Después de visitar Kuching y alrededores, la siguiente etapa del viaje nos llevará a la zona norte de la provincia de Sarawak.
Llegamos a Miri, la segunda ciudad de Sarawak, en un corto vuelo de Malaysia Airlines procedente de Kuching. En Miri se desarrolló a principios del siglo XX una importante industria petrolífera que sigue siendo la primera industria de la ciudad. La compañía Shell perforó en 1910 el primer pozo petrolífero, conocido como The Grand Old Lady, actualmente una de las escasas atracciones turísticas de Miri.
Sin embargo, la mayoría de turistas que llegan hasta aquí lo hacen para visitar las Cuevas de Gunung Mulu, declaradas Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Cerca de Miri se encuentran también las Cuevas de Niah que a pesar de no ser tan conocidas como las primeras tienen una gran importancia arqueológica.
Nos alojamos en el Hotel Eastwood Valley Golf & Country Club situado a 4 km del aeropuerto. Aunque apartado del centro de la ciudad, el entorno es magnífico y el hotel dispone de un servicio de transporte gratuito tanto al aeropuerto como al centro, con lo que la distancia no representa ningún inconveniente.
En Miri estaremos tres noches y nuestros planes iniciales consisten en visitar el Parque Nacional Lamber Hills y el Parque Nacional Niah donde se encuentran las Cuevas del mismo nombre. Las Cuevas de Gunung Mulu ya las descartamos de entrada, porque significa sumar otros dos vuelos a un total de once que tenemos previstos en todo el viaje, contando los intercontinentales.
Quedamos con la recepcionista del hotel en que mañana a las 8:30am nos dejarán en la ciudad, en el Centro Comercial Imperial Mall. Evidentemente nuestro interés no es ir de compras, y menos a esa hora de la mañana, pero por lo visto la gran distracción de los habitantes de Miri y de muchos de los turistas que allí acuden es pasar las horas en los múltiples y bien surtidos centros comerciales. Ese debe ser el motivo por el cual los únicos destinos de la minivan del hotel son los diferentes shopings malls. Poco importa, porque desde allí iremos a la estación de autobuses de donde sale el que nos llevará al Parque Nacional Lamber Hills en poco más de 40 minutos.
El diluvio que ha caído durante la noche y la todavía lluvia matinal nos obliga a cambiar de planes y descartamos la idea de ir al P.N.Lamber Hills. Siendo así, tampoco tiene ningún sentido plantarnos a las 8:30 en un Centro Comercial de Miri, por lo que llamo a recepción aplazando el traslado a la ciudad hasta las 10. Esta mañana, todos los canales de TV dan la noticia de que la Selección Española ha ganado el mundial de Sudáfrica, el tema de conversación estrella del viaje, tanto con los taxistas como con los camareros, sin excepción.
Tardamos unos 10 minutos en llegar hasta el centro y tal como habíamos quedado, nos dejan en el Imperial Mall donde aprovechamos para desayunar.
A pesar de que Miri no tiene demasiados atractivos turísticos, dedicaremos unas horas a recorrer los lugares más interesantes y tomar el pulso a esa ciudad Shell.
Sin abandonar el paraguas, empezamos por los Jardines City Fun que se encuentran frente a la mezquita de cúpulas doradas. Se trata de una serie de jardines temáticos y cada zona tiene diferente nombre: Garden of Vision, Islamic Garden, Botanical Ethnic Garden, Formal Garden, Chinese Garden, Health Garden… En el amplio recinto se encuentra también un centro cívico, una piscina pública y un anfiteatro, el más grande al aire libre de Malasia.
Nos dirigimos hasta el Mercado central y damos una vuelta por los variados puestos y por las shophouses exteriores regentadas mayoritariamente por chinos.
Tenemos pendiente organizar la excursión a las Cuevas Niah para mañana y no hay demasiadas opciones: Una de ellas es ir en bus público, la compañía Syarikat Bas Suria tiene 5 autobuses hasta Batu Niah, repartidos entre 6:30am y 4pm. De Batu Niah hasta las oficinas del Parque se puede llegar en barca motorizada, en taxi o caminando unos 45 minutos. El último autobús que regresa a Miri desde Batu Niah es a las 3:30pm.
La otra opción es contratar un transporte privado. Nos situamos en el mapa y vamos en busca del albergue Highlands donde, según la Lonely Planet organizan transporte a las Cuevas Niah por un precio razonable. Nos cuesta un poco encontrar el albergue pero al fin distinguimos el cartel. Subimos hasta el tercer piso del edificio y en recepción no hay nadie, solo un gato durmiendo encima del mostrador. Cansados de esperar nos vamos y justo al pisar la calle una mujer nos pregunta si estamos buscando alojamiento, resultando ser la encargada del albergue. Allí mismo en la calle hacemos tratos para el traslado a las Cuevas: 60RM por persona y nos recogerán en el hotel a las 8:30.
