Asalia Venegas
El caso Snowden sólo ha sido un pretexto para que Estados Unidos muestre una vez más sus garras intervencionistas al resto del mundo sin desparpajo. Las viejas potencias coloniales, España, Francia, Portugal e Italia, “civilizadas” y primermundistas, hoy agobiadas por los mismos problemas socioeconómicos que les endilgan a los países pobres, han hecho tremendo papelón, rastrero y sin ningún pundonor.
Con el agravio al presidente de Bolivia, Evo Morales, de no permitirle sobrevolar el espacio aéreo ni aterrizar en estos países europeos, se violaron todos los protocolos de navegación, por decir lo menos. Se violentan flagrantemente los principios de no intervención y defensa de la soberanía. Sobre todo, se violan los derechos humanos y el derecho a la vida, no sólo de Evo Morales, sino de toda la tripulación que lo acompañaba. Amén de que se generó un enrevesado conflicto diplomático.
El pasado 2 de julio el mundo vio con estupor cómo se pretendía obligar una requisa al avión presidencial del Gobierno boliviano, que había partido del aeropuerto de Moscú, por las fuerzas gringas que andan desesperadas en busca del denominado espía de la CIA y que según sus reportes iba en esta nave. Ante la soberana negativa del presidente Morales se le negó aterrizar para abastecerse de combustible, ignorando lo que establecen los protocolos en este tipo de viajes.
Evo Morales ha dicho “la afrenta gringa me la hacen por ser indígena y antiimperialista”. La supremacía que enarbolan ha hecho decir a Kerry que ellos deben cuidar más su “patio trasero”. No se han dado cuenta de que estamos en el siglo XXI. Evo Morales no está solo. La Unasur, la Alba, los presidentes del Mercosur, de inmediato, levantaron sus voces en respaldo a Bolivia. Hasta la OEA se pronunció. Corolario: hoy Nicaragua, Venezuela y Bolivia ofrecen asilo a Snowden.