Juan Carlos I ha abdicado después de casi 39 años en el trono de España. El que fuera sucesor del dictador Francisco Franco tras su muerte, abandona la jefatura del Estado y del Ejército españoles, dejando tras de sí un rastro de múltiples escándalos y la retirada de confianza, cada vez más acentuada, de los españoles en la institución monárquica. Los escándalos de la monarquía en los últimos años han deteriorado la imagen de la Corona probablemente mucho más que el escenario de crisis económica. A continuación profundizaremos en los más relevantes, junto con un repaso de los aspectos más polémicos de la monarquía juancarlista.
Juan Carlos I y la dictadura franquista
El dictador Francisco Franco nombró a Juan Carlos como su sucesor en 1969
El todavía monarca español ha sido siempre muy criticado por haber contado con la aprobación y la protección de Franco. De hecho, desde niño fue educado bajo la tutela del dictador a petición de éste, a pesar de las diferencias existentes entre el caudillo y el padre de Juan Carlos I, el conde de Barcelona Juan de Borbón. Además, durante su época universitaria en la Universidad Complutense de Madrid, contó con la protección de Franco ante las constantes críticas de carlistas y falangistas. Como broche a su relación, el caudillo nombró a Juan Carlos de Borbón su sucesor en la jefatura del Estado, algo que nunca ha sido bien visto por un sector cada vez más amplio de la población española. Por eso, para muchos, poner fin al reinado de Juan Carlos I supone también la desaparición de una pieza clave del legado franquista.
A propósito de esta época, hay que añadir que la adolescencia de Juan Carlos I ya estuvo marcada por el escándalo: en 1956, cuando ya había cumplido 18 años, disparó de muerte por accidente a su hermano pequeño Alfonso cuando jugaba con un revólver. Este hecho ha perseguido al monarca durante toda su vida, ya que muchos han especulado con la posibilidad de que el suceso no hubiese sido un accidente. A pesar de ello, Juan Carlos subió al trono y durante años contó con numerosos simpatizantes.
La amistad con las monarquías árabes
Otro aspecto polémico del reinado juancarlista ha sido su estrecha relación con las monarquías árabes de dudosa condición democrática, especialmente con Marruecos. Destaca sobre todo su amistad con el fallecido monarca marroquí Hassan II, en cuyo funeral se pudo ver a un Juan Carlos I notablemente emocionado. Su amistad comenzó en 1974, cuando España renunció al territorio del Sáhara Occidental en un momento en que Juan Carlos ejercía de jefe de Estado interino ante la convalecencia de Franco. Marruecos aprovechó aquel momento de debilidad para adjudicarse el territorio y, desde entonces, España se ha desentendido del destino del Sáhara y su derecho de autodeterminación. Más allá de eso, el monarca español no ha dejado de realizar visitas al país magrebí, a pesar de que Hassan II era conocido como un gran represor de los activistas saharauis y de todos los disidentes políticos en Marruecos, en un reinado denominado los “años de plomo”, tal como recordó hace poco Amnistía Internacional en su último informe sobre la tortura. También hubo rumores acerca de que Juan Carlos llegó a ofrecer Ceuta y Melilla a Marruecos, la primera en el momento en que Gibraltar fuese transferido a España por el Reino Unido.
Gracias a su amistad con Marruecos, el rey de España entabló relaciones con otras monarquías árabes como Arabia Saudí, de la cual hay que destacar la mediación clave de Juan Carlos I para agilizar la construcción del AVE-Meca Medina, con un coste de 6.736 millones de euros.
El papel en el 23-F
Todos los españoles recuerdan el 23 de febrero de 1981 como el día en que fracasó el golpe de estado de Antonio Tejero. No obstante, algunos lo recuerdan como el día en que Juan Carlos I salvó la democracia y otros como el día en que el monarca español tuvo que decidir si le convenía o no otra dictadura. Algunos, incluso, están convencidos de que el rey estuvo detrás del golpe y se echó atrás en el último momento. Aunque la opinión más extendida (y oficialmente aceptada) es la primera, siempre se ha echado en falta un poco más de luz sobre lo que ocurrió realmente aquel día. La falta de pruebas fehacientes sobre lo que ocurrió en el Palacio de la Zarzuela ha dado pie a especulaciones de todo tipo en torno a este tema.
Han corrido ríos de tinta sobre el papel del rey en el 23-F, pero a día de hoy sigue siendo una incógnita. Es tal la incertidumbre que el pasado 23 de febrero, al cumplirse 33 años del golpe, el programa de televisión Salvados emitió un falso documental (en la línea de La Guerra de los Mundos de Orson Welles) donde, a través de falsos testigos de gran renombre en España, se afirmó que el 23-F había sido un montaje de los partidos políticos que contaba con el visto bueno del rey. Al llegar al desenlace, cuando se reveló que el documental era falso, gran parte de los 5 millones de espectadores se lo había creído.
