Revista Viajes

POR LA RUTA DE CESAR VALLEJO EN PARIS (2da parte)

Por Pablosolorzano

En la entrada anterior habíamos llegado, siguiendo los pasos del gran César Vallejo, hasta el monumental JARDIN DES TUILERIES. Es momento ahora de cruzar el gran río Sena para dirigirse hacia la “rive gauche” (orilla izquierda), lugar que siempre ha estado asociado con los poetas, artistas y pensadores pero que hoy no es más que el rincón favorito de toda la pituquería (pijería) parisina y donde los aires de bohemia se han esfumado para dejarle sitio al ventarrón chic que ha levantado por las nubes los precios de todo; es seguro que los viejos bohemios y pobres poetas del ayer no podrían hoy pagarse ni un café en los restaurantes que pululan en la zona y viven de la leyenda de esta zona de París.
Desde las Tullerías hay que cruzar por algunos de los puentes que enlazan las dos orillas; en la ruta que ha elaborado el Instituto Cervantes se recomiendan los del Carrusel o el Royal pero nosotros cruzamos por el Pont Solférino que si bien es menos impresionante que los otros dos al menos es peatonal y, cosa curiosa, sus barandillas están llenas de cientos de candados en los que se han dibujado los nombres de varias parejas como símbolo de un amor eterno. Desde el puente se tiene una bonita vista del Musée de Orsay que es hacia donde nos dirigimos pero solo de pasada.

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Pont Solférino. París - Francia

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Pont Solférino. París - Francia

Tomamos la larga Quai Voltaire mientras miramos las barcas llenas de turistas que pasean por el plácido Sena y cruzan debajo de los arcos de los puentes Carrusel y del Royal. Luego de unos 10 minutos caminando llegamos hasta  la Rue des Saints-Pères por donde bajamos, en dirección al boulevard de Saint-Germain des Prés, hasta llegar a la facultad de medicina de la universidad René Descartes (ubicado en el número 45), que antiguamente fuera el HOSPITAL DE LA CHARITÉ. En este lugar Vallejo fue operado debido a una hemorragia intestinal que lo dejó al borde de la muerte. Sin duda, fue allí, en ese hospital, donde el poeta vivió las peores horas y días de su exilio parisino. Enfangado en un mundo de sombras, donde todo cambiaba para ser peor; donde no había esperanzas y la incertidumbre era el pan de cada día y, para colmo de males, sintiéndose esclavo de una soledad terrible que se ahondaba todavía más al saberse alejado de la gente que quería, de amigos que lo olvidaban, de promesas que no se cumplían.
“Parece que la mala suerte sigue empecinada en herirme. Esta carta la escribo desde el hospital de la Charité, Sala Boyer, cama 22, donde acabo de ser operado de una hemorragia intestinal.  He sufrido mi querido amigo, veinte días horribles de dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles… Ahora, en la convalecencia, lloro a menudo por no importa qué causa cualquiera... A menudo me acuerdo de mi casa, de mis padres y cariños perdidos.” Carta a Pablo Abril de Vivero. 19 de Octubre de 1924.

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Universidad René Descartes (antes el HOSPITAL DE LA CHARITÉ)

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Universidad René Descartes (antes el HOSPITAL DE LA CHARITÉ)

