He estado un par de días ausente por enfermedad. Primero el peque, luego yo... Un desastre. Pero ya repuesta os quería contar lo que sucedió el pasado lunes cuando comprábamos en la frutería.
Le suelo llevar conmigo a una frutería donde eliges tu el género, te pones el guante, coges las bolsitas y a comprar. Como siempre le llevo conmigo a todas partes, aún a riesgo de berrinches varios, le enseñé cómo podía ayudarme. Y como es colaborador, le encanta ir a la frutería. Entramos, coge su cesta de plástico, y coge las bolsitas, me las da y me pide que le ponga un guante, yo elijo las piezas y él se encarga del resto, echarlas en la bolsa, dejar las bolsas en la cesta, empujar la cestita por la tienda, ponerlas en la caja y hasta pagar. Todo lo hace con expresión de orgullo, se siente mayor. Es bueno dejar que los niños participen en las tareas más básicas porque son importantes y de ese modo ellos aprenden, su autoestima se eleva a las nubes y todos estamos contentos.
Ni que decir tiene que no todo es siempre tan idílico como cuento, hay días que nos enfurruñamos porque la bolsa no sale, porque no he cogido la manzana deseada, o porque el cielo está nublado. A veces los peques son así. Y más de un día hemos salido de malas maneras, pero muy contadas.
El lunes, como os digo, llegamos a la frutería, ya le conocen claro. Y estaba allí un vecino del portal de al lado con su abuela y su triciclo. Este niño tiene 20 meses. Ha sido siempre un niño muy dócil, muy bueno, pero está entrando en la edad peligrosa, la cercanía de los 2 años se deja notar. Estaba inquieto, quejoso, la abuela no le hacía caso, la mujer estaba pagando, y el peque cada vez más nervioso. Como le conocemos, mi hijo fue a él enseguida, muy redicho:
- "A... no llores, que ya no eres un bebé, mira como cojo las bolsas".
A. se quedó unos segundos atento a mi hijo, pero el estímulo no fue suficiente. Estaba claro, quería irse de allí y no sabía cómo hacérselo entender a la abuela. Por eso vienen muchos berrinches, porque no saben hacerse entender, se frustran, y a llorar tocan. Tengo un master en berrinches y rabietas ¿os lo había comentado?.
El caso es que la abuela, la pobre, mira a mi hijo y dice:
- "Ves A. qué mayor el nene y que bien se porta, ayuda a su mamá y todo. Ay hija (a mi) que suerte tienes, que buenecito se le ve. A. se porta cada vez peor, con lo bueno que era y mírale ahora. Pero mira el tuyo, da gusto verle".
Yo me quedé de piedra claro, que me digan cosas tan buenas de mi hijo, pues no estoy acostumbrada, con lo terremoto y lloroncete que ha sido. Este era de los de entrar en una tienda y ponerse a armar la marimorena. Pero el tiempo pasa, ellos crecen y todo parece normal. Y quien no ha visto y pasado lo previo cree que el angelito siempre fue así. Pero ahora me tocó a mi, me tocó decirle:
- Bueno, según el día, ahora ya es más fácil, pero lo nuestro hemos pasado. Es la edad, no te preocupes, que malos no son ninguno.
Que más podía decirle yo a la pobre señora, que se llevó rauda y veloz al nene y su triciclo. Cuando vea a la mami, con quien si tengo confianza ya la daré ánimos y la haré saber que todo pasa, y que es solo cuestión de la edad. Por algo lo llaman los "terribles" 2 años.
Nunca creí que llegara el día que fuera yo quien diera ánimos a otros, quien explicara que todo pasa, que los berrinches se van igual que llegan, que es la edad.... A mi me lo decían papás y abuelos de otros niños mayores, y yo la verdad viendo al mío desgañitarse en la arena del parque, no podía casi creerlo. Pero sí, parece cierto. Sigue teniendo su genio, es un niño de fuerte personalidad y de carácter decidido, lo cual a veces le juega malas pasadas, el típico "quiero y no puedo". Pero ahora puedes explicarle las cosas, te entiende y ante cualquier lloro al final la cordura y las palabras dejan ver el fondo noble que tiene. Por fin me tocó a mi decirlo. Creí que no llegaría el día.