El camino va y se pierde culebreando entre los centenarios olivos. Hace días que dejaron de oírse las voces de los jornaleros y el repiqueteo de las aceitunas en los esportones de goma. Ahora es el silencio entre las nieblas de invierno y el carraspeo de alguna curruca en las ramas.
Los troncos exhiben sin pudor el paso de los años: cicatrices del hacha y del tiempo, grietas donde duerme el lagarto o la culebra, oquedades para el nido de la abubilla.
Mi paseo se entrelaza con las rodadas del tractor, las hileras de olivos y las lindes. Mientras, mis recuerdos vagan por una infancia de olor a almazara y aceite, a frío y a chimenea, a callos en las manos y a trabajo en los inmensos olivares en Tierra de Barros.

Olivar entre nieblas

Camino

Olivares

Rodadas

Aceitunas para almazara

Culebra de herradura

Sombras de olivos

Tronco centenario

Lagarto ocelado

Curruca capirotada hembra

Arco Iris sobre olivar

Mosquitero

Abubilla