Pero, ¿fue la experiencia parisina de Vallejo un solo de dolor y de tragedia?; ¿hubo, acaso, momentos en que la vida le dio una tregua y le permitió momentos de tranquilidad, de alegría, de entusiasmo?
Las fotos parisinas que se pueden ver de César Vallejo nos muestran un hombre callado, taciturno; como si estuviera en un estado de meditación perenne; buceando dentro de sí mismo y tratando de domar las bestias de un dolor que solo él conoce. Amplia la frente; con cejas largas que llenan de sombras sus ojos algo rasgados y una nariz de rapaz que contrasta con el ancho cuadrado de su mandíbula. Esa es la quintaesencia de la idea que tenemos, o queremos tener, los peruanos de Vallejo. En su libro “César Vallejo en el siglo XXI”, que no he tenido el gusto de leer pero sobre cuyo contenido sé gracias a una entrevista publicada en el diario peruano La República, el poeta peruano Reynaldo Naranjo, luego de serias investigaciones, ha incidido en una faceta poco conocida, o poco aceptada, del poeta Vallejo: él era, también, un hombre alegre, sonriente y amante de la vida; faceta de la que cada vez se habla más aunque todavía muchos prefieren ignorar o negar para tener al escritor peruano entronizado siempre en su altísimo olimpo sombrío y trágico.
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Es indudable que el poeta tuvo sus sinsabores y que los dos primeros años de su vida en París las pasó mal pero nunca dejó de tener algunos trabajos que le permitían vestirse como un dandi: zapatos brillantes, impecable traje, llamativo anillo y bastón. Naranjo saca a la luz a un escritor que si bien necesitaba de la soledad para sus meditaciones y escrituras también adoraba estar con sus amigos -a quienes pícaramente llamaba “zorrillos”-, participar en las tertulias y hasta hacer sesiones de espiritismo en las que se convocaba el alma de un asesino ruso para que matase a Franco. Vallejo no renunciaba a la alegría y, amigo como era de la noche, seguía a un compañero músico a pedir dinero mientras entonaban unos huaynos en los puentes parisinos para así tener dinero y seguir la fiesta en cualquier bar. En “Correspondencia completa. César Vallejo”, editado por Jesús Cabel, se nos cuenta que Alina Lestonnat, cantante de tangos y compañera del músico Alfonso Silva, recordaba al poeta en su faceta más carismática: “Vallejo sabía hacer chistes muy bien hechos. No era hombre que vivía sumido en la tristeza… Era muy tierno. Dulce… Vivía sin la menor amargura.”

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Bohemio César Vallejo en París con amiga Henriette y Carlos More en 1926

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Otra valiosa fuente de información que nos da una idea de ese “otro” Vallejo es el artículo llamado “Vallejo sabía reír” escrito por Luis Aguirre para la revista peruana Caretas en el cual se recogen testimonios de amigos cercanos al poeta en su tiempo parisino. Uno de ellos es Juan Domingo Córdoba quien, cuenta Aguirre, en su "César Vallejo del Perú profundo y sacrificado” nos da noticias de un poeta disipado y exultante de vida que visita museos, conciertos, obras de teatro; que deambula por los cafés de París y "por los derroteros de la borrachera”; bailando alegremente en el "Gypsy" o en "Les Noctambules" del Quartier Latin. Bohemio, jaranero y amiguero; aventurero también en las lides amorosas; siempre tratando de conquistar a una mujer: “¿Y Marujita? Créeme que estoy totalmente perdido de amor por ella… Pero todo será en vano… ¿No querrá venir a París, para lanzarla en el Gipsy?”, le escribe a Juan Larrea el 25 de noviembre de 1925. Aunque, al mismo tiempo, parece haber tenido, a veces, una especie de velado rechazo a los placeres carnales: “… la zorrilla no me dejaba permanecer casto y me ha empeorado. Pero como ya se ha ido la vampiresa, me estoy curando otra vez… ¡Esto del sexo es una vaina!”, le confiesa a Larrea en enero de 1926.
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Por momentos, la lectura de su correspondencia y biografía me induce a pensar que en cuanto a los líos del corazón Vallejo podría haber sido algo práctico pues, aparentemente, no dudaba en dejar de lado a una amante por cualquiera otra si el cambio fuera lo suficientemente conveniente lo que no quiere decir que sus relaciones fueran yermas y estériles de amor: a la dulce, bondadosa e ignara Henrriette la abandona por Georgette (con quien se casaría) que no era precisamente un dechado de dulzura sino todo lo contrario: Mario Vargas Llosa cuenta en el PEZ EN EL AGUA que Pablo Neruda solía decir que Vallejo le temía tanto a su mujer que se escapaba por las ventanas de su departamento para encontrarse con sus amigos. Pero Georgette era una muchacha joven y pertenecía a una clase media algo venida a menos; en resumen, un mejor partido. Aunque sospecho que, después de todo, era Henriette (sobre quien he escrito en la entrada anterior) quien le daba un poco más de tranquilidad por su carácter amigable“En cuanto a las zorrillas, peleé con Georgette y he hecho volver a Henriette. Así son las cosas de inesperadas. En todo caso, estoy más tranquilo…” Carta a Juan Larrea. 5 de mayo de 1927.

