Olía a humo de tabaco recién fumado y provenía inequívocamente de la boca del delegado de la clase que entraba al aula soltando el resto de su última calada. Camisa a cuadros abierta sobre camiseta de manga baja y pantalón caído por debajo del mismo culo. Chiva, rastas y un demonio plateado que se balanceaba en su ceja izquierda.
¡Se podía ser el delegado con esas pintas! Esa fue la primera de las innumerables sorpresas que me llevé en la facultad de Física y la última ha sido que mi amigo Pablo, aquel delegado, guitarrista, insubordinado, con un interés incansable por la ciencia, lleva ya casi un año contratado en un proyecto de investigación en la Universidad, y no en una alemana o sueca, señores, mi amigo Pablo trabaja en la ULL.
↑ Jorge Méndez (izda) y Pablo Acosta (dcha) manipulando una de sus muestras en el laboratorio. (Foto: Co-report)Entre las numerosas vías para conseguir energía alternativas al petróleo se encuentran las pilas de combustible que se alimentan de hidrógeno (H). La pregunta es cómo conseguir ese hidrógeno y una posible respuesta sería: rompiendo las moléculas de agua (H2O), por ejemplo, con fotones (luz) en un proceso llamado fotólisis.
Para acelerar este proceso de ruptura, se usan materiales que hacen de catalizadores, así, el mismo suceso recibe un nuevo nombre: fotocatálisis.
Pues resulta que tenemos una fuente de luz prácticamente inagotable, que es el sol, y una cantidad ingente de agua en el planeta. ¡Hay que encontrar materiales que optimicen la fotocatálisis! Para eso trabaja mi amigo Pablo, sus directores de investigación del grupo NAMES (Jorge Méndez y Juan Carlos Ruiz) y el proyecto MAGEC, cuya propuesta se basa en aprovechar el sol casi constante de nuestras islas y las famosas salinas canarias (como estanques de agua) en los que introducir sus materiales y así producir y almacenar el preciado hidrógeno para conseguir energía barata y limpia en cualquier punto del planeta, incluso (citando a Daniel G. Nocera) en aquel “mundo sin legado”.
Este proyecto, como otros tantos interesantísimos trabajos de investigación con aplicaciones que muchos atribuirían a la NASA, al LHC -o peor aún, ¡¡a los alienígenas!!-, se desarrolla aquí al lado, entre esas paredes, como diría Íker, “cuanto menos, misteriosas”. Pocos afortunados como Pablo tienen la suerte de participar en uno y, pocos afortunados como nosotros, la de conocerlo.