Revista Cultura y Ocio
El hombre distingue más tonos verdes que de cualquier otro color. Es una cuestión de adaptación. Es el logro de la epigenética. El hombre necesitó en un momento de su existencia distinguir entre la maleza de los bosques que poblaban la Tierra a los depredadores que se escondía y camuflaban en él. Y tuvo que adaptar su visión para tal hecho. Esa adaptación se grabó y se transmitió para toda la vida en sus genes. Así, el ADN, se nos presenta como el almacén de nuestra propia evolución. Sin duda la investigación de la cartografía de éste ha sido quizás el principio del avance del hombre hacia el afianzamiento de su propio futuro. Estamos antes las puertas de una nueva era llena de retos sociales y culturales. El hombre comienza a creer que dios está en cada uno de nosotros y no es un ente ni superior ni inferior, y eso llena de temor a los capos de la guerra y el poder que han subyugado, subyugan, han matado y matan a los hombre en nombre de la palabra divina. La evolución es un hecho que ya no se puede negar sin caer en el ostracismo espiritual. El ser humano busca una nueva identidad espiritual que pasa por la coherencia de aceptar que el centro de sus propia existencia y de su destino es el propio ser humano.