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http://www.periodistadigital.com/

Leyendo la poesía y la correspondencia vallejiana uno cree que el vate andino no dejó jamás de llorar, ni de pedir dinero prestado a cuanto amigo pudiera, ni de pensar solo en lo malo que era la vida. Pero, ¿por qué Vallejo solo reflejó en sus escritos ese dolor y no le dio espacio al humor, a la alegría de vivir del que él tanto disfrutaba? Imagino que era un poeta extraordinariamente sensible al que lo único que llegaba profundamente y motivaba a escribir eran las injusticias del mundo, la mala fortuna y el desarraigo que sufría: mientras que hacia afuera era vitalidad y deseos de compartir buenos momentos con sus amigos, toda una procesión de sombras le recorría por dentro.
El siguiente punto de nuestra ruta nos lleva hasta un lugar que está ubicado a casi 2 kilómetros de la facultad de medicina René Descartes por lo que recomiendo que se tome el metro. La parada más cercana es la de Saint Germain des-Prés, por allí pasa la línea violeta que en unos minutos nos lleva hasta la parada Vavin. Desde allí podemos alcanzar fácilmente el café-brasserie de LA ROTONDE, ubicado en la esquina que hace el boulevard Montparnasse con el de Raspail. Vallejo decía de este café: “He aquí el café sonoro, amado de los artistas, de los vagabundos, de los snobs y de las faldas inciertas”.

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CAFE LA ROTONDE. París - Francia

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CAFE LA ROTONDE. París - Francia

Aparentemente, nuestro hombre frecuentaba este sitio mientras vivió en esta parte de la ciudad de la que no se fue sino hasta finales de 1925 cuando dio el salto hacia la “rive droite” (orilla derecha del Sena) para trabajar allí y vivir en los hotelitos de la zona; lugares que hemos recorrido en la entrada anterior.
“Entregué tu carta a Guita. Se puso contentísima. En este instante acaba de estar conmigo en La Rotonde…” Carta a Juan Larrea. 19 de enero de 1925.
Dejamos la Rotonde y, luego de cruzar el boulevard Montparnasse, caminamos hacia la rue Delambre, en la que se encuentra el antiguo HOTEL DES ECOLES (hoy hotel Lenox), exactamente en el número 15. Allí vivió César Vallejo durante los dos primeros y complicados años de su estancia parisina en la que, sin trabajo y sin apenas hablar francés, tuvo que vérselas para sobrevivir.
“Me hallo sin un céntimo, completamente pobre. Le ruego que, si le es posible, me proporcione algo mañana viernes 1ero de febrero… Puede usted enviármelo… al “hotel des Ecoles”… Rue Delambre.  arr 14.número del hotel 15. Usted lo conoce.” Carta a Pablo Abril de Vivero. Jueves 31 de enero de 1924.

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HOTEL DES ECOLES (hoy hotel Lenox). París - Francia.

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HOTEL DES ECOLES (hoy hotel Lenox). París - Francia.

