Por Merche Rodríguez
Hay personas que son "fábricas de
feeling", una palabra, feeling, que tanto sirven para un
roto como para un descosido porque significa emoción o sentimiento,
pero se sobrentiende que el personaje despierta simpatía, en un
Spanglish que cualquiera puede interpretar. Es más, sin
pretenderlo, genera una corriente que provoca en otros una reacción
positiva, de eso que se conoce como “buen rollo” y que solo lo
aplicamos a personas que consideramos cercanas, porque son como un
espejo en el que podemos mirarnos en alguna ocasión. Y nos solemos
llevar bien con nuestro espejo, nos cae bien esa superficie que nos
dice quiénes somos.
Manuel Díaz, El Cordobés es
de esas personas, de las que cae bien aunque uno solo le conozca por
sus apariciones en los medios de información. Un tipo de mirada
despejada y profunda, la misma que se asoma a la portada del libro
que acaba de publicar mr Ediciones, que lleva su nombre y su apodo
torero, además del subtítulo: De frente y por derecho. Una
filosofía de vida.
Salvando el
espinoso de toros sí o toros no, uno de nuestro debates bizantinos porque
los españoles nacemos siendo Quijotes y así vivimos, Manuel Díaz
es un Personaje, con P mayúscula. Y embarcadas las editoriales en su
cruzada particular, la de ofrecer libros que se vendan para no
enrojecer los ídem de cuentas, la apuesta es buena.
El Cordobés, hijo
no reconocido que conquistó su alias en los tribunales, es la
representación del sueño americano en versión española. Un tipo
que desde su propia gestación tuvo que ganarse a pulso el
reconocimiento, excepto el de su madre porque ese estaba garantizado.
Antes de ni siquiera haber nacido, ya era un problema. El que coqueteó
con malas compañías que podían haber dado con su melena rubia en
la cárcel, del que todo el mundo da por hecho que es hijo del torero
Manuel Benitez, a no ser que su padre fuera un gemelo idéntico del
diestro. El que sigue negándose a solicitar una prueba de ADN que oficialice un apellido que nunca ha llevado, repitiendo la misma frase: "Mamá, déjalo, tú déjalo a ver si viene él".
El que
triunfó en el mundo del toro después de pasar calamidades, un
topicazo typical spanish
pero cierto como la vida misma. Casado y divorciado de la hija de un
ganadero, con la que mantiene una serena relación porque debe ser
del tipo de persona que piensa que si algo ya está roto, ¿qué
necesidad hay de romperlo más? Lo que les enlazó probablemente sea
lo que les sigue uniendo y el resto... quedó atrás,
respetuosamente.
Felizmente casado
de nuevo, padre de tres hijos, y figura del toreo. El tipo que dice,
en el libro que le define a sus 44 años de edad: “El único
sentido que yo le veo a esta vida es ser capaz de seguir adelante y
no tenerle miedo a la caída. Porque caerse es muy fácil, lo
importante es levantarse”. De esa gente que además de pasar por la
vida, la vida pasa por ellos.
Independientemente
de que la lectura sea del agrado o no del lector por la profesión
del protagonista, este título está creado con una estructura
interesante en la que el autor real del texto, Jaime Royo-Villanova,
aparece en escena con una frecuencia más que evidente. En muchas
ocasiones el lector se habrá sorprendido ante la buena prosa de este
actor o aquel cantante y esas biografías, que se vendían como si
hubieran sido escritas por sus protagonistas, no respondían a esa
suposición. La vida del biografiado era lo interesante pero también
se necesitaba una buena pluma que supiera contársela al lector.
Afortunadamente
esa moda va cediendo y ahora el autor es visible. En el caso de
Manuel Díaz, El Cordobés. De frente y por derecho, Royo-Villanova
no es que solo aparezca en los créditos, es que forma parte del
libro por derecho. Entra y sale de escena con discreción sin restar
protagonismo a su personaje, poniendo a su servicio un estilo cuidado
y elegante. Eso, también es de agradecer.