdida de poder adquisitivo del salario medio en al menos 45 años. Esa caída hizo que el poder de compra del salario medio retrocediera a un nivel similar al que tuvo en 2003.

Dado que los salarios dependen, en última instancia, de la productividad del trabajo, es un hecho estructural que el nivel de las remuneraciones tiende a ser más alto cuanto mayor es el tamaño de las empresas. Mientras el salario medio bruto de las empresas con al menos 200 asalariados se mantuvo por encima de los 2.000 euros mensuales en 2020, el de aquellas con menos de 50 asalariados fue de 1.340 euros.

Además, las empresas más grandes presentan una mayor capacidad de resistencia en la adversidad: mientras que el salario promedio de las empresas de 200 y más trabajadores disminuyó un 1% en 2020, el de aquellas con menos de 50 trabajadores se redujo un 5,9%. En resumen, el salario de las grandes empresas es mayor y resiste mejor en la crisis.

Si atendemos a los sectores, la Industria ofrece los salarios medios más elevados, mientras que tanto en la Construcción como en los Servicios la remuneración promedio está algo por debajo de la media general.

Sin embargo, la ventaja del salario medio industrial respecto del de los otros sectores se atenuó en 2020 al ser el que sufrió el mayor retroceso.

Formación, clave para salir de la crisis

Hay una clara relación entre una mayor cualificación y las mayores oportunidades de empleo. España tiene una de las generaciones mejor formadas de nuestra historia y de nuestro entorno internacional, pero al mismo tiempo esconde bolsas de población infracualificadas, o que ni trabajan ni estudian, lo que exige cambiar el rumbo en las políticas activas de empleo.

Pese a la pandemia y a la segunda mayor caída del PIB en 170 años, en 2020 siguió creciendo el empleo para aquellos que cuentan con educación universitaria (incluso incompleta). En los grupos de ocupados con menos formación, en cambio, el nivel de empleo disminuyó.

No es una casualidad ni algo pasajero: en 13 de los últimos 15 años, el colectivo de ocupados con formación superior fue el que tuvo el mejor comportamiento. Así, los ocupados que tenían formación superior pasaron a representar el 45,5% del total de ocupados, un nuevo máximo. Eso se compara con un 36,7% en 2010.

Se observa que la pandemia no detiene el crecimiento de las ocupaciones de alta cualificación. Las ocupaciones que implican una alta cualificación y las ocupaciones militares son las únicas que aumentaron sus niveles de empleo en 2020, aunque lo hicieron en menor medida que en el año anterior. Así, el grupo de alta cualificación se consolidó como el más numeroso, con 6,62 millones de ocupados durante el año pasado (34,5% del total).

Los empleos no cualificados, por el contrario, fueron los que más sufrieron, con una caída del 7,4% en su número de ocupados.

Las cifras ponen de manifiesto que en esta crisis quienes cuentan con estudios superiores logran aumentar el empleo. Pero, pese a ser el único grupo que aumentó su empleo en 2020, el número de parados con formación superior es el que más se incrementó. En todo caso, el grupo más numeroso de parados continúa siendo el de aquellos que no superaron la primera etapa de la educación secundaria.

Lo que está claro es que todos los niveles de formación vieron incrementar su tasa de desempleo. Además, la magnitud del incremento fue similar. Sin embargo, eso no eliminó lo que anticipa la teoría: cuanto mayor el nivel de formación, mayor es la empleabilidad del individuo y, por lo tanto, menor la tasa de paro.

En 2020, mientras las personas con formación superior soportaban una tasa de paro del 10,2%, aquellos con no más que la educación primaria sufría una de un 28,6%.

La Formación Profesional, tan necesaria y demandada actualmente, ha repuntado este 2020. Aunque el número de alumnos matriculados en cursos de FP no dejó de crecer, sí había moderado su ritmo de aumento, que fue inferior al 3% anual entre 2016 y 2019. Sin embargo, para el curso 2019-2020, el crecimiento de alumnos matriculados se aceleró hasta el 5,3%.

El número total de alumnos de FP en España es de 790.800, lo que marca así un nuevo máximo histórico, con un incremento acumulado de un 53% en los últimos diez años.


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