A finales del año pasado, concretamente en las postrimerías de noviembre, Antonio Hernández Rodicio, director de El Correo de Andalucía, acudió a la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla para darnos una charla a los alumnos de quinto curso sobre producción periodística.
En aquella ocasión, el bueno de Antonio nos habló, entre otras muchas cosas interesantes, de que El Correo de Andalucía había sido de los pocos medios que hizo frente a la crisis sin reducir personal en la redacción. Y tenía toda la razón, hasta ese momento no se había despedido a ningún periodista.
Hoy, apenas cinco meses después de aquel grato encuentro, me desayuno con la noticia de que El Correo de Andalucía ha iniciado la tramitación de un ERE para despedir a 22 de sus trabajadores.
Este blog ha sido especialmente crítico con la línea editorial de este periódico, vocero oficial de una de las corrientes del PSOE sevillano, en lo referente al tratamiento otorgado al conflicto de Tussam. También, por supuesto, con algunos de sus periodistas que han contribuido a difundir el discurso interesado sin demasiado rigor periodístico. Iba a poner algunos enlaces, pero hay tantos que prefiero remitir al lector a la hemeroteca de su web para comprobarlo.
Nunca me alegro cuando se despide a un trabajador y mucho menos cuando se hace en función de los altibajos de los beneficios del empresario. La realidad que refleja dicha circunstancia siempre es la misma: el empresario nunca está satisfecho con sus ganancias y acaba despidiendo al que lo pierde todo.
Sin embargo, ahora que al parecer cuecen habas en todos lados por igual, me brota una pregunta: ¿serían capaces de escribir los periodistas que se ven afectados las mismas barbaridades que escribieron de los trabajadores de Tussam contra ellos mismos? ¿Se plegarían ahora con la misma docilidad a los designios de la estructura de la información cuando las victimas no son otros sino ellos? Me asalta la duda.
¿Escribirían las mismas aseveraciones, sin contrastar y haciendo de altavoz del discurso oficial y sin apenas dar cabida a la versión de la otra parte del conflicto, cuando lo que está en juego es su propio puesto de trabajo y el futuro de sus familias?
¿Comprenden ahora la imperiosidad de pelear por lo que es tuyo con las armas que la ley te proporciona, pero con todas tus fuerzas y todo tu coraje, cuando el mundo que tanto sacrificio te ha costado levantar se te viene abajo de un solo plumazo?
Hoy, especialmente, me solidarizo con todos y cada uno de los trabajadores afectados que perderán su puesto de trabajo en El Correo de Andalucía. De manera significativa con los periodistas, porque como su propio director nos explicó durante la charla, “un periódico no es Suiza, la neutralidad no existe”. Lo que pasa es que con demasiada frecuencia, quienes vivimos del salario que nos paga el patrón, nos equivocamos de bando de manera meridiana. Y así nos va.
Sólo se me ocurre aconsejarles una cosa en estos momentos; decía Ernesto Ché Guevara que prefería mil veces morir de pie a vivir arrodillado y no le faltaba razón, porque el hombre comienza a sucumbir cuando pierde su dignidad y, antes que perderla, es preferible morir luchando por aquello que nos es indispensable para sobrevivir.
Y, aunque a dichos periodistas les cueste creerlo, la dignidad se puede perder escribiendo artículos a sabiendas que no pretenden informar, sino influenciar a la opinión pública en determinado e interesado sentido. Al lado de eso, la pérdida del puesto de trabajo es como un juego de niños.