Leire Pajín, que a sus 34 años es ministra de Sanidad, Igualdad y Política Social, nos ha descubierto estos días que bajo sus embutidos oleosos pliegues oculta potentes gónadas masculinas.
Encabeza el Ministerio que no se atrevieron a dirigir, cuando se lo ofrecieron, los Nobel Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa.
Lo hace porque ella no ha necesitado descubrir células nerviosas ni el ADN, puesto que es un fenómeno de la biología.
Fíjese, tiene pechos, es obvio, pero también testículos, como ella misma ha revelado públicamente: “Sólo faltaría que la ministra no pudiera nombrar a quien le salga de los cojones”, advirtió con educación, pero firme, cuando le afearon que hubiera nombrado ilegalmente Delegada gubernamental para el Plan Nacional de Drogas a una auxiliar administrativa.
Es valiente: cuando tiene que mostrar autoridad no saca pechos, sino testículos, sin que las feministas de guardia contra cualquier afrenta a su género –nunca sexo-- hayan protestado al descubrir que para mostrar firmeza prefiere mentar más sus criadillas que sus ovarios.
Al compararla con sus homólogos de otros países, todos grandes investigadores, se descubre que nunca trabajó en algo productivo ni cotizó por un sueldo que no fuera político. Vale. Pero los críticos deben reconocer sus pajines como grandes valores compensatorios.
Puestos así, tiene que aceptarse que no necesita mostrar la página vacía de su currículo: le sobra con tales escritillas.
Zapatero, que es otro modelo sin currículo previo y con sueldo sólo como político –sus contadas clases universitarias eran por recomendación política--, se ha rodeado de gente parecida, que cuando pierde el control de la cosa pública exhibe la pistola de los militares saliendo del saco escrotal.
Esta España es muy viril. Compite con países gobernados por sabios, pero que tampoco le llevan tanta ventaja porque aquí arreglamos los problemas echándoles un par de pajines.
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SALAS vio antes los pajines, hace unos días:
Publicado en El Correo Gallego