CAPÍTULO NUEVE:
Por fin la he metido…
Buenas de nuevo, mis conspicuos lectores, Como ya os adelanté en mi pasada entrega, he comenzado una nueva vida, lejos de la tiranía del Imperio familiar, arrostrando con valentía la dureza de la vida en solitario, solamente con la ayuda de una beldad a la que de momento la llamaremos, uuhhhh, Leia. La manera en que Leia y yo llegamos a cruzar nuestras vidas os será relatada en alguna posterior entrega, pero hasta entonces ya sabéis, emoción, intriga y dolor de barriga.
En el día de hoy quería compartir con vosotr@s, mis jóvenes padawan, alguno de los aspectos menos gratificantes de vivir alejado del amor del hogar familiar (amor del hogar familiar= madre que te hace todas las cosas de manera abnegada). En efecto, convivir con otra persona no es fácil, y a pesar de que ya conozcáis mi carácter risueño y de trato extremadamente agradable es inevitable que surjan pequeños roces que pueden llegar a ser ciertamente incómodos. Y el primero ha sido hoy, en lo que podríamos llamar el caso de la lavadora infame.
Todo empezaba esta mañana, estando enfrascado en mis tareas habituales (concretamente pasando un nivel de Angry Birds Star Wars). En ese momento se me ha acercado Leia, y de sopetón me ha preguntado:
- ¿Sabes cómo funciona la lavadora?
Me la he quedado mirando azorado, y aunque he querido contestarla con una de mis habituales respuestas ingeniosas, sólo una funesta palabra ha salido de mi boca.
- Sí
- Te agradecería que pusieras la lavadora de color.
- ¿Tenemos una lavadora de color? ¿Y de qué color es? Yo creía que sólo teníamos una en la cocina y esa es blanca…
- ¡Qué chistoso eres! Me refiero a una lavadora con ropa de color. Ahora tengo que marcharme a hacer unos recados y me harías un gran favor sí pusieras la lavadora para que cuando vuelva estuviera la ropa del curro ya limpia.
Leia trabaja de… bueno en realidad no sé muy bien de qué trabaja, pero tiene que llevar un uniforme e incluso hace cosas tan raras como trabajar por las noches. Y de nuevo mi locuacidad se tomó un momento de respiro y sólo acerté a decir:
- Vale.
- Te lo agradezco muchísimo. Luego nos vemos. Espero que no surja ningún problema…
¿Problemas? ¿Qué Problemas? ¿Acaso estaba insinuando que no era capaz de realizar una simple tarea? Pues le iba a demostrar que estaba equivocada.
Así que realicé el cometido con la mayor presteza posible y me volví a mis quehaceres habituales. Leia volvió al de un rato y justo cuando iba a comenzar a ver de nuevo el quinto capítulo de la tercera temporada de Juego de Tronos escuché un grito infrahumano proveniente de la cocina, una mezcla entre el grito de guerra de los Orcos de Saruman y el estribillo de una canción de ese pseudo-cantante llamado Justin Bieber.
- ¡¡Dios, que has hecho!! ¡¡Yo te mato!!
Aunque la razón me indicaba que lo mejor era alejarse de allí lo más lejos posible, vencí mi natural cautela y asomé mi cabeza por la puerta.
- ¿Tú, %&#@, no dijiste que sabias cómo funcionaba la lavadora?
- Y lo sé, echas jabón a la lavadora, se mezcla con el agua, da vueltas la ropa para quitarle la suciedad y después vueltas más rápido para secarse.
- ¿Y por qué has hecho esto? Mis pantalones crema, mi ropa interior…
Mientras me hablaba me enseñaba unos pantalones de color clarito con unas extrañas manchas de tono rosáceo y braguitas y sujetadores de color marfil con unas erupciones de tono azulado muy poco favorecedoras. Al parecer, el culpable de este desaguisado era mi pijama azul y rojo de Ultimate Spiderman, pues se le veía con colores desvaídos y el rojo de las mallas de Spiderman, al convertirse en un rosa fuerte, le daba aspecto de participante en la Gay Parade.
- Yo no he hecho nada que tú no me hayas dicho, me dijiste que tenía que poner la lavadora de color y que dejará la ropa blanca para otro día. Y como ropa blanca tenemos tan poca, en concreto yo sólo un par de calcetines pues tardaremos una buena temporada en ponerla…
- ¿Tú eres tonto o qué? Aparte de eso, ¿Cómo se te ocurre poner ropa de color fuerte a esa temperatura?
- Perdona, pero ahí sí que no me pillas, me he mirado las etiquetas y en todas ponía no lavar a más de treinta grados, y te he recuerdo que esta mañana cuando te has marchado hacía más bien bastante fresco, como mucho quince grados, que te has tenido que volver para ponerte la rebequita…
- ¿Qué? ¿Pero tú eres oligofrénico o qué?
- Bueno, bueno, tampoco te quejes tanto que mira como ha quedado mi camiseta de Transformers (la uno, por supuesto, que el resto son basura) y no lloro tanto.
En efecto, en la camiseta salía la prota de la peli, y con las manchas rosas de la cara y unas marcas oscuras debajo de los ojos parecía una furcia de estética Neo punk.
Al final, y después de una colección de insultos impropios de una señorita y que no voy a reproducir por no ofenderos, llegamos al acuerdo de que yo debía pagarle toda la ropa que se había estropeado. Aunque lo más desagradable vino después, cuando le insinué sí existía la posibilidad de quedarme con la ropa interior dañada, con la idea de ofrecérsela a mi hermana por sí acaso le interesaba, no va y se marcha refunfuñando cosas como “asqueroso depravado” y “apártate de mí, cerdo”. Cosas de mujeres, digo yo, estos cambios tan violentos de comportamiento.
Pues eso, que tendré que esperar a otra ocasión para demostrarle a mi bella damisela que soy digno de su confianza. Y para vosotros, queridos lectores, un saludo venusiano y hasta la próxima.
P.D.: La camiseta la he puesto a la venta en EBay diciendo que era una edición especial Transformers vista por Agatha Ruíz de la Prada. Por lo menos, no todo se ha perdido…