Revista Libros
"Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: Ya me duermo. Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro que me figuraba tener aún entre las manos, y agarrar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V."
Hubo un momento en que me dio por lo que yo llamo literatura magna. Es decir, las series de libros que se antojan inmensas y con nombres rimbombantes. Así que los fui leyendo espacio, intercalados para disfrutarlos. Empecé por las Greguerías que me enseñaron por ejemplo que Las bellotas nacen con huevera, pasó por los Episodios Nacionales, y ahora por En busca del tiempo perdido, que aún no he terminado pero lo haré. Precisamente por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Por el camino de Swann.
Por el camino de Swann es el primer volumen de un total de siete que forman En busca del tiempo perdido, convirtiéndose en una especie de introducción con un Marcel niño y joven que evoca recuerdos del pasado. Con tres partes marcadas comienza por su infancia y su vida en Combray para pasar a conocer a Swann en la segunda parte, un hombre digno de conocer sin lugar a duda, y terminamos con Marcel y su primera pasión, la hija del señor Swann.
Proust es un autor que describe como quien hace un informe, nos lo cuenta todo, evoca cada detalle en frases largas que hacen que sea una obra lenta. Sin embargo se aprovecha de lo que muchos pueden considerar un problema para convertirlo en un sello característico, y pronto nos damos cuenta que estamos ante un libro que nos llevará tiempo porque es mejor leerlo a sorbitos que nos permitan disfrutar. Si no se hace os pasará como a mi, que me costó engancharme porque me había empeñado en leerlo prácticamente del tirón y se me antojaba que este camino era cuesta arriba. Y entonces llegué a la famosa magdalena de Proust, y me quedé parada, primero disfrutando de la conexión que existe en el cerebro de una persona cuando un detalle hace que de repente algo encaje y afloren recuerdos, y luego sonriendo por entender eso que tantas veces había oído de "es la parte en la que conectas" y casi lamentando mi falta de originalidad a la vez que admirándome por encontrar un párrafo que ha sido llamativo para miles de lectores. El mismo párrafo que os dejo consciente de que extraerlo puede hacer que pierda encanto:
"En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclando con sabor a pastel tocó mi paladar... el recuerdo se hizo presente. Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto reconocí los sabores de aquella magdalena... apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, sus calles..."
No me cabe duda de una cosa, el camino a Swann es interior, es un viaje del protagonista a lo largo de su vida recordando cada detalle, hablándonos de su infinito amor hacia una madre que no lo besa antes de acostarse y retratando un entorno de forma casi perfecta. Tiene un punto de ternura perfectamente reconocible en cualquier niño, sobre todo cuando nos habla de su tía, o de las personas de su casa. Pese a se la parte más lenta, echamos de menos al narrador cuando conocemos a Swann y su relación con Odette, pero se hacía necesario conocerlo y posiblemente establecer una opinión no demasiado positiva sobre él. Porque este es un libro que habla de relaciones, como lo hacen todos se diga lo que se diga. Relaciones entre personas, entre recuerdos, entre experiencias y consecuencias...
Me gustó leer a Proust y descubrir esa gran obra que su autor no llegó a ver publicada en su totalidad, ya que pasaron cinco años de su muerte hasta que estuvo completa su publicación. Leer esta obra es comenzar con eso que llaman la gran novela francesa, y yo disfruté de su lectura, pero recomendarlo es complicado. Hay que saber perfectamente en el viaje que se está embarcando el lector o, en otro caso, es mejor dejarlo para un poco más adelante. A fin de cuentas es un libro, nos va a seguir esperando. Y no sólo eso, sino que pertenece a uno de esos títulos imprescidibles y magníficos que tienden a hacer que nos pongamos en guardia.
Hoy, pese a que espero haber animado al menos a una persona a su lectura, lo que me gustaría saber es de todos estos grandes títulos: Swann, El Quijote, Los Episodios Nacionales... siempre hay alguno que ya "sabemos" que no vamos a leer por muy "imprescindible" que sea. Normalmente por pereza o por hartura, o por tener preconcebido el tedio entre sus páginas. ¿Cuál es el vuestro?
Gracias