¿Por qué dormimos?

Por Davidsaparicio @Psyciencia
Sueño / Photo by Asif Aman on Unsplash

El sueño es un estado en el que no realizamos acciones con funciones obvias (comer o reproducirse, por ejemplo) y cuando dormimos somos más vulnerables. Entonces, ¿cuál es su función? Para entender mejor, primero vamos a describir las fases del sueño.

Datos obtenidos a través de electroencefalogramas (EEG) sobre las ondas cerebrales han categorizado al sueño en dos fases: no REM (dividido a su vez en fase 1, fase 2, fase 3 y fase 4) y REM (o MOR en español), que se repite cada 90 minutes varias veces durante la noche.

Fases del sueño

Fase 1

Cuando estamos con sueño, pero todavía despiertos, las ondas cerebrales se hacen mas lentas, aumenta su altura (amplitud) y se hacen más sincrónicas (ondas alfa). El primer estadio del sueño sirve como transición entre la conciencia y el sueño y se caracteriza por ondas theta, que son más lentas en número (frecuencia) y tienen mayor amplitud que las ondas alfa. Las personas privadas de sueño pueden experimentar microsueño, que son episodios de sueño temporales, que duran segundos; en ellos las ondas theta reemplazan la actividad de las alfa. La mayoría de las personas con este problema ni siquiera se da cuenta de que estaban dormidas.

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Fase 2

Durante esta fase, continua la actividad de las ondas theta, entremezclada con oscilaciones entre el tálamo (región cerebral que regula el sueño) y el resto de la corteza. Las fases 1 y 2 se caracterizan por un sueño relativamente ligero, donde despertar es más fácil y el individuo podría no reconocer que estaba dormido.

Fases 3 y 4

Se caracterizan por ondas delta, mientras mayor sea la lentitud y amplitud de las ondas cerebrales, más difícil será despertar. Debido a que el sueño delta es el más profundo, en esta fase es más difícil despertar al individuo. Si lo logras, estará soñoliento y desorientado. Es interesante notar que el caminar y hablar dormido suelen suceder en el sueño delta.

Sueño No-REM

Durante el sueño no-REM la información sensorial se transfiere y codifica de forma similar a como sucede cuando estamos despiertos. Al progresar el sueño, la reactividad y conciencia disminuyen. La actividad perceptual se hace progresivamente autónoma. La mente se enfoca en lo interior y disminuye la atención prestada a estímulos del ambiente externo.

El patrón puede observarse en análisis que examinan redes de trabajo en estado de reposo, redes de regiones cerebrales activadas sincrónicamente. Los datos han mostrado que dos redes siguen activas similarmente a lo que pasa cuando estamos despiertos: la red de modo por defecto y la red sensorio-motora. La primera se activa cuando tenemos pensamientos auto-generados, mientras que la segunda se activa durante percepción de estímulos. Mientras tanto, la conectividad a la red central ejecutiva (que se activa durante procesos de orden superior, como la inhibición), se reduce dando lugar a que los pensamientos divaguen libremente y se creen escenarios ilógicos.

REM

El significado de su nombre es también una de sus características principales: “rapid eye movement” o movimientos oculares rápidos. Otras características de esta fase son la pérdida repentina de tono muscular (parálisis), ondas cerebrales disincrónicas, cambios variables en la presión sanguínea, ritmo cardíaco y ritmo respiratorio y, por supuesto, en esta fase ocurren los sueños.

Qué no son los sueños

Los sueños no son alucinaciones; en éstas últimas hay una activación en todo el cerebro y el individuo las recuerda bien. Los sueños, en cambio se caracterizan por una activación en la corteza sensorial primaria y secundaria, junto con una interrupción de la corteza frontal. Si el sueño tiene contenido emocional, también estará implicado el sistema límbico.

La falta de funcionamiento en la corteza frontal facilita una reducción de la autoconciencia y contenidos extraños en los sueños, a la vez que restringe la información entrante y crea un circuito de sueño autocontenido.

Sueño lúcido

Algunos estudios han encontrado evidencia de que hay mayor activación en la corteza prefrontal durante el sueño lúcido, comparado con el sueño REM normal. La desactivación típica de este área durante el sueño REM es responsable de las conductas socialmente inapropiadas y la inhabilidad para razonar que se pueden experimentar durante el sueño, si los recordamos luego.

Aunque se mantienen algunas características del sueño REM (como la atonía muscular), la actividad en el área frontal parece ser un “híbrido” entre el sueño REM y el estado de consciencia. Además se incrementa la activación en regiones corticales prefrontales que muestran una disminución durante el sueño REM (Filevich y cols, 2015).

¿Cuál es la función del sueño?

Todavía no lo sabemos con certeza, aunque hay muchas teorías. Una de ellas considera que el sueño juega un papel importante en la consolidación de recuerdos y las funciones ejecutivas. Muchas investigaciones han encontrado evidencia que apoya esta idea, aunque todavía no se sabe cómo sucede esto (Spencer, Walker y Stickgold, 2017; Maingret, 2016; Raven y cols., 2017).

Otra teoría sugiere que durante el sueño las conexiones sinápticas se debilitan como contrabalance para el fortalecimiento que ocurre durante el aprendizaje. De esta manera, se estaría realizando una limpieza para poder seguir aprendiendo al día siguiente. La interferencia en este proceso podría ser responsable de recuerdos más intensos.

También existen teorías que sugieren que durante el sueño REM suceden mejoras en nuestra eficacia muscular (Zi-Jian Cai, 2015)

Una última teoría postula que el sueño tiene funciones restaurativas. En específico, sugiere que se encarga de eliminar toxinas, ya que durante el sueño se incrementa el espacio entre células cerebrales, permitiendo que algunas proteínas tóxicas sean eliminadas. Según esta teoría, es posible que este mecanismo nos permita evitar enfermedades neurodegenerativas, como el alzheimer. Algunas investigaciones han apoyado esta teoría (Xie y cols., 2013; Cedernaes y cols., 2016; Mendelsohn y Larrick, 2013), indicando que ésta es una de las razones más importantes por las que dormimos.

Fuente: Scientific American