Revista Cultura y Ocio

Por los cuernos

Por Alfonso

POR LOS CUERNOS

El poeta y novelista Malcolm Lowry zarpó, una mañana de sus dieciocho años, de Liverpool hacia el imperio nipón. A su regreso a su Inglaterra natal, el marinero de cubierta del carguero Pyrrhus dijo que partió porque quería ver mundo, pero que lo que vio no le había entusiasmado. Tal vez por ello se había aficionado a la bebida, si es que el andar beodo y con el torso desnudo de aquí para allá puede llamarse afición. O tal vez su continua borrachera le hiciera no disfrutar de lo que contempló. En cualquier caso, Lowry, escritor y por tanto hombre de poca palabra, siguió viajando y disfrutando, a su manera, del ajetreo, y antes de alcanzar el cuarto de siglo de vida, en plena II República Española, se paseaba por Granada bajo la atenta mirada de la Guardia Civil. Caminaba con autoridad semeja a su sed.

 

Lowry siguió bebiendo en Paris, California, Oaxaca, Vancouver... Y dedicándose a la literatura, a sus cuentos, a entrever, entre sueños y caídas al suelo, uno de los versos más hermosos jamás impreso en una portada: Dark as the grave wherein my friend is laid (Oscuro como la tumba donde yace mi amigo) -cualquiera que haya perdido a un compañero en su adolescencia corroborará la valoración y certeza del nombre-. Quizá sólo bebía para sentir que la tierra se movía bajo sus pies como el casco del Pyrrhus sobre las olas del Pacífico. Tal vez sabía que el mundo andaba de lado y el alcohol era el único remedio para permanecer erguido, tambaleante pero erguido. O por puro placer. Da lo mismo.

 

Lowry seguía bebiendo. Si hoy se pasease por Andalucía seguro que le costaba reconocer las avenidas, autopistas, parques, no tanto alguna estatua o palacio, para nada las tascas de sus calles estrechas y encaladas. Tampoco le defraudaría el clima entre ocioso y políticamente descreído de sus gentes.
Me pregunto si, de seguir con vida (falleció en 1957, a un mes escaso de alcanzar los 48 años, tras la ingesta accidental de somníferos y ¿ginebra?), al leer las portadas de los periódicos del primer, y todavía futuro, sábado de mayo de 2010 -el dato sobre el porcentaje de desempleados españoles que, misterios de la informática, hace días que descubrimos y parece no escandalizarnos- brindaría por los despojados de toda ocupación o por las madres que parieron a nuestros dirigentes. Lo que es seguro es que brindaría.

 

Me pregunto también si antes de emprender tan costoso viaje al fondo del vaso no le habría servido adelantar sus vacaciones por el sur español y haberse ahorrado los días en que el agua salada le resecaba la garganta. Observado el panorama, el resultado, coger el toro del alcohol por los cuernos de cristal, hubiese sido el mismo. Aún hoy funciona. Salud.


Malcolm Lowry


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