Revista Viajes

Por el valle de la fuenfría

Por Javieragra

Si alguna persona te pregunta, amable lector, por un lugar de montaña donde emplear una jornada, dirígele hacia el aparcamiento de Majavilán en las Dehesas de Cercedilla. Añade que podrá recorrer la montaña durante más o menos tiempo según su expectativa y voluntad.
POR EL VALLE DE LA FUENFRÍAHemos llegado al Collado de Marichiva. Nos detenemos para admirar.
Hoy realizamos una breve e intensa ruta. La suave subida entre dulces pinos nos acercó, como en volandas, hasta el Collado de Marichiva. Es este punto paradigma de la vida: desde aquí puede el viajero tomar diversidad de caminos, diferentes opciones entre las que una tendrá éxito y tal vez en alguna ocasión pienses ¿qué habría pasado si…? No sientas nostalgia, amigo mío, continúa decidido el sendero emprendido.
Nuestra decisión apuntaba hacia el Puerto de la Fuenfría, Senda del Infante adelante. Entre pinos y ciclistas llegamos hasta la Fuente del Infante donde bebimos, aunque solamente fuera para agradecer a la naturaleza su abundancia en este mayo de verdor y vida.
POR EL VALLE DE LA FUENFRÍAFuente del Infante
Llegar al Puerto de la Fuenfría parece actualmente cuestión baladí, el coche o el tren nos dejan en lugares muy próximos. Antaño había por aquí diversas Majadas, Refugios y Ventas para el necesario descanso después del largo camino hasta este puerto que los romanos intuyeron, con mucha razón, como el paso más bajo entre las mesetas de Segovia y de Madrid. Permanecen aún diferentes restos y se pueden consultar variados textos literarios que atestiguan la soledad y lejanía de estos sosegados y bellísimos pinares.
Los montañeros saludan a diferentes grupos que aquí confluyen desde diversas rutas; pues estamos en otro paradigma de la vida al que se accede desde múltiples lugares, así meditamos entre la arboleda y los trinos que nuestros caminos diferentes suman todos el mismo esfuerzo hacia la fraternidad, la paz, la justicia y la libertad que son paredes del hogar común.
POR EL VALLE DE LA FUENFRÍAEstamos ya bajando por la Carretera de la República…detenemos nuestra marcha en el Mirador de la Reina lugar de primorosas vistas valle abajo.
Llegados a la Fuente de Antón Ruiz de Velasco, descendemos un trecho por el Camino Schmid hasta volver a encontrar la Pista de la República que seguiremos por breve tiempo para hacer una maravillosa ruta por el Arroyo de la Navazuela. Encontrar la Ducha de los Alemanes en este punto, carece de mérito montañero: está muy señalizado y con el suelo trabajado para permitir el acceso a cuantos quieran llegar hasta el entorno de agua, de tejos, de pinos... Se llamó a este lugar el “chorro del Árbol Viejo” por el añoso tejo que aún crece allí mismo. Se popularizó como Ducha de los Alemanes, por la reciedumbre de los primeros montañeros (entre los que sin duda también había alemanes) que lavaban aquí su fatiga y sudor después de luengas horas de camino.
POR EL VALLE DE LA FUENFRÍALa Ducha de los Alemanes en el Arroyo de la Navazuela, suena a sosiego entre los pinos y los tejos.
El Arroyo de la Navazuela viene cantando desde el cerro Ventoso. Los montañeros lo acompañamos aguas abajo, después de disfrutar de la Ducha de los Alemanes, por un sendero muy bien marcado entre el sosiego y la soledad, entre pinares risueños y recónditas praderas. Entre helechos y salgueros, canta un pequeño chorro que cae gracioso entre las peñas del arroyo, el Chorro del Tirón de la Miel. Entregamos el corazón a la naturaleza y a la paz antes de continuar hasta el puente sobre el Arroyo de la Navazuela.
POR EL VALLE DE LA FUENFRÍA
Sobre el puente, abandonamos la escondida senda y continuamos Pista Agromán adelante hasta salir al Puente del Descalzo que salva el Arroyo de la Fuenfría en un arquitectónico esviaje para suavizar en sesgos oblicuos la antiquísima calzada. Algún rato he pasado descansando junto al agua admirando la bóveda de cañón con la mampostería de sus piedras trabadas entre sí. Llegan, con el agua, recuerdos de las amarillas gageas ibéricas de las altas laderas y de los caducos narcisos abiertos como paraguas en solitarias umbelas, largos tallos ramificados en seis pétalos y seis estambres, diminutos focos de luz para encender sonrisas en los montañeros.
Javier Agra.

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