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HOTEL DES ECOLES (hoy hotel Lenox). París - Francia

Seguimos bajando por la calle Delambre hasta alcanzar el tranquilo boulevard Edgar Quinet. Desde esa intersección podemos ver a nuestra derecha el HOTEL ODESSA, exactamente en la esquina que hacen la calle Odessa y el boulevard Quinet, que es un lugar importante en este recorrido pues es este el primer hotel en el que se alojó Vallejo cuando llegó a París. Vivir en hoteles fue algo común para él durante los casi 15 años que vivió en París pues era, entonces, una opción bastante económica. Hoy, al igual que los cafés donde escribieron o tertuliaron, los hoteles donde poetas y músicos malvivieron han dejado de ser la económica opción que siempre fueron para poner en sus puertas varias estrellas lo que hace que hoy sea costoso (para cualquier mochilero) hospedarse en ellos. ¡Cómo cambian los tiempos!

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HOTEL ODESSA. París - Francia.

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HOTEL ODESSA. París - Francia.

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HOTEL ODESSA. París - Francia.

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HOTEL ODESSA. París - Francia.

Desde el hotel Odessa es fácil ver, en realidad se la puede ver desde casi cualquier rincón de París, la altísima Tour Montparnasse  que se erige en lo que fuera antes la estación de tren a la que llegó Vallejo. Imagino al poeta descendiendo emocionado y temeroso del tren que lo trajo desde La Rochelle; mirando el mundo maravilloso que ahora se abría ante él; una ciudad adonde debía llegar todo aquel hombre que se considerase culto y que quisiese estar en el centro donde se amasaban las ideas. Como todo inmigrante esperanzado, deja de lado las sombrías ideas del temor al fracaso y se propone imaginar una vida satisfactoria y plena en su nuevo hogar.
“París! París! ¡Oh qué grandeza! ¡Qué maravilla!... ¡Oh qué maravilla de las maravillas!... Llegué ayer 13, a las 7 de la mañana… París no tiene principio ni fin. Es para no acabar… Hermanito: jamás soñé cuando yo era niño que algún día me vería yo en París, alternando con grandes personajes. Todo me parece que estoy soñando, y me miro y no me reconozco. ¡Tan humildes hemos sido, tan pobres!” Carta a Víctor Vallejo, su hermano. 14 de Julio de 1923.

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Tour Montparnasse. París - Francia.

París, sin embargo, le defraudará. No tiene apenas dos meses viviendo en este nuevo mundo cuando sus quejas y lamentos ya se empiezan a oír: “Europa es así: tiene sus tiempos en que pueda dar y otros en que lo estruja a uno el espíritu y le despoja de lo que le dio y de algo más nuestro”. Carta a Carlos Raigada. 15 de setiembre de 1923.
Montparnasse sería un lugar por el que el escritor peruano andaría mucho y del que tendría grandes recuerdos. Era un sitio que mezclaba los cabarés con la tertulia más exquisita pues entre las calles de ese barrio se movían gente como Picasso, Hemingway, Matisse, Cocteau o el inmenso Modigliani. No es de extrañar que Vallejo lamentara haber perdido a los amigos que tuvo allí alguna vez: “Los amigos de Montparnasse han desaparecido casi en su totalidad. Unos se han vuelto a América, otros han partido a viajar sin saber por dónde. En especial, de aquel simpático grupo de muchachos que era el nuestro, ya no queda nadie. Yo mismo voy muy poco por La Rotonde. La vida es así, mi querido Max”. Carta a Max Jiménez. 21 de diciembre de 1926.
Hay que dejar el hotel Odessa y cruzar al otro lado del boulevard Quinet pues allí se ubica la rue de la Gaîté el cual el Instituto Cervantes de París, institución que, como dije, ha creado este recorrido, recomienda visitar. Es una larga arteria donde todavía se pueden apreciar algunos locales que han conservado su ambiente de placer, de la "gaîté" (alegría), de inicios del siglo 20. Se cree que en uno de los bares de este bar Vallejo terminó la escritura de su ESPAÑA, APARTE DE MI ESTE CALIZ cuando regresó del frente hispánico con el alma insuflada de amor republicano y comunista. Los pocos bares y brasseries que yo vi no tenían un ambiente bohemio sino más bien uno bastante sofisticado y ordenado en donde hombres de saco y corbata hablaban sin sonreír mientras otros miraban sus ordenadores portátiles. 

