La senda discurre por la antigua caja del ferrocarril que durante décadas transportó el carbón extraído en las minas de Quirós y Teverga. De ahí la suave pendiente del trazado; de ahí también, los túneles y puentes que nos encontramos a lo largo de un itinerario que, atravesando estrechos desfiladeros y salvando ríos, se va abriendo camino por los valles de los concejos de Santo Adriano, Proaza, Teverga y Quirós.
Dado que la senda tiene forma de Y, con tres posibles inicios/finales (Tuñón, Entrago, embalse de Valdemurio), la distancia total, enlazando sus tres extremos, nos llevaría a recorrer casi cincuenta kilómetros, razón por la cual lo más frecuente es hacerla por tramos (también, integrar una parte de su recorrido en otra ruta, tal y como nosotros hicimos en la Ruta circular en torno a la sierra de Caranga). Otra alternativa es la de coger la bicicleta y disfrutar del paisaje a golpe de pedal. Y a eso vamos.
Una vez tomada la opción, hay que decidirse por el lugar de inicio. Y nosotros optamos por hacerlo desde Entrago: se pedalea mejor si el sentido de la marcha es descendente (y si a la vuelta estás cansado y no quieres regresar pedaleando, pues no hay problema: te recogen transportándote hasta el punto inicial).
Características
- Tipo: lineal (ida y vuelta)
- Dificultad: ▲▲▲▲▲
- Itinerario: Entrago - Proaza - Villanueva - Tuñón (y regreso)
- Señalización: buena
- Desnivel: 340 metros
- Distancia: alrededor de 43 kilómetros
- Duración: unas seis horas
Situación y distancias
Distancias por carretera a La Plaza, capital del concejo de Teverga,
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Cómo llegar al punto de partida
Iniciamos la ruta en Entrago, localidad situada a unos dos kilómetros de la capital del concejo, distancia que recorreremos en poco más de dos minutos por la carretera AS-228. Una vez allí, nos encaminaremos hacia el área recreativa, lugar en el que se localizan las instalaciones de Maquila Aventura, nuestro lugar de salida.
A la hora de alquilar las bicicletas que mejor se adapten a nuestras condiciones lo recomendable es dejarse aconsejar por Marcos y su equipo. Luego, pertrechados con la información de la ruta que nos han facilitado y con la seguridad que nos da el hecho de saber que en caso de necesitarlo nos irían a buscar, iniciamos el recorrido sin prisa, pedalada tras pedalada, disfrutando de todo cuanto nos ofrece la senda.
Tal y como habíamos pensado, el sentido descendente de la marcha hace que todo resulte más sencillo: le cogemos el tranquillo a nuestras bicicletas desde el primer momento y nos dejamos llevar casi sin esfuerzo de parada en parada, de fotografía en fotografía, de belleza en belleza.
En un primer momento el protagonista es el río Teverga, cuyas aguas observamos desde las oquedades de un túnel, en los diferentes puentes que salvan su sinuoso cauce, a la orilla del embalse de La Horniella que en Las Ventas lo remansa, al pie de los desfiladeros que atraviesa. A la altura de Caranga se camufla con las del Quirós y, convertido ya en río Trubia, perdemos su pista.
En Caranga se dan la mano Quirós y Teverga: allí se unen sus ríos; allí las carreteras que conducen a sus capitales; allí lo hacían antaño los ferrocarriles que transportaban el carbón extraído de sus entrañas y allí lo hacen hoy los dos ramales de la Senda del oso. Por el común sendero llegamos al desfiladero de Peñas Juntas (Peñas Xuntas). Parada obligada, pues su majestuosidad se aprecia mucho mejor si se atraviesa a pie (preferentemente en sentido ascendente) recorriendo con la mirada el tajo abierto entre las escarpadas rocas.
No tardamos en llegar a Proaza. A la entrada, la senda se cruza con la carretera que conduce a Villamejín: el viejo camino real que por la collada de Aciera se adentraba en tierras quirosanas. El cruce es el lugar idóneo para adentrarse en la villa, pues, además de otras razones, cuenta con sugerentes locales donde poder tomar una buena ración de queso (¿que tal afuega´l pitu?) regada con una refrescante sidra.
Reconfortados nuestros cuerpos tanto por el gratificante refrigerio, como por el agradable paseo por las calles de Proaza para contemplar algunos de sus edificios más notables como la torre medieval o el palacio de González Tuñón, retomamos la senda en el mismo lugar que la dejamos para dirigirnos a uno de los puntos más atractivos de la jornada: el cercado osero.
Después de recorrer alrededor de un kilómetro alcanzamos a ver la valla que rodea la parte inferior del recinto. En total son alrededor de cinco hectáreas, pero sólo es en esta parte baja, en la cual se encuentra un pequeño estanque y una jaula comedero, donde se puede observar a Paca y Tola, dos hembras de oso pardo cantábrico para las cuales, tras ser halladas en poder de unos furtivos que habían matado a su madre, se construyó el cercado. Salvo en los meses de hibernación (diciembre, enero y febrero), no es infrecuente verlas en la zona durante las horas centrales del día, pues alrededor de las doce se las da de comer.
Aunque la presencia de las osas al pie de la senda sea una de sus principales atractivos, no es el único, como bien podremos contemplar a medida que nos acerquemos a Villanueva, capital del concejo de Santo Adriano. La primera parada tiene lugar al lado de la iglesia parroquial de San Román (también conocida como San Romano), un edificio de origen románico de nave única y ábside semicircular, en cuyo interior conserva una pila bautismal, probablemente románica.
Y de camino hacia el centro de la población nos encontramos con este precioso puente medieval, alomado y con un solo arco. En la otra orilla se encuentra un espacio ideal para realizar una parada de avituallamiento, ya que allí se localiza un bar-tienda (El cielo de Zacarías, se llama) con zona bien habilitada para el reposo, pues cuenta con zona exterior, al pie de un hórreo, bien surtida de mobiliario y utensilios tradicionales.
Tras el agradable y reparador descanso, proseguimos camino del área recreativa de Tuñón, en cuyas inmediaciones la senda entronca con la que, también por una antigua vía de ferrocarril, comunica Fuso de la Reina con Oviedo y de la que ya hemos dado cuenta. Pero, claro está, no es a lo que estamos, que lo que toca ahora es dar la vuelta, rumbo a Entrago y, queda dicho, el camino ahora es ascendente. Bueno como no estamos cansados y el tiempo acompaña, decidimos que lo mejor sería regresar pedaleando. Así que cuando, de regreso a Villanueva, nos encontramos con Marcos de Maquila Aventura, le dimos las gracias por el ofrecimiento, pero le dijimos que nosotros queríamos seguir disfrutando de la Senda del oso... en bicicleta.
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