Por qué debes confiar en el médico que se ducha por las noches.
Una mezcla de olores se impregna en mis fosas nasales. Supone arduo esfuerzo su minuciosa descripción. He aquí mi desafío de reproducir la percepción a través de la esencia de la pertinente palabra que viajará hasta tu mente buscando la reproducción más fiel.
Nos iniciamos la jornada con una emanación penetrante que se desprende de un ácido vómito de una joven. Voy desgranando las partículas aromáticas así como el aspecto grumoso del contenido vomitado unido por pequeñas partículas de distinto tamaño. Acerco la mirada y puedo percibir como el contenido que en la distancia parecía uniforme ahora claramente puedo diferenciar unos grumos más grandes del tamaño de garbanzos de otros más pequeños como guisantes, unidos todos por otros más de la masa de una lenteja.
La acidez del vómito contrasta con el de orina concentrada.
Un charco inunda el suelo, a juzgar por el aspecto líquido sin grumo alguno, se trata de orina. Sin embargo, al acercarme, un inconfundible olor a heces me abofetea las fosas nasales para hacerme despertar de mi grave error. Es una diarrea acuosa, heces de orina.
Al acabar la jornada, los poros de mi blanca bata han secuestrado las partículas de fragancia a lo largo del día, el algodón se convierte en una verdadera recapitulación del día, al igual que la piel que espera con ganas sentir el agua fresca deslizarse y renovar los aromas preparándose para el descanso previo a la nueva jornada, un nuevo día para dar lo mejor de uno mismo.
Ahora quizá cobre sentido la pregunta:
¿Te duchas por las mañanas o por las noches?
Esta pregunta me dejó desconcertado, y más viniendo de una madre.
Su respuesta me esbozó una sonrisa.
Buscamos la cercanía, proximidad, sentarnos junta a su cama, escuchar la proximidad, agudizar los cinco sentidos, sin olvidar el olfato.
Porque la medicina, al fin y al cabo, es un acto de amor al prójimo.