Despertar amamantado por la resaca
en un hotel de Las Vegas
y descubrir que las dos grupis cariñosas
han desayunado
el contenido íntegro de la caja fuerte.
O aterido en mitad del desierto
calentándote con las llamas de tu piano blanco.
La viscosa certeza inexorable del vómito
como puerta de entrada al maloliente olimpo.
Janis llorando de nuevo desde el otro lado
de un teléfono dorado.
Atravesar un mar de jeringuillas hasta el escenario
para que el público te juzgue bostezando.
Marilyn demasiado desnuda tú demasiado borracho.
Tu manager en paradero desconocido.
Tus zapatos de gamuza azul ensuciados
por la venérea velocidad del tiempo.
Tu mejor amigo arrancando el Cadillac rosa
demasiado pronto
como para poder ver tu cara de idiota tras la máscara
en la puerta del National Bank.
Un tipo siniestro con gafas pidiendo un autógrafo.
Tu casero con tu guitarra eléctrica sonriente en las manos.
Patty Smith olvidando la letra de aquella puta canción
en tu funeral tardío donde no conoces a nadie.
No diré que todo esto me haya ocurrido;
pero sé exactamente lo que se siente.
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