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Rue de la Gaîté. París - Francia

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Rue de la Gaîté. París - Francia

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Rue de la Gaîté. París - Francia

Le damos la espalda a la torre Montparnasse y bajamos por la acera derecha del boulevard Quinet pues por allí llegaremos a la entrada principal del célebre cementerio del barrio, sitio en donde acabaron las fatigosas andanzas de nuestro poeta. Desde marzo de 1938, César Vallejo padeció unas fiebres a los que nada parecía curar. Se le hicieron placas de los pulmones y diferentes tratamientos pero era imposible desentrañar el secreto del mal que el poeta sufría. Se cree que murió de una fiebre palúdica que adquirió cuando vivía en Perú y que se mantuvo en su organismo hasta que emergió de nuevo en París debido, entre otras muchas cosas, al frenético ritmo con el que vivió la última etapa de su vida en que puso su esfuerzo y dedicación a favor de la causa de la lucha republicana española. Así estuvo durante seis semanas, padeciendo fiebres de 41 grados y profiriendo gritos desgarradores. Hasta que le hicieron una punción lumbar que no resistió y empezó a agonizar. A las 5 de la mañana del 15 de abril, último día de su vida, empezó a delirar: llamaba a su madre, a su amigo Larrea, y media hora antes de morir solo decía: “España. Me voy a España” y entonces su cuerpo no aguantó más; el hombre que había nacido “un día en que Dios estaba enfermo, grave.”, finalmente murió.
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Como si su destino hubiese estado unido al de la República española por una poderosa fuerza subterránea, la vida de Vallejo se extinguía casi al mismo tiempo que España era socavada por el fascismo. El esfuerzo que César Vallejo hizo por la última causa en la que creía, había sido en vano.

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Foto de la página http://impactoguerracivil.blogspot.com.es/

De su muerte se hicieron eco los diarios de izquierda; los grandes de las letras francesas como Aragon y gente como Tzara se apersonaron al sepelio que fue costeado por el gobierno peruano. Como se ve, Vallejo no murió ni olvidado ni tan pobre. Se le enterró en el Cementerio de Montrouge (43, avenue de la République-Montrouge) el 19 de abril de 1938; es decir, después de cuatro días del Viernes Santo en el que murió. Él había profetizado que se moriría un jueves, casi acertó.

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Foto de la página http://impactoguerracivil.blogspot.com.es/

Desde Montrouge sus restos fueron trasladados, el 3 de abril de 1970, hasta el CEMENTERIO DE MONTPARNASSE. Este camposanto es un lugar muy grande y, para mi gusto, uno de los rincones más maravillosos de París. Nos recibe allí un cartel con el mapa que indica la ubicación de algunas de las principales tumbas (también se puede pedir un mapa en la oficina de información) y una ancha calle principal bordeada de árboles y pequeñas flores cuyos coloridos pétalos alteran alegremente la solemnidad del sitio.

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Cementerio de Montparnasse. París - Francia.

La tumba de Vallejo se ubica en la División 12º, Línea 4º del Norte, Nº 7 este. Pese a haber tenido esta referencia encontrar el sepulcro no fue muy fácil ya que según el mapa que teníamos lo que está indicado como avenidas no son más que estrechísimos senderos por donde hay que entrar pisando alguna que otra tumba. Apelando a nuestra paciencia pudimos encontrar por fin el lugar donde acabaron las aventuras del gran poeta en el París de sus amores y desgracias. Sobre la lápida del poeta se puede leer CÉSAR VALLEJO, QUIEN QUISO REPOSAR EN ESTE CEMENTERIO y un poco más abajo este otro mensaje: J’ AI TANT NEIGÉ POUR QUE TU DORMES (“He nevado tanto para que duermas) que fue escrito por su viuda. Allí está y enriquece la espléndida pléyade de artistas y escritores cuyos restos también reposan en este camposanto: Julio Cortázar, Sartre y Beauvoir, Baudelaire y el extraordinario Maupassant, entre muchos otros.

