Por: Yohan González Duany
Sin escuetas ni formales notas oficiales y sin un Rafael Serrano con tonos altos y bajos, el pasado martes 2 de julio el Noticiero Nacional de Televisión informó sobre lo ocurrido en el VII Pleno del Comité Central del Partido Comunista cubano (CCPCC).
Más allá de destacar los avances en las políticas de implementación de los lineamientos o lo que se viene haciendo desde el Partido para luchar contra las ilegalidades y la corrupción, desde los medios de prensa extranjeros hasta los debates de mi abuela con su vecina el comentario de “¿Viste lo que pasó con Alarcón?”, fue el tópico del momento. Escuchar las tesis o valoraciones callejeras que se hacían sobre lo ocurrido o leer los artículos intencionalmente manipulados de medios de prensa como El Nuevo Herald o ABC.es me hacía recordar aquel 2 de marzo de 2009, cuando una Nota Oficial –leída precisamente por Serrano- anunciaba, en 12 puntos, varios movimientos dentro del equipo de gobierno cubano.
Desde que tengo uso de razón y comencé a entender las notas de Granma o las expresiones de Serrano, me he dado cuenta que en Cuba es todo un suceso cuando un dirigente, sea de la esfera que sea, es “removido”, “liberado” o hasta “promovido”; al punto de generar análisis acalorados en los hogares cubanos sobre las causas del suceso o el análisis de la semántica de la Nota. Pero son los medios de comunicación radicados fuera de Cuba quienes promueven, alrededor de estas noticias, supuestas tesis sobre conspiraciones y ajustes de cuenta que buscan, alejándose de un verdadero tratamiento periodístico de la noticia, incentivar los viejos discursos de los sacrificios y las decapitaciones.
El dirigente histórico Ricardo Alarcón acaba de ser «liberado» de sus funciones -eufemismo del régimen cubano que equivale a «purga»- en dos máximos órganos del Partido Comunista de Cuba (PCC, único): el Buró Político y el Comité Central. Alarcón renunció el pasado febrero al cargo de presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que ocupó durante dos décadas – ABC.es
El ex presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón de Quesada, uno de los líderes históricos de la revolución de Fidel Castro, fue desbancado de la élite política del país apenas cuatro meses después de ser relevado al frente del Parlamento cubano. (…) No hubo otras explicaciones sobre la salida de Alarcón y de otros dirigentes partidistas. – Café Fuerte
Todos estos ejemplos no pasan de ser manipulaciones de la noticia con fines políticos y sin un verdadero y profundo análisis ético y sobre todo neutral. Muchas veces, en lo personal, he visto como se ha manipulado una “liberación”, al punto de ser presentada por algunos medios extranjeros y sus acólitos como que fueron “tronados” o “sancionados”. Sobre ello recuerdo que en septiembre de 2008 circulaba la noticia de que el líder juvenil Hassan Pérez Casabona era expulsado de sus funciones como Segundo Secretario de la UJC de forma deshonrosa. Recuerdo que en la calle circulaban los rumores sobre ello, pero meses después tuve la oportunidad de ver al propio Hassan vistiendo de verde y ejerciendo como profesor en una academia de las FAR, e incluso sorprenderme pues un obituario al boxeador Teofilo Stevenson escrito por él fue publicado en junio del año pasado por el sitio digital Cubadebate.
Sin detenerme a analizar el por qué de la salida de Ricardo Alarcón o José Miyar Barruecos como miembros del Comité Central -cosa que no pretendo hacer pues sería muy poco ético de mi parte-, quisiera analizar el por qué para los cubanos es todo un “acontecimiento” cuando se anuncia que a X dirigente le serán modificadas su funciones. Y más allá del por qué, quisiera buscar el cómo lograr que de una vez por todas podamos asumir que, como el ciclo de vida del humano mismo, el dirigente: nace, se forma, es promovido y es liberado.
Durante el reportaje televisivo sobre las incidencias del VII Pleno, el propio Raúl Castro definía ante los asistentes al cónclave cómo es que debemos ver lo ocurrido con las bajas y altas en el CCPCC: “Por esa puerta se entra y por esa puerta se sale sin que constituya ningún demérito”. Más claro ni el agua. En sus palabras está la clave para que comencemos a entender y ver normal el hecho de la liberación o la remoción. Aunque a veces las palabritas, y voy a la semántica, tienden a confundir y hasta encuadrar la cosa.
En el caso de Alarcón, Barruecos y otros exmiembros del Comité Central, su liberación como miembros parte -y así fue expresado por Raúl- de lo acordado en la pasada primera conferencia del partido, que en uno de los objetivos de trabajos acordados expresa que: “Introducir el principio de que los miembros de los comités del Partido, en todos los niveles, deben presentar su renuncia, a esta condición cuando consideren que dejaron de existir las razones por las cuales fueron elegidos, sin que ello constituya un demérito o una actitud reprochable. Si ello no ocurre, el organismo del Partido correspondiente adoptará la decisión que considere conveniente”. Una decisión que de conjunto con la limitación a dos mandatos consecutivos de cinco años de todas las funciones político-administrativas, impulsada por el propio Raúl y que pronto podría estar incorporada en la Carta Magna, ayudarán a que desechemos la imagen del dirigente político o administrativo inmovible en sus funciones.
Hoy más que nunca debemos recordar al propio Ché cuando expresaba: Nadie es imprescindible.