Buenas tardes. Un minicuento para leer rápido y así no congelarse leyendo sentado.
Por fin
Nunca lo veían de frente. Siempre lo escuchaban con un solo oído. Sentían su calor en la espalda, su aliento dulzón en la nuca.
Eso sí, jamás llegaban a rozarlo siquiera.
Los años pasaban, la familia crecía y se achicaba; todos lo conocían y él conocía a todos. Un día quedó una sola, una mujer añeja. Ya cerca de su último suspiro, se animó a la pregunta que nunca había sido pronunciada.
—¿Quién eres?
Aún ciega, supo que estaba frente a ella.
—¡Por fin alguien lo pregunta! Soy…
Se detuvo. Se inclinó sobre la vieja, la respiración había cesado.
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