Solo existen dos lugares en esta vida, dos solamente, y por más que busques no encontrarás otros.
Esos lugares son el pasado y el futuro.
Y si en uno de esos dos lugares estás en lo correcto, en el otro estás equivocado; y si en uno estás equivocado, en el otro tienes razón.
No existe más posibilidad ni alternativa.
En uno tienes razón, en el otro no. Siempre es así, siempre lo será y no puedes hacer nada por cambiarlo.
En cuál de esos dos lugares estás equivocado y en cuál acertado no es algo que elijas tú, sino que tu ego lo hace por ti.
Cuando tu ego es grande elige tener razón en el presente.
Te duele el error, la equivocación trae vergüenza y ansiedad. Sientes rabia y conoces la palabra frustración. Perder el tiempo te produce arrepentimiento y si lo que pierdes es dinero te tiras de los pelos.
El orgullo llora cuando la realidad no coincide con la intuición, la envidia asoma la cabeza e investigas para confirmar en lugar de para encontrar.
Sabes que vives ahí cuando tus sueños son moderados por una voz que dice que estás bien como estás» y que no quieres más. También si sugiere que es cuestión de suerte.
Cosas de los egos grandes para evitar mirarse en el espejo.
Ahora…
Cuando el deseo de abundancia es mayor que el dolor –y digo dolor y no miedo porque el miedo no existe, el miedo solo es es dolor preventivo– cuando eso ocurre, cuando el deseo de abundacia es mayor que el dolor, donde quieres tener razón es el futuro, y te diriges a él tan rápido como puedes.
Porque sabes, y si no lo sabes te lo digo yo ahora, y no tengas la menor duda de ello, que estás a 1000 errores de distancia de tener lo que quieras.
Eso es. Mil. Mil malditos errores. De lo que malditamente quieras.
Y solo tú decides a qué velocidad los recorres.
Por cierto, nadie te obliga a vivirlos todos en primera persona.
Cada día envío una lección de ventas. Cada día, sin fallo. Día que estás fuera, lección que te pierdes para siempre:
Acepto la política de privacidadLa entrada Por esto hay tanto vendedor fracasado y amargado se publicó primero en Luis Monge Malo.
