No me digas que nunca te has preguntado por qué cuesta tanto hacer las cosas. Si de verdad nunca lo has hecho, es que eres de una pasta especial 😉
Y lo cierto es que —una vez que te pones— tampoco es que cueste tanto hacerlas en realidad.
Es más, una vez superas la resistencia inicial y empiezas a hacerlas, normalmente te sorprendes, porque suele resultar mucho más sencillo de lo esperado. ¿A qué sí?
Y, sin embargo, a pesar de todo, siguen siendo muchas las cosas que, solo con pensar en ellas, se nos hacen bola(*).
¿A qué se debe todo esto? ¿Por qué nos cuesta tanto hacer las cosas si en realidad no cuesta tanto hacerlas?
Te daré una pista. Tiene que ver con nuestro pasado y nuestro presente.
La buena noticia, a pesar de todo, es que tiene fácil solución. ¿Quieres saber más? Pues vamos allá.
El trabajo ya no es lo que era
Si te paras a pensarlo un momento, lo que llamamos trabajo ha experimentado una transformación profunda y radical en las últimas décadas.
Hasta el siglo pasado, la mayoría de las personas trabajaban en actividades de naturaleza eminentemente manual: agricultura, pesca, ganadería, oficios diversos, etc.
El porcentaje de la población cuya actividad profesional era de carácter fundamentalmente intelectual era mínimo en comparación con lo anterior.
Y de repente, en un tiempo récord —si lo comparamos con la historia de la humanidad—, un porcentaje enorme de la población deja atrás ese trabajo manual y pasa a ser lo que Peter Drucker denominó profesionales del conocimiento.
Este cambio supone una situación explosiva en sí misma, ya que los seres humanos hemos convivido con el trabajo manual a lo largo de todo nuestro proceso evolutivo como especie.
En otras palabras, los seres humanos estamos muy bien preparados —evolutivamente hablando—para hacer frente al trabajo manual y nada preparados para hacer trabajo del conocimiento.
Por eso el trabajo del conocimiento se nos hace bola y nos cuesta tanto hacer las cosas.
Tu realidad está encriptada
Una de las características del trabajo del conocimiento es que la tarea que hay que realizar no es evidente.
En la práctica, esto significa que las cosas que van llegando a tu entorno están encriptadas, aunque no lo notes en un primer vistazo.
Sin embargo, realmente lo están, puesto que es imposible ver todo lo que encierran a simple vista.
Por si esto fuera poco, la realidad encriptada siempre se presenta bajo una apariencia falsa, artificial y paradójica. Paradójica porque nos transmite sensaciones contrapuestas.
Por una parte, oculta la complejidad real que conlleva hacer las cosas. Por otra, te hace pensar que las cosas son más complejas de lo que realmente son. Extraño, ¿verdad?
Así que, si quieres ver qué contiene de verdad tu realidad, no te queda otra que desencriptarla.
Pensamiento pastoso y fluido
Cuando una persona no ha desarrollado la competencia de la efectividad personal, su pensamiento es «pastoso» y por eso le cuesta tanto hacer las cosas.
Como no sabe desencriptar los elementos que van apareciendo en su realidad, los percibe de forma amorfa. Es incapaz de discernir sus componentes y, menos aún, el estado de cada uno o las relaciones entre ellos.
Así, un email es «un tema» que se va mareando moviendo a trompicones de un sitio a otro (a esto lo llaman clasificar) hasta darlo por «gestionado» o «resuelto».
Por el contrario, una persona que sí ha desarrollado su efectividad personal sabe que, antes de poder hacer nada útil con cualquier «tema» que le llega, necesita desencriptarlo.
Y para desencriptarlo necesita conocer el algoritmo adecuado. Porque solo entonces, una vez lo ha desencriptado, va a poder acceder a su contenido.
Será entonces cuando pueda ver con claridad todo lo que de verdad encierra ese email —o cualquier otra cosa— y actuar sobre ello. Su pensamiento se habrá vuelto fluido.
GTD®, el algoritmo para desencriptar tu realidad
El algoritmo más potente para cualquier profesional del conocimiento se llama Aclarar, el segundo de los cinco pasos de GTD® para administrar el flujo de trabajo.
Aclarar es un proceso de pensamiento clave, imprescindible para poder trabajar con pensamiento fluido.
Por ejemplo, al aplicar este potente algoritmo al email de antes, descubrirás que es solo una «captura», es decir, una cosa sobre la que todavía tienes que pensar, concretar, decidir o hacer algo.
También descubrirás que, para este email del ejemplo, existe un resultado que quieres/necesitas conseguir y una serie de actividades que vas a tener que realizar para conseguirlo.
Pero aún no puedes hacerlas todas. Solo hay una que puedes realizar ahora, ya que el resto dependen de que la completes para poder hacerse.
Y no solo eso. También existe un proceso, es decir, una secuencia ordenada de pasos.
Es más, hay actividades que tienes que realizar tú, actividades que tienen que realizar otras personas e incluso actividades que tienes que hacer tú en relación con las que tienen que realizar otras personas.
Y, por supuesto, para poder acordarte de todo sin necesidad de recordar nada vas a necesitar recordatorios, así como una estructura de categorías organizativas adecuadas para verlos únicamente cuando tenga sentido.
La sencillez de la realidad desencriptada
Sorprendente, ¿verdad? Tú pensando que el email era una única cosa moviéndose de un sitio a otro y resulta que está repleto de componentes distintos que se relacionan entre sí siguiendo una lógica.
Afortunadamente, ahora que lo has desencriptado, sabes qué tienes que hacer y qué necesitas conseguir para poder darlo por completado.
¡Cómo ha cambiado el tema! ¡Qué fácil parece todo cuando tienes recordatorios específicos de qué tienes que hacer concretamente y cómo, dónde y con quién necesitas hacerlo!
Es la paradoja del trabajo del conocimiento.
Ese email, sencillo en apariencia, es en realidad complejo, porque no es evidente qué hay que hacer con él ni cuándo lo podrás dar por hecho.
En contraste, una vez desencriptado, cuentas con una estructura sencilla de recordatorios claros que te ayudan a elegir con confianza qué hacer en cada momento.
Y lo mejor de todo es que el famoso email ha ido a parar a la papelera.
Porque, ahora que has organizado los recordatorios adecuados para gestionarlo en tu mente extendida, ya no lo necesitas para nada.
(*) «Hacerse bola» es una expresión española que significa que algo te agobia, se te resiste y/o no te ves capaz de poder con ello.
Realmente significa «dificultad para tragar» y tiene su origen en una expresión infantil empleada por los niños/as pequeños/as al comer carne.
Cuando el trozo de filete es demasiado grande, no son capaces de masticarlo bien para tragarlo y entonces dicen «mamá/papá, se me ha hecho bola».
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