Seguimos nuestro recorrido por Miri y llegamos hasta el puerto que nos recuerda el pequeño pueblo pesquero que fue Miri antes que la industria del petróleo se asentara en la ciudad.
El sol empieza a apretar con fuerza y aprovechamos para descansar y para comer.
Ya recuperados, paseamos por el mercado de pescado con algunos ejemplares que nos resultan del todo desconocidos. Unos muchachos nos llaman y nos hacen señas para enseñarnos orgullosos el gran atún que tienen sobre el mostrador. Justo al lado del mercado se encuentra el gran Templo chino de Tua Pek Kong. La población china de Miri es muy numerosa y a esa hora el templo está muy animado de gente que va a ofrecer las barritas de incienso o algunos que intentan adivinar su futuro con los palillos chinos o chim.
A pesar de que ha quedado un día estupendo ya no tenemos tiempo de ir al P.N. Lamber Hills y al ser lunes el Museo del Petróleo está cerrado por fiesta semanal, o sea que tampoco podremos conocer a la Grand Old Lady, el primer pozo petrolífero.
Nos acercamos a la oficina de turismo para ver si tenemos la posibilidad de visitar alguna longhouse cerca de Miri. Nos comentan que hay una bastante cerca y aunque dicen, no es demasiado bonita, se puede llegar en autobús. Nos acercamos a la estación y cogemos el número 24 en dirección a Lambir. Pedimos al conductor que nos avise y al cabo de una media hora llegamos al pueblo Kampung Tunku Abdul Rahman.
Las longhouses son las casas tradicionales de los indígenas de Borneo. Se trata de casas comunitarias donde diferentes familias viven bajo el mismo techo. Haciendo honor a su nombre de “casas largas” algunas de ellas pueden llegar a tener hasta cien puertas. Detrás de cada puerta hay un diminuto apartamento unifamiliar pero lo realmente interesante de la longhouse es la veranda común que sirve de zona social.
La visita a una longhouse es una de las atracciones más solicitadas en Borneo, pero no me interesaba para nada ir a una longhouse turística, por muy bonita que fuera. Para eso ya habíamos visitado la de la Aldea Cultural de Sarawak cuando estuvimos en el Rainforest World Music Festival. Antes de entrar a una longhouse (a no ser que se haya pagado una cantidad considerable a un tour operador) siempre se debe esperar a ser invitado. En la oficina de turismo me anotaron en un papel el nombre del jefe, Rh.Jarek, por quien deberíamos preguntar. No hizo falta buscar demasiado porqué enseguida salieron a recibirnos. Primero se nos acercó el jefe y a continuación un grupo de mujeres y niños que nos invitaron a entrar.
Nos sentamos en la zona común y enseguida nos ofrecen te, zumos, galletas y licor de arroz. Son de la etnia iban, mayoritaria en esta zona de Sarawak. Me cuesta imaginar que hace tan sólo cincuenta años eran los temidos cortadores de cabezas humanas.
El jefe y algunas de las mujeres más jóvenes hablan bien el inglés y les bombardeo a preguntas. El resto, escuchan sin entendernos, pero nos miran y sonríen. Ellos también se interesan por aspectos de nuestra cultura y les sorprende enormemente que sólo tengamos una hija ya que ellos tienen una media de seis hijos. La longhouse es relativamente pequeña, y es de “sólo”23 puertas. Nos cuentan orgullosos que tienen electricidad las 24 horas del día, agua corriente, sanitarios y el pequeño pueblo dispone también de una guardería y una escuela de primaria. Me intereso por los famosos tatuajes de los iban, aunque sólo el más anciano de los presentes muestra el tatuaje en la nuez. Los iban acostumbraban a tatuarse todo el cuerpo, brazos, piernas y espalda y la parte superior de la mano si habían cortado alguna cabeza humana. Los diferentes motivos, flores y pájaros, tienen un gran simbolismo y cada diseño tiene su propia razón de ser. Se sorprenden con los tatuajes de los occidentales y no entienden muy bien esa moda, a pesar de que los jóvenes iban, aunque no se tatúan todo el cuerpo como sus antepasados, combinan algún diseño actual con otros tradicionales.
Pido hacer una foto al anciano de los tatuajes y a pesar de que no me entiende noto que se siente incómodo por ser el protagonista, y por supuesto descarto la idea.
