De riguroso luto, manteniendo tradiciones de hace cientos de años y sintiéndose orgullosa de ello. Por la forma de coger el carrito se ve que va tranquila y cómoda. No se le caen los anillos por llevar un carrito más moderno que el suyo de toda la vida porque se ha dado cuenta de que éste es más cómodo y, en algunas cosas, todavía hace caso a su hijo. En otras, como lo de vestir siempre de luto, por supuesto que no. Porque hay tradiciones que se deben mantener pese a quien pese. No sabemos por quién es el luto, podría ser por su marido, por un hijo, por la madre o el padre, por un hermano o hermana… sea por quien sea no se lo quitará hasta que se muera. Incluso en el ataúd irá vestida de negro.
Suerte que ciertas costumbres se han relajado hoy en día. Por supuesto que me gustan las tradiciones, pero, por supuesto también, no todas. Ahí está el problema de la cuestión ¿cuales valen la pena mantenerse y cuales no? ¿quién lo decide? El asunto es complejo y da mucho que hablar, sobre todo en un país como España donde las tradiciones son tantas y tan variadas. A mí me parece bien que cada uno haga de su capa un sayo, que haga lo que le de la gana mientras no moleste a los demás. Esa sería, para mí, la línea roja que una tradición debería respetar. En el momento en que moleste ya no está bien, porque algo falla si para que alguien lo pase bien hay otro que debe pasarlo mal. Se supone que todos nos lo tenemos que pasar bien sin más, creo yo.
Pero esto no está tan claro cuando hay animales de por medio, por ejemplo. Aquí entramos en un debate que tiene a España completamente dividida entre los que están a favor y los que están en contra de ese tipo de tradiciones que implican algún tipo de maltrato animal porque para algunos es más importante los varios cientos de años que su pueblo lleva celebrando determinada fiesta, mientras que, para otros, lo importante de verdad es la salud del animal en cuestión (casi siempre un toro).
No me quiero posicionar porque son muchas las aristas y muy sesudas las reflexiones que hay que hacer y, además, creo que habría que mirar caso por caso para determinar si existe realmente un maltrato animal. No hay que olvidar, por otro lado, que las fiestas y tradiciones populares son un precioso momento de evasión y felicidad para los pueblos y que generan importantes beneficios para las arcas municipales, de manera que todo suma a la hora de debatir sobre estos temas.
En todo caso la señora de la foto, ajena a toda polémica, continua su camino al mercado con su carrito recién comprado y su riguroso luto de hace casi cuarenta años. Ella tan feliz y nosotros sonriendo levemente al contemplar su imagen. Sin polémicas ni maltratos. Por pura ternura.