Por fin un poco de cordura

A pesar de que las campañas electorales suelen ser tediosas, aburridas y repletas de frases hechas pero carentes de contenido, en esta última me lo he pasado muy bien. Comenzó como todas. Con la novedad de siempre: darte cuenta de que los políticos tan proclives a las sonrisas, al contacto y a los besos, sólo durante quince días cada cuatro años no vaya a ser que el contagio con el populacho les convierta en simples mortales, no tienen memoria histórica ni tan siquiera reciente y siguen hablando sin darse cuenta de que hay hemerotecas que pueden tirar por la borda toda su verborrea. Pero hete aquí que aparece un movimiento popular que les ponen los pelos de punta, que no controlan, pero que todos, en mayor o menor medida, quisieron manipular con su discurso sin percatarse de que se trata de un grupo heterogéneo en el que da igual la edad, la condición social, la ideología política y con un único objetivo común: mostrar el hartazgo ante tanto despropósito. He estado en la Puerta del Sol y lo que se respira allí es un clima de diálogo, de buen rollo, de organización, de ilusión, de ganas de cambiar el sistema aunque sea difícil y el camino esté lleno de trabas. Ya era hora de que la gente se echara, nos echáramos a la calle para protestar por tanto dislate. Y tras las elecciones, a pesar de que se han cumplido a rajatabla las previsiones de ganadores y vencidos, se ha comprobado que hay más alternativas y que todos, TODOS, tenemos que reflexionar.