En nuestro recorrido por la Toscana italiana, nos tocó parar a comer en Sansepolcro, un pueblito de 16.000 habitantes ubicado unos 100 km al este de Siena, nuestro siguiente destino. Sansepolcro es conocido en Italia por ser el lugar donde se fundó la casa de pastas Buitoni, aunque hoy en día esta Casa tenga su sede en Milán. Sansepolcro es el típico pueblo de esta región de Italia: plaza central cuadrada, rodeada por la “Cassa del Rispermi” (Caja de Ahorros), la Iglesia, el Ayuntamiento y algún bar con su terraza al sol.
Gente en la calle, en esas horas cercanas al mediodía, bastante poca, mayormente gente que salía del trabajo y se iba para la casa, o la típica señora comprando el pan o la fruta para el almuerzo. Ese día no había mercadillo en la calle, aunque me hubiera gustado verlo.
La comida toscana tiene fama de ser, quizás, la más rica de toda Italia (y eso ya es mucho decir). Hicimos pata ancha en un pequeño restaurant ubicado enfrente de la Iglesia del pueblo, y preguntamos por el menú del día. Indefectiblemente el menú es pasta, y ese día tocaba “Pappardelle” (una especie de tallarines de huevo, pero bastante más gruesos) de 1º plato, y bistec de 2º plato. Esa es otra particularidad por estos lares: el menú son 2 platos, y aunque revientes comiendo, te los tienes que terminar, es pecado y una ofensa dejar una comida por la mitad (igual, nadie te va a meter preso por eso, pero se considera una cuestión de cortesía). Calificación de la comida: el “Pappardelle”, un 10, insuperable, es que en cuestión de pastas los tanos saben…, el 2º plato, el bistec, un 6 (y siendo generoso): cortado muy ancho, y casi crudo, al punto que mi compañero de viaje pidió que se lo pongan un rato más al fuego (con la consiguiente mala cara del cocinero). Yo me lo comí como estaba, si los que viven ahí se lo comen así y no se mueren, tampoco me iba a morir yo. Después de comer, el infaltable café, y a la calle.
Ya que estábamos enfrente de la Iglesia, y aprovechando que increíblemente estaba abierta, entramos (a curiosear, no a rezar…). El cura no estaba, pero había algunas personas en el altar. No sé qué hacían, rezando no estaban. Bien la Iglesia, pequeña pero bonita. Un par de fotos y otra vez a la calle.
Cruzamos la plaza y nos metimos por las callecitas aledañas. Son calles donde apenas caben dos coches, y en algunos casos, sólo uno. Las veredas no existen: salís de tu casa y ya estás literalmente en la calle. Curioseando, sin rumbo fijo, encontramos la casa-museo Luca Pacioli, y ya que estaba abierto (y era gratis) entramos.
Yo personalmente no lo conocía a Luca Pacioli, pero al parecer es el hijo pródigo del pueblo. Fue un matemático que vivió en el siglo XV, y es considerado un genio, al punto tal que se lo considera fundamental en algunos trabajos científicos de un tal Leonardo Da Vinci. De hecho Pacioli y Da Vinci eran amigos, y los libros de Pacioli muchas veces venían ilustrados por el propio Da Vinci.
La casa-museo Pacioli no es precisamente lo que era la casa del tipo, sino un caserón antiguo de 3 plantas bastante venido a menos, aunque había carteles que prometían reformas. Básicamente el museo son los cuadernos de Pacioli, algunos retratos, y sobre todo sus instrumentos de trabajo. Así, en las distintas salas hay astrolabios, compases, reglas, escuadras, etc., y en la última sala, la más grande, hay una especie de línea cronológica, donde se va ubicando, en orden, la evolución que tuvieron sus descubrimientos matemáticos. Se empieza con sus instrumentos y se termina con una PC, pasando por las típicas máquinas Olivetti de los años 70-80. El tipo fue un precursor en el “cálculo de probabilidades”, sistema considerado fundamental para el funcionamiento de muchos aparatos modernos, incluidas las computadoras.
Terminamos el recorrido y la señora que está en la puerta nos invita a la “Semana Pacioli” (?) que se llevará a cabo próximamente. Agarramos los folletos, y salimos del edificio, volviendo a nuestro punto de inicio por otras callecitas distintas a las que vinimos, aunque igualmente vacías (imagino que la gente está durmiendo la siesta).
Algo que me sorprendió de la ciudad es ver banderas comunistas en casi todas las calles... o sea, sé que estamos en la parte "roja" de Italia, pero no me imaginaba ver tantas banderas colgadas en las calles. Imagino que tendrá que ver con alguna elección próxima, pero no hay carteles o banderas de partidos opositores. Acá, seguro, gana el PCI.
Finalizado el recorrido por este bonito pueblo italiano, es momento de volver a la ruta, Siena nos espera…
Algunas fotos más de Sansepolcro...