Esquina e iglesia de Santa Capilla
¿Qué hacer en Caracas? No sé cuántas veces he escuchado esa pregunta. La ciudad busca a gritos espacios amables y gente que acuda a ellos. Sí hay mucho qué hacer en Caracas; estamos llenos de arte, de música, de rincones insólitos, de historias únicas. Pero hay que salir y buscarlas. Hay que ir y contarlas. Siempre digo que para caminar por Caracas es mejor que te lleven de la mano y así uno entra en una especie de fascinación por una ciudad que dentro de su anarquía, logra hacernos sonreír a cada paso.
Así fui hasta el Casco histórico de Caracas para recorrer algunas de sus esquinas. Una ruta organizada por Urbanimia, que sucede un sábado cualquiera durante dos horas. Estás ahí en el centro de la ciudad, rodeada de edificios únicos, caminando de un lado a otro y entendiendo porqué somos como somos. Hago este recorrido divertida porque no deja de causarme gracia cómo la gente que se nos cruza nos mira extrañados. De buenas a primeras, les parece curioso que un grupo de gente vaya caminando por pleno centro de Caracas, atento a alguna explicación. Que además llevemos cámaras y fotografiemos una calle empedrada, una iglesia, un cartel curioso. En esta ciudad también es posible y debemos comenzar por entenderlo.
De Madrices a La Torre, aparece la Catedral de Caracas
Las historias que se esconden detrás de las esquinas de Caracas son divertidas. Los venezolanos hemos sido ocurrentes desde siempre y colocarle el nombre a las calles no escapó de esa creatividad en la época de la colonia. Sepan que Caracas y Mérida (en Yucatán, México) son las únicas ciudades del mundo en el que los nombres de sus esquinas fueron colocados por sus propios habitantes, según lo que la situación les sugería en ese momento en particular y así ha permanecido a lo largo de los años. En algún momento, un padre español intentó cambiar los nombres peculiares de las esquinas, por nombres de santos, pero no pudo; todos se opusieron. Caminar por esas calles que van respirando historia también es tropezarse con un juego de arquitectura único: improvisado por una parte, impuesto por otra; pinceladas góticas francesas, toques barrocos y un aire criollo innegable.
Una de mis esquinas favoritas es la de Santa Capilla, justo donde está una iglesia del mismo nombre y que al momento de su creación, era una ermita hecha por indígenas. Fue allí donde se realizó la primera misa en toda Caracas y luego, con los años, fue reestructurada por uno de nuestros presidentes más fanáticos de la arquitectura francesa: Antonio Guzmán Blanco, quien la mandó a dejar así como está ahora. Como dato curioso, esta es la única iglesia de Caracas que tiene en su fachada la imagen de un diablo.
Más allá, la esquina del Cristo al Revés debe su nombre a que en esa cuadra vivía un zapatero con una clientela envidiable. En algún momento, otro zapatero llegó al lugar y colocó su local muy cerca de este y comenzó a atraer gente. El viejo, astuto al fin, decidió colocar en su zapatería un cristo, pero al revés, para que sus clientes volvieran y parece que se le dio el milagro. Desde entonces, la gente comenzó a llamar así a esa esquina.
El Palacio de las Academias, en la esquina de La Bolsa
La Sombrerería Tudela, detenida en el tiempo
Otra historia que me gusta es la de la esquina de Angelitos. Cuentan que en esa calle vivía una mujer muy hermosa, casada y respetada, pero que tenía cierto affair con el general José Antonio Páez, bien conocido no tan solo por sus batallas sino por ser mujeriego. Cada vez que el esposo de la respetada señora salía, Páez se colaba en la casa, pero dejaba a diez edecanes cuidando la entrada. La gente al pasar por ahí, sabía que él estaba adentro y comenzaron a llamarlos “los angelitos” de Páez. Y así se quedó el nombre.
Así, las calles de Caracas van hablando solas y también dan cabida a sitios peculiares. De Conde a Padre Sierra, en la Flor de la Canela -un lugar pequeño y que pasa casi desapercibido- se hacía hasta no hace mucho la torta favorita del Libertador Simón Bolívar, con la receta original. De Traposos a San Jacinto, está por ahí escondidita la Sombrerería Tudela, fundada en 1931 ó 32, quien sabe, y en la que se mandaban a hacer los sombreros los hombres más conocidos de la época y que sigue teniendo sus puertas abiertas. Pasen, miren con curiosidad, porque el local tiene los días contados.
Si quieren saber todos los demás cuentos tras las esquinas de Caracas, hagan la ruta con las chicas de Urbanimia que van por ahí contándonos las historias mínimas de la ciudad. Tienen rutas todos los meses y hay que reservar. Síganlas por @urbanimia y http://www.urbanimia.com