Nos ha encantado visitar esta longhouse porqué no se trata de ningún show montado para turistas y hemos visto como viven realmente los iban cerca de una ciudad. No nos han recibido con taparrabos ni plumas en la cabeza, sino vistiendo vaqueros y con el móvil en la mano. No nos han explicado historias de sus antepasados cortadores de cabezas sino la realidad de cómo viven los jóvenes del pueblo, sus trabajos, sus avances, sus inquietudes y mirando al futuro en vez de intentar vivir del pasado.
Cuando nos vamos, les dejamos una propina que no quieren aceptar de ninguna de las maneras pero insistimos en que compren con el dinero algún regalo para los niños. Ha sido una bonita experiencia y nos despedimos de esa hospitalaria gente.
Paseamos por la carretera, donde se dispersan el resto de casas del pueblo pero al poco rato de caminar pasa un autobús al que hacemos señas para que pare y le preguntamos si se dirige a Miri. El chófer no tiene cambio pero insiste en que nos sentemos tranquilos; después de recorrer pocos kilómetros se detiene frente a una pequeña tienda de carretera y nos indica que podemos ir a buscar cambio, que el bus nos espera. Yo no creo que esto sea un hecho habitual, pero me sorprendió la tranquilidad del resto de los pasajeros. Intento imaginarme la misma situación en un autobús de aquí y creo que, como mínimo, linchan al conductor. No sé si será su filosofía de vida o su manera de ser, pero definitivamente no gastan tan mala leche como nosotros.
De regreso a Miri, nos acercamos al Tamu Muhibbab, otro gran mercado donde los dayak locales van a vender sus hortalizas. Ya están recogiendo pero nos da tiempo de comprar unos mini plátanos deliciosos y longan u ojos de dragón, una fruta parecida a los lychees.
Vamos caminando por la parte más moderna de la ciudad, donde se concentran varios locales y restaurantes con muy buena pinta. Llegamos al Centro Comercial donde hemos quedado con el chófer del hotel que se presenta puntual, como siempre.
Unos 10 minutos antes de la hora acordada ya estamos esperando en la casa club del hotel donde quedamos que nos pasarían a recoger para el transporte al Parque Nacional Niah.
La recepcionista nos dice que han llamado avisando que están en camino, pero pasa media hora y aquí no viene nadie. Por fin llega un coche (esperábamos un minibus) con un sujeto que no acabamos de identificar si es chico o chica. Lleva el pelo pintado de color rosa a conjunto con la camiseta que viste y lleva el coche decorado con infinidad de peluches y cojines, la mayoría de color rosa. Después de pasar por algunas urbanizaciones vamos a recoger a otro elemento, que también viste de rosa, y lleva unas uñas de pies y manos largas de escándalo. Josep Maria que se había sentado delante, pasa detrás con nosotras, los peluches y los cojines y dejamos a los hombres de rosa que hablen de sus cosas. Es curioso porqué siendo tan jóvenes, tendrán unos 23-25 años, no hablan más de dos palabras en inglés. No son malayos, sino chinos como la mujer del albergue que nos atendió ayer que debe dar trabajo a los chavales del barrio o a sus nietos.
El caso es que lleva el aire acondicionado a punto de congelación y va a 160 km por hora en una carretera llena de baches. Josep Maria dice que éste ha aprendido a conducir en un video juego y me parece que razón no le falta. Después de 110 kilómetros, llegamos al Parque Nacional y pactamos la hora de regreso. Nos registramos en la oficina del Parque y pagamos los 10RM reglamentarios por persona. Cerca de la oficina está la cafeteria – restaurante y algunos lodges que se ven decentes.
Para acceder a los caminos se debe cruzar el río Sungai Niah en barca ya que no existe ningún puente. Cuesta tan sólo 1RM pero el trayecto no dura ni dos minutos ya que se trata literalmente de pasar de una orilla a la otra. Lo primero que se encuentra es un pequeño museo situado en un bonito edificio de madera que muestra los diferentes hallazgos arqueológicos del lugar, donde se evidencia la presencia del hombre hace unos 40.000 años. A parte de ser el primer lugar poblado en todo el Sudeste asiático, nunca fue abandonado. Se ha encontrado un gran cementerio donde las distintas épocas desde el paleolítico hasta el 1400 aC distribuidas en diferentes capas, demuestran este hecho. También se hallaron muchos objetos, desde cerámica, joyas, etc que acompañaban al difunto a lo largo de su gran viaje hacia la otra vida.
