Del mismo modo que cada cierto tiempo aparece una aventura donde los dragones deciden tocar los cojones sin razón aparente, un videojugador de pro recibe la llamada retro. Puede ser por un comentario en twitter, por un artículo leído de refilón en un blog. Un instante que evoca a Secret of Evermore, a Soleil, a Streets of Rage… y a reinstalar el zsnes y el picodrive en tu pc; pero ¿por qué el retro?
Yo aún mojo braga cuando escucho la tonadilla de este juego
No puede ser sólo por nostalgia, si la nostalgia fuera un motor tan fuerte me pasaría la vida comiendo bocadillos de nocilla y viendo reposiciones de Dragones y mazmorras. El acercamiento al retro tiene distintas cualidades en tanto que el que lo hace ha jugado previamente o no con los sprites tamaño orco de antaño. También la reacción es totalmente distinta.
Existen dos tipos de jugadores: los que han tenido una megadrive o una supernintendo (sustituid esto por Spectrum o Master System en función de vuestra edad) y los que no. Para los del primer tipo, regresar a la época de los píxeles y cartuchos tiene, ciertamente, una fuerte carga de regresar a tiempos más crudos, a títulos que o bien fueron un éxito en su día o a los que se le tiene cariño extremo, juegos cuyos defectos quedan ocultos por una pátina de amor. Yo adoro el Altered Beast de Megadrive pese a saber que tiene más carencias que la nocilla de fresa.
Los del segundo grupo, que han nacido como videojugadores con una PS2 e incluso con una PS3, regresar a esos años les es realmente difícil. Cuando retrocedes una generación es como quitarle el maquillaje a una tía mona o poner a Brad Pitt un chándal del primark (para ti, que eres mujer). Las nuevas generaciones de consolas es cierto que añaden nuevas opciones realmente útiles, pero lo que más hacen es aditivar ideas viejas con cosas bonitas para hacer más agradable el acceso a nuevos jugadores. Es como ponerle azúcar a la coliflor. La coliflor es sana, pero con un poco de azúcar la píldora pasará mejor. Es la lección que aplica COD entrega tras entrega, y bien que lo hace.
El tema es que lo del primer grupo buscamos esto mismo: la coliflor sin azúcar, porque sabemos que el azúcar nos jode los dientes y la verdura nos deja el colón guay; mientras que los del segundo sin azúcar no son capaces de comerse algo que huele tan raro al cocerse.
Decidir jugar a algo retro supone querer desnudar al propio videojuego, a medida que desciendes una generación le quitas una capa de ropa. Si bajas a PS2 sigue sabiendo dulce, si bajas a PSX, comienzas a ver raíces, si bajas a SuperNintendo, el concepto empieza a mostrarse, si desciendes a NES… etc, etc.
Es también muy significativo que muchos de los que volvemos al retro siendo los del primer grupo, lo hacemos porque nos hemos dado cuenta de que lo de ponerle azúcar a la coliflor estropea a la propia coliflor. Sonic murió de diabetes, Street of Rage tuvo que mutar a Castle Crashers, los JRPG no saben con qué gominolas cubrirse para seguir siendo ricos, etc, etc.
Lo genuino de los títulos retro es su pureza, los que consiguen hacernos llegar a día de hoy sus ecos son los que han sido capaces de tomar una idea y llevarla hasta un extremo maravilloso, sin haber perdido el tiempo en aplicar multijugadores insulsos, QTE porque estaban de moda, etc, etc. Éste es su verdadero valor. Un jugador ya avezado, lo sabe y los juega y los recupera porque tiene ese afán de investigar acerca del núcleo de los géneros que tenemos hoy en día. Los que acaban de empezar en esto de los videojuegos y llegan a ellos, sólo verán una llana simpleza. Necesitarán que su propia generación pase y se instaure otra, que les llegue un juego claramente edulcorado para compararlo con uno de su pasado, y así, en busca de esa pureza, escarbar hacia lo retro. Y disfrutarlo, claro que sí.