Revista Diario
No solemos ser quienes queremos. Muchas veces decimos que lo mejor es que cambiásemos una u otra cosa de nuestro carácter para así avanzar y mejorar nuestras vidas. Puede que ese pensamiento antropocentrista nos haga ver de forma difuminada un presente paralelo que en el fondo va en círculos.Si fuera como tú, por ejemplo, valiente y sonriente, posiblemente acabaría mi cabeza en la boca de algún león, o incluso en mi propia boca, comiéndome porque alguna insensatez había cometido y no tenía alimento a mi alrededor. O si, por ejemplo, lo que me faltase fuese inteligencia, seguramente acabaría juzgando cada paso dado, y recriminándome cada cosa que no estaba del todo bien.Y aun creando el carácter perfecto, veo difícil que el mundo mejorara con todos en el buen camino. No somos tan importantes, aunque no lo parezca. El mundo estaba mejor sin nuestras lágrimas, sin descubrir lo que era el fuego provocado, ni la creación del asfalto.Puede que, viéndolo así, deseemos exterminar la humanidad. ¿Pero no formamos acaso parte de aquello que no nos necesita? Nuestras madres no nos necesitan para respirar, y sin embargo, si muriéramos, llorarían desconsoladas, y buscarían otra forma de encontrar a su hijo muerto.Debemos ser conscientes de que los cambios no deben ser desde un punto de vista meramente individual. A veces lo que necesitamos es ver qué podemos cambiar para que, en conjunto, no seamos un tumor para lo que amamos.