Visto el museo, iniciamos el recorrido que transcurre por unas pasarelas de madera sobre el suelo y que desemboca en la Gran Cueva después de unos 3 kilómetros. A pesar de que la distancia es corta, lo hacemos muy despacio ya que nos detenemos a cada dos pasos porqué el lugar se lo merece. Es un agradable paseo por una selva primaria y la única compañía es una magnífica banda sonora. Intentamos caminar en silencio y los sonidos de diferentes pájaros, insectos y monos no nos abandonan ni un momento. Sabemos que hay macacos, proboscis e incluso serpientes y cocodrilos (ya que el camino transcurre paralelo al río) pero lo único que vemos son infinidad de mariposas de diferentes colores y tamaños, lagartos, ciempiés de un color rojo estridente, setas fluorescentes y una espesa vegetación. Los troncos de los árboles crecen altivos buscando la luz del sol y sus raíces superficiales se enredan entre rocas calcáreas de extrañas formas.
La primera cueva que se encuentra, la llamada Cueva de los Mercaderes, es donde antiguamente se realizaban las transacciones comerciales.
Si ésta ya me parece impresionante, a pocos metros se halla la Gran Cueva, de 250 metros de ancho y 60 metros de altura. Es aquí donde se llevan a cabo las dos actividades recolectoras: por una parte, la etnia de los penang es la encargada de recolectar los nidos de vencejo, una delicatessen de la cocina oriental, especialmente la china, a partir de los cuales se elabora la sopa de nido de pájaro. Es el único nido comestible y está hecho a partir de la saliva que segrega este pájaro parecido a la golondrina pero más pequeño. Ahora no es época de recolección pero podemos ver los altísimos palos de bambú que sirven para trepar y alcanzar los nidos. La otra riqueza que da la cueva es el guano, es decir, los excrementos de los murciélagos y de los mismos vencejos, un abono muy valorado. En este caso, no lo explotan los penang sino los iban.
El lugar es impresionante y las formaciones rocosas están recubiertas de un color verduzco del guano. La cueva es bastante oscura y la luz de la linterna no alcanza la parte más elevada y no podemos ver los nidos aunque se escucha el griterío de los pájaros en lo alto. Se debe andar con precaución porque el suelo es muy resbaladizo. Las imágenes desde el interior de la Gran Cueva hacia el exterior parecen sacadas de una película de Indiana Jones y las estalactitas que cuelgan del techo junto con la vegetación selvática de fondo nos ofrecen un panorama magnífico. La pasarela de madera continúa por el interior de la cueva pero primero hay que subir unas largas escaleras. Ahí la linterna se hace imprescindible porqué está totalmente a oscuras y debemos mirar bien donde ponemos los pies. Aquí el escenario de película de Indiana Jones se convierte en un escenario de película de terror. En algunos puntos hay agujeros por donde entra la luz natural e ilumina tenuemente.
Por fin salimos al exterior y seguimos unos diez minutos hasta la Cueva Pintada. Las pinturas, de un color rojo descolorido no se ven demasiado bien y cuesta distinguir los dibujos. Probablemente representan a cazadores y guerreros, algunos animales y las almas que acompañan a los difuntos en el viaje al más allá.
Volvemos a la Gran Cueva por el mismo camino y de aquí regresamos al punto de partida.
No me explico como un lugar tan interesante tiene tan pocas visitas. No sé si siempre será igual pero apenas nos encontramos cuatro o cinco personas en todo el recorrido.
Llegamos a la oficina del parque y vamos al restaurante a comer donde nos encontramos con los dos muchachos de rosa.
Volvemos hacia Miri y ahora le toca conducir al otro chaval, al de las uñas largas. Nos preguntan si queremos parar en la playa pero preferimos seguir el camino. El viaje de vuelta ha sido más o menos igual; quizás éste no ha alcanzado los 160 pero no ha bajado de los 140km/h. Nos han dejado en el hotel, les hemos pagado los 180RM y nunca más. La excursión nos ha encantado pero la fama que había leído sobre el albergue Highlands no la veo demasiado merecida: tres cuartos de hora de retraso, estrechos como sardinas en un coche bastante destartalado y lo que es peor, unos suicidas al volante. No nos han dado ninguna bolsa de pic-nic como había leído y no nos han dirigido la palabra en todo el trayecto. Al menos nos han devuelto sanos y salvos.
Una vez en el hotel decidimos aprovechar un poco las instalaciones y vamos a la piscina y al jacuzzi. También hay la posibilidad de remar por el lago pero ya es demasiado tarde.
Me conecto a Internet y recibo un mail de la oficina de turismo en que nos dicen que mañana a las 11:30 am nos pasarán a recoger para ir hasta Brunei. Los de la oficina de turismo sí que se ven gente formal. Cenamos en el hotel y mañana cambiamos de aires y de país.