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Tumba de César Vallejo en el cementerio de Montparnasse. París - Francia.

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Tumba de César Vallejo en el cementerio de Montparnasse. París - Francia.

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Tumba de César Vallejo en el cementerio de Montparnasse. París - Francia.

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Tumba de César Vallejo en el cementerio de Montparnasse. París - Francia.

Es uno de los primeros días de la primavera y en el cielo abunda un azul infinito; el sol relumbra con fuerza como para hacer sentir que por fin está de vuelta. Bajo la desnuda sombra de los árboles, gatos negros y pardos maúllan y pasean ociosamente entre una abigarrada y hermosa aglomeración de esculturas funerarias y lápidas; el silencio anestesia el lugar por lo que es un buen refugio no solo para los muertos sino también para los vivos: no es raro ver a más de un oficinista sentado en una banca tratando de calmar la ansiedad del trabajo lejos del escritorio o a un hombre solitario leyendo las sangrientas nuevas que manan los titulares de un periódico.

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Cementerio de Montparnasse. París - Francia.

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Cementerio de Montparnasse. París - Francia.

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Cementerio de Montparnasse. París - Francia.

Acaba nuestra peregrinación, hemos llegado hasta el lugar donde reposan los húmeros de don César; hombre cuya obra convierte la vida en un hecho divino, en un placer al ser leída, admirada, consultada. Hombre cuyo genio ha hecho que miles y miles creamos firmemente en las posibilidades del ser humano, en la belleza de la palabra, en la pureza de los principios. Hombre que vivió intensa, melancólica, alegremente. De todo ello “son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos…”
Pablo.
Coda: ¿Qué fue de Georgette Phillipart? Dedicó el resto de su vida a ensalzar y difundir la obra de su esposo con un entusiasmo que rayaba en el fundamentalismo. Ya bofeteaba a un editor por no haber puesto una imagen idónea de Vallejo en la tapa de un libro como tiraba monedas e insultaba en público a Gerardo Diego que, con poco tino, dijo que César Vallejo se había muerto debiéndole unas pesetas. Su mal humor se hizo legendario como bien lo dice Mario Vargas Llosa en su libro EL PEZ EN EL AGUA: “La amistad con ella era dificilísima, como atravesar un campo de brasas ardientes, pues la cosa más nimia e inesperada podía ofenderla y desencadenar sus iras”.

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Foto de la página http://nalochiquian.blogspot.com.es/

Georgette se fue a vivir al Perú y se dio tiempo para conocer la casa de su marido en Santiago de Chuco. En Lima malvivía frugalmente dando clases de francés. Tenía no solo una personalidad temible sino también excéntrica: Vargas Llosa cuenta que ella ponía cucharadas de azúcar a las hormigas; que iba siempre enfundada con un turbante negro y que su pasión era pelearse con los editores que habían publicado o pretendían publicar a Vallejo. Por otro lado, el premio Nobel peruano resalta la generosidad de esta mujer; su disposición para ayudar a los poetas comunistas pobres u ocultar en su casa a políticos de izquierda que eran perseguidos. Finalmente moriría en Lima el año 1984.
BIBLIOGRAFIA
CORRESPONDENCIA COMPLETA. CESAR VALLEJO. EDICION: JESUS CABEL. EDITORIAL PRE – TEXTOS, 2012.
EL PEZ EN EL AGUA. MARIO VARGAS LLOSA.EDITORIAL SEIX BARRAL.

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Por  Hansell Hamilton Hans
publicado el 29 octubre a las 18:44

DESCANSA EN PAZ QUERIDO TIO POETA : CESAR VALLEJO.................