—Muy bien señoritas —la entrenadora Regina soplo el silbato dejando en el vacío del campus un enorme eco— no me interesa si no quieren, hoy decidiré quienes nos representaran en la carrera de relevos así que más les vale correr como nunca —. La entrenadora saco su tablero con la lista sujeta a él y comenzó a llamar de 6 en 6—, no lo olviden 5 vueltas por competencia alrededor del campo —anuncia y pita para dar inicio a la primera ronda de posibles competidoras.—De acuerdo Henderson, Evans, Weaven, Morris, Vásquez y Boers —llamo la entrenadora a todo pulmón— colóquense en sus posiciones —indico—, en sus marcas— la entrenadora se aparta del camino—, ¿listas? —Pregunta para asegurarse y todas asienten—, ¡Fuera!Susan lleva la delantera, seguida por Lara y Madi, Caterina, Holy y Chantal. Todas saben que solo los tres primeros lugares podrán participar en la competencia. El sol comienza a alumbrar en su punto máximo. Hace calor y todas se encuentran exhaustas por las carreras anteriores. Por un par de segundos Susan comienza a reducir el paso para tomar aire y Lara aprovecha para rebasarla.Restan tres vueltas.A lo lejos el equipo de beisbol se aproxima con el entrenador Delton al frente. Lo que significa que la clase ha llegado a su fin. Enseguida todas las chicas sentadas en la banca se alborotan.—Solo dos más jovencitas, ¡vamos, vamos! —las anima la entrenadora. Pese a todos sus esfuerzos Lara es superada por Madi dejándola en el segundo puesto.Hoy no.—Una vuelta, una vuelta, ¡vamos Boers, parece que pierde apropósito!El aire se siente caliente, las piernas le tiemblan y parece que en cualquier momento podría escupir sangre. Quiere alcanzar a Madi y apresura su ritmo un poco más para conseguirlo exitosamente.—Felicidades Henderson, Weaven y Evans —la entrenadora anota los nombres en la lista— no solo ganaron los puntos, sino que representaran a la escuela en el equipo femenino. Ahora váyanse, más tarde les diré cuando practicaremos las posiciones —dice y hace un ademan al resto para que comiencen a caminar.Todas las chicas se apresuran para hablar con algunos de los chicos antes de que el entrenador Delton se los impida. Lara decide pasar desapercibida y camina lo más lejos posible de todo el alboroto. —Hey Lara, creí que me dejarías ganar —comenta Madi de pronto entre jadeos con su larga trenza colgando por un lado.— ¿A si? Lo siento quería superarme. Ya sabes —se encoge de hombros.Madi era quizás una de las pocas chicas que nunca se había metido con ella, de hecho para ser amiga de Susan era bastante agradable. Su cabello castaño claro siempre lucia dorado bajo el sol, y no olvidemos sus ojos. Son los ojos más grandes y azulados que Lara ha visto jamás.Suelen ser aterradores cuando Madi queda viendo fijamente.Su corta estatura hacía de ella una persona completamente adorable. A simple vista, por supuesto. Pero Lara podría asegurar que era más que apariencia, sino una personalidad. ¿Cómo alguien tan linda puede juntarse con alguien como Susan?Madi asiente y sonríe con cansancio. —De todas formas, eso fue impresionante —exclama.—Gracias.Supongo.Lo único que más quiere es una ducha. Bebe agua de su botella mientras camina. Discretamente ve de reojo el brazo de Dean. Al moretón casi se ha desvanecido al igual que las costras de los arañazos. Ella aún tiene dudas al respecto pero después de lo sucedido en el parque no está segura de querer involucrarse.Dentro hay un caos y murmullos que se convierten en gritos provenientes de todos lados. Entre codazo y codazo, consigue abrirse paso hacia su casillero. Con el tamaño de la fila para usar las duchas prefería irse a casa pronto. De todas formas se trataba del último periodo. En teoría por supuesto, ya que para el equipo de beisbol y natación los entrenamientos y/o practicas solían ser obligatorias.