El caso Nóos, el principio del fin de Juan Carlos I
Juan Carlos I se ha visto inmerso en múltiples escándalos durante los últimos años
Pero todas las polémicas anteriores quedan reducidas a cenizas en comparación con los escándalos que han sacudido a la monarquía española en los últimos años. El más grande: el caso Nóos. A finales de 2011, y tras varias semanas ocupando todas las portadas, el yerno del rey y duque de Palma de Mallorca, Iñaki Urdangarín, fue imputado por malversación, fraude, prevaricación, falsedad y blanqueo de capitales a través de su fundación sin ánimo de lucro, el Instituto Nóos. Y por si esto fuera poco, la trama resultó estar vinculada a una de las corruptelas políticas más sonadas en España: el caso Palma Arena. Por primera vez en la historia, la corrupción política salpicaba a la Casa Real, y sin que ésta pudiera solventarlo ni con la discreción ni con el hermetismo que la caracteriza. Urdangarín fue apartado inmediatamente de los actos públicos de la Casa Real por un comportamiento “no ejemplar”, pero su esposa, la infanta Cristina, no sólo no se apartó de él, sino que su nombre también apareció más tarde en la investigación de la trama corrupta, por lo que también resultó imputada.
A partir de ese momento, la imagen de la Corona española ha caído en picado. En medio de todo el escándalo, y para añadir más leña al fuego, en abril de 2012 el monarca se rompió la cadera al sufrir una caída durante un safari en Botsuana… donde se encontraba cazando elefantes. Una fotografía del rey junto al cuerpo sin vida de un paquidermo se coló en la red, causando tal revuelo que Juan Carlos, al abandonar la clínica donde fue operado, tuvo que dar explicaciones ante la prensa, aunque con un escueto y guionizado: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.
Con el paso de los días se supo que el rey había acudido al safari acompañado de la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, su “amiga íntima”, quien le habría estado acompañando a varios safaris desde 2006 como organizadora de los mismos. Las supuestas infidelidades de Juan Carlos I a la reina Sofía dejaron de ser sólo rumores. Pero algo más grave que eso es que Corinna, que es empresaria, también apareció en la investigación del Caso Nóos cuando el ex socio de Urdangarín, Diego Torres, presentó correos electrónicos que el yerno del rey se había cruzado con ella. En ellos, Urdangarín le habría pedido a Corinna que le consiguiera un puesto en la Fundación Lareus, dedicada al fomento del deporte, por una retribución de 200.000 euros anuales.
Felipe, ¿última esperanza de la monarquía española?
Con todo, el estado de salud del rey se ha ido deteriorando cada vez más, impidiéndole asistir a diversos actos, como la candidatura de Madrid como sede de los Juegos Olímpicos de 2020 ante el Comité Olímpico Internacional. En su lugar asistió su hijo Felipe, príncipe de Asturias, quien ofreció un discurso que sorprendió gratamente a parte de la población española y por el que muchos medios lo calificaron de “digno sucesor” de su padre en el trono. No obstante, para que la abdicación de Juan Carlos I en Felipe sea efectiva, el Gobierno debe aprobar una Ley Orgánica en las próximas semanas, según está establecido en la Constitución Española.
El príncipe Felipe podría ser una alternativa eficaz para limpiar la imagen tan deteriorada de la monarquía española. Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), de 2013, la valoración de los españoles a la monarquía ha descendido hasta los 3,68 puntos sobre 10, en comparación con los 4,89 de 2011, la primera vez en la historia que la Corona suspendía -quedando incluso por debajo del Ejército (5,65) y los medios de comunicación (4,97)-. Además, en la encuesta de 2013 la monarquía aparecía como uno de los problemas principales de España, por encima de la sanidad, la reforma laboral y las hipotecas, entre otros factores. Sin embargo, en 1995 la monarquía era la institución que despertaba mayor confianza, con una puntuación de 7,4 puntos, y desde entonces la valoración no ha dejado de descender.
El problema para la monarquía es que la sociedad española, sumida en una demasiado larga crisis económica con trasfondo corrupto, no solo ha dejado de apreciar a la Corona, sino también a la propia Constitución, que un sector cada vez más amplio de la población considera obsoleta. Los españoles quieren cambios y quieren poder elegir a sus dirigentes. Con motivo de la abdicación de Juan Carlos I, se han convocado manifestaciones para esta misma tarde en las principales ciudades de España con el objetivo de reclamar un referéndum en el que los españoles puedan elegir su futuro: ¿monarquía o república? Varios partidos políticos, como Izquierda Unida, Podemos y Equo, ya han expresado su voluntad a favor de una Tercera República en España, así como miles de usuarios en las redes sociales. Atención, porque los hashtags a estas horas de la tarde podrían estar adelantando los próximos acontecimientos: 1. #ElReyAbdica; 2. #IIIRepublica; 3. Felipe VI; 4. #EligeTuRey; 6. #VivaElRey; 7. El Rey Juan Carlos; 8. Jefe del Estado; 10. V de Vendetta.
CLÁUDIA MORÁN