Laura Gutiérrez Arbulú* Lima - Perú [email protected]
Ex directora del Archivo Arzobispal de Lima. Archivera y paleógrafa. Egresada de la especialidad de Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
"¿Por qué custodiar los archivos eclesiásticos?" Sección ENTRE NOSOTROS Archivos eclesiásticos: documentos para la historia Alerta archivística, nº 241, diciembre 2022, pp.11-12
Como archiveros, debemos considerar que todos los fondos encomendados a nuestra custodia, sin excepción, son importantes. Esa es la ley primera y, sin ella, nuestra labor no tiene razón de ser, ya sea que se trate de archivos de una institución, de una familia o de una persona. Hablar de los archivos eclesiásticos es como abrir la "caja de Pandora", pues en ellos encontramos muchas "sorpresas" documentales. Nos referimos tanto a los archivos arzobispales, como a los obispales, parroquiales de cofradías o hermandades, conventuales, de seminarios y de órdenes religiosas. Considerando que la Iglesia Católica tuvo durante mucho tiempo injerencia en la vida política y social de nuestro territorio, su riqueza es bastante amplia y sus documentos constituyen una fuente inagotable de conocimiento sobre las sociedades que nos precedieron, abarcando no solo temas religiosos, sino también sociales, artísticos, económicos, genealógicos, lingüísticos, etc. Durante treinta años (desde 1991 hasta el 2021) dirigimos el Archivo Arzobispal de Lima y desde esta grata experiencia (pues sólo algunos pocos hemos sido premiados con la dicha de disfrutar de nuestro trabajo) podemos dar fe de esta enorme e importante archivalía, que no solo es útil a una diversa gama de estudiosos, sino también a aquellas personas que por uno u otro motivo necesitan probar su filiación y recurren a él para solicitar certificados de bautismo, matrimonio o defunción, de ellos mismos o de sus antepasados. Lamentablemente no todos los archivos eclesiásticos de nuestro país han sido vistos desde la perspectiva del servicio dirigido al estudio científico social, quedando muchos de ellos descuidados, tal vez encajonados, arrumados, en suma, abandonados a su suerte. El Archivo Arzobispal de Lima corrió el mismo destino hasta que el historiador jesuita Rubén Vargas Ugarte lo halló bajo los escombros de una habitación del anterior local del Arzobispado de Lima, derrumbada después del terremoto que sufriera nuestra ciudad en el año 1940. Gracias a él, quien supo reconocer y estudiar sus documentos, y a que fue escuchado por el entonces Arzobispo de Lima, sus documentos fueron ordenados, clasificados y puestos a disposición de los estudiosos. Hasta ese momento, el Archivo Arzobispal de Lima sólo había sido dedicado a la expedición de partidas
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Sus fuentes documentales, pertenecientes al Arzobispado más relevante de la actual América Meridional, son de una riqueza indiscutible e invalorable. Entre ellas destacan: las visitas de Hechicerías e Idolatrías, las partituras del siglo XVIII, el Plano del Cuzco de 1640, los expedientes de beatificación y canonización; las apelaciones a las sentencias de los juicios llevados a cabo en Panamá, Quito, Chile, Cuzco, Arequipa ¿ y Huamanga; los expedientes de los matrimonios realizados en Lima desde el año 1600; los expedientes de divorcios y nulidad de matrimonios desde fines del siglo XVI; las comunicaciones dirigidas a los arzobispos que revelan las conexiones existentes entre la Iglesia y los políticos; los libros parroquiales de seis de las siete parroquias existentes en la capital virreinal desde la llegada de los españoles en el año 1535. En todos ellos encontramos minuciosamente dibujadas las costumbres sociales de la época y, asimismo, descritas sus distintas formas de hablar y escribir. Mensajes de amor, recetas de herbolarios y boticarios, relaciones de compras diarias de alimentos para preparar las comidas en los distintos monasterios limeños; causas criminales; descripciones de fiestas, de procesiones y de costumbres tanto provincianas como citadinas mezcladas con creencias religiosas prehispánicas; términos en el idioma quechua hasta hoy usados por la población; testamentos de curas y monjas, ricos y pobres, pecadores y santos, indígenas, negros, blancos y todas las mixturas raciales de nuestra ciudad; hombres y mujeres que gestaron nuestra nación. Ningún habitante se escapa de estas amplias descripciones. Hablamos de un archivo bastante completo, descrito en un 75 u 80%, contando con una Guía y también con índices y catálogos, muchos de ellos publicados, que facilitan la labor archivística y las pesquisas de los estudiosos y del público en general. Además, es el único archivo eclesiástico que ha conservado sus expedientes matrimoniales desde el año 1600, los cuales cuentan con partidas de bautismo de los contrayentes, datos genealógicos de los mismos y juramentos de los testigos, quienes muchas veces describen cómo y dónde conocieron a los nubendos.
Afortunadamente, nuestra labor descriptiva sentó un precedente y algunos de los otros obispados y arzobispados peruanos, aunque pocos, han puesto interés en ella, abriendo sus puertas a la investigación histórica y genealógica. Lo hemos visto en Piura, Ayacucho, Arequipa, Cuzco, Huaraz, Huacho y Cañete. En cuanto a la expedición de partidas, el archivero debe ser absolutamente estricto y nunca ceder ante un requerimiento de alteración de los originales. Si quien reclama estos documentos no está de acuerdo con alguna parte del escrito, deberá recurrir al Tribunal Eclesiástico para que, con documentos probatorios y ordenado por el Juez Eclesiástico mediante un decreto, se cambie el texto que solicita. Dirigir un archivo histórico de esta envergadura no ha sido fácil, pues algunas autoridades mal entendieron nuestro minucioso y sigiloso trabajo. Empezamos haciendo nuestra labor a mano y muy calladamente; luego vendría el reconocimiento a esta labor con donaciones de computadoras y estanterías. También tuvimos que mudarnos dos veces, buscando siempre la mejoría en ambientes más adecuados para la conservación de los documentos, aunque no fueran los ideales. Con estos cambios de destino, lamentablemente sufrimos algunas pérdidas de documentos, hecho que nos llena de preocupación y tristeza, pues para el sustractor no se considera bajo ningún aspecto la importancia de nuestra profesión, ni el respeto que se debe tener a este nuestro arduo trabajo, ni la riqueza del patrimonio nacional que custodiamos. Sigamos adelante el camino de la honradez y seamos fieles a nuestro lema de archiveros: "Estamos para servir y ayudarnos los unos a los otros". Y, a pesar de los impases de la vida, creemos fervientemente que es una profesión que nos debe llenar de orgullo y satisfacción