— ¡Henderson! —exclamo alguien a todo pulmón detrás de mí. Me volví lentamente con mi mochila a medio colgar para encontrarme con Susan Evans completamente empapada en sudor, tanto como yo. Su rostro estaba libre de imperfecciones, y tenía un color rosa natural que pocas chicas consiguen y todas posiblemente envidien. Su frente arrugada y labios fruncidos denotaba ira— ¡Te arrepentirás por haberme robado el primer puesto! —amenazo señalándome. El resto de chicas que susurraban entre si guardaron silencio inmediatamente para ver el espectáculo. Susan dio tres pasos hacia delante..Era tan solo un poco más alta que yo, su cabello enmarañado y pegajoso se escapaba por mechones de su no tan larga y ondulada coa de caballo.—No me digas —bufe.Desde el séptimo grado un centenar de personas me trataban con indiferencia, tan solo limitándose a no involucrarse pero si a reírse, y la otra mitad se dedicaba a darle cuerda a los comentarios ciertamente hirientes que la patética necesitada de atención de Susan hacía para sentirse mejor consigo misma.Sus amenazas y burlas habían disminuido en un veinticinco por ciento desde entonces. —Te lo prometo —dijo entre dientes empujándome con su dedo índice levemente.Sucedió así de rápido. No me agradaba que las personas me amenazaran y podía soportarlo, más cuando eso iba más allá de lo verbal, cosas como empujarme aunque sea unos centímetros de mi posición actual. Entonces no lo permito.Tire la mochila y empuje con todas mis fuerzas a Susan contra la otra fila de casilleros bruscamente ella gimió al chocar. Sabía que ella no era de las que se daban por vencidas fácilmente por experiencia propia y algunas que tan solo presencie años atrás.Susan era tan violenta como un chico al pelear.Se recuperó prontamente y sin dudarlo se lanzó contra mi halando mi cabello tan fuerte que sentí que me arrancaba uno por uno. Sin soltarme me empujo contra los casilleros imitando mi movimiento en tanto su rodilla subía velozmente golpeando mis costillas.Por un segundo nuestros huesos se encontraron y yo me sobe con la mano libre.Susan no era de las que temía por su vida o el perfecto record escolar. Podía jugar sucio si quería y de alguna manera salirse con la suya.Una vez escuche que sus padres habían donado nuevo equipo al equipo de beisbol a cambio de no sancionarla y mucho menos ensuciar su expediente escolar poco después de que ella y una chica de octavo, también una víctima de su acoso, habían caído por las escaleras.Susan salió ilesa milagrosamente mientras que la otra chica se fracturo una pierna y fue transferida de escuela. Nadie supo de ella de nuevo.Sonríe satisfecha por casi dejarme en el suelo. Para mis adentros me preguntaba ¿Qué clase de dolor sintió ella durante el impacto?Como pude me equilibre, no sabía con exactitud qué clase de golpes se devuelven después de uno como el de ella, así que lo único que se me ocurrió fue propinarle un puñetazo en la nariz.Empuñe mi mano alzándola hacia su cara, apuntando con mi campo visual hacia su nariz e hice que sucediera.A mi alrededor todas las chicas ahogaron una exclamación retorcida, muchas de victoria, otras de preocupación y lamentos. Nadie hizo nada para verificar si Susan respiraba. De pronto de su fina y colorada nariz comenzó a brotar un poco de sangre, tan espesa y oscura como su alama.Una punzada denominada como preocupación me helo los huesos. ¿La había matado? Eso era imposible.Solo fue un puñetazo. Nada más que eso, es lógico que le sangre la nariz. Quizás se la rompí.Observe que entre la multitud se encontraba ahora una aterradora versión de la entrenadora Regina. Trague con fuerza, tanto que dolió. Al igual que mi acalambrada mano lo hacía. Ese fastidioso cosquilleo comenzaba a irritarme.
***
Sospechaba que la presencia de mi madre seria desastrosa y sumamente humillante. Incluso podía escucharla gritándome histéricamente sobre mi mal comportamiento y esas cosas.Pero en cuanto vi a mi padre bien vestido cruzar la puerta de la oficina del director McLuhan, deje que mi asombro se notara.Literalmente quede boquiabierta y abrí los ojos como un gato.Él se dedicó a saludar cortésmente al director mientras se acomodaba en la silla acolchonada a mi izquierda. Nunca me miro ni pronuncio palabra alguna. Solo al salir y estar los dos dentro del auto dijo:—Déjame decirte algo Larisha —comenzó pronunciando mi nombre severamente—, estoy muy orgulloso de ti.Matt sonríe y abraza el volante con una mano y la palanca con la derecha.— ¿Cómo?¿Orgulloso dijo?—Sí, te defendiste tal y como siempre te he dicho. No me gustaría que mi hija fuese débil y vulnerable, ciertamente tu no lo eres —añade con entusiasmo— así que me enorgullece saber que le hayas dado su merecido a esa tal Susan. Tengo entendido que te ha causado muchos problemas.¿Cómo sabe él?¿Cómo es que mi padre se siente orgulloso y feliz por mi pequeño acto de violencia?—Pero eso hija mía no se lo digas a tu madre, Dios sabe lo que haría si se enterara de lo ocurrido —advierte—. Guardaremos el secreto ¿está bien?Yo asiento confundida.¿Qué clase de padre hace algo como eso? Se supone debería sentirme grandemente agradecida. En vez de ello estaba extrañada. Quizás era porque mi padre casi nunca se involucraba personalmente en mi vida escolar más que para felicitarme por buenas calificaciones cuando mi madre le contaba al respecto, obviamente para que él lo hiciera, o cuando se trataba de dinero y muy rara vez sobre el trabajo.Ni siquiera hablábamos cuando salíamos los tres de viaje, ya fuera a la cabaña o a la casa de verano en Jacksonville que solemos frecuentar muy cada verano.Él siempre tenía negocios pendientes, encuentros con viejos y nuevos amigos o algo que hacer, de todo menos pasar tiempo con nosotras. Aunque eso tampoco me afectaba. De hecho ya era costumbre.En cabo de unos 15 minutos aproximadamente me encontraba en casa viendo al horizonte, en el cual segundos atrás mi padre había desaparecido.Entre, subí las escaleras solo para entrar al baño que mi madre y yo compartíamos. Sentía que mi cabello pegajoso contra mi espalda, todo un estorbo, y más aún mi suéter.Arroje toda mi ropa en la cesta para la ropa sucia y gire unas cuantas veces la llave de la ducha. Alce mi mano en el interior para asegurarme de que el agua tuviese la temperatura adecuada, o en este caso la temperatura deseada y contemple por unos segundos la claridad del día, las baldosas blancas iluminadas por el sol a través de la pequeña ventana que daba a la calle por encima del final de las baldosas.Apunto de meterme en la ducha deshago el nudo de mi bata cuando alguien llama a la puerta débilmente.¿Y ahora qué?Hice el nudo nuevamente, cerré la llave y me asegure de cubrirme lo suficiente antes abrir la puerta.Sigilosamente me acerque al mirador para ver del otro lado y así saber de quien se trataba.Marylu.La atractiva vecina de esbelta figura, ondulado cabello rubio y ojos azules que yo consideraba solo en apariencia, a una mujer bondadosa y humilde cuando la verdad era distinta.Abrí la puerta de todas formas y le dedique una falsa sonrisa. Ella me vio de pies a cabeza con cara de pocos amigos como acostumbra a hacer. Vestía un vestido con escote en v color ceniza y unos tacones de aguja de diez centímetros, o eso deduzco. ¿Qué se yo de tacones?Ni si quiera me gustan.— ¿Se encuentra tu padre? —pregunta “amablemente”.—Se acaba de ir, puedo dejarle el mensaje si quiere —ofrecí. Ella niega.—Necesitaba hablarle sobre un asunto pendiente pero puedo regresar más tarde, además veo que estas ocupada —explica.—Estaba por ducharme de hecho.¿Por qué le dices eso Lara?—Por supuesto que si —responde incrédula— lamento las molestias que tengas buena tarde —despide Marylu.Acto seguido cerré la puerta y puse el pasador solo por si acaso. Seguramente ella había pensado otra cosa.Que mujer tan desagradable.No importa lo bonita que sea, se trata solo de otra Susan Evans o Alice Montgomery. Una copia exacta de ambas con proporciones mucho mejores.Regrese al baño y no sal de ahí hasta las seis.Me vestí con un pants viejo y una camisa gris para nada femenina, de manga larga.Vi mi celular, tenía una llamada perdida de un desconocido, al ver que no se trataba del numero anterior me alarme un poco. Aunque en estos días cualquiera marca un número equivocado, así que decidí dejarlo y baje con todo y celular en manos para comer algo.Al cabo de unos minutos me entro un mensaje con el mismo número de la llamada perdida. Lo que me resulto aún más extraño.
Desconocido: 19 Sep. 2011; 6:20 p.m. Hola, ¿te anotas para dar una caminata en el parque en una hora? Te estaré esperando.
¿Qué clase de invitación era esa? Nada tenía sentido. Sin embargo, considere mis opciones. Desde que tengo memoria soy una persona muy curiosa. En verdad quería saber de quién o de que se trataba.
Lara comió su cena en paz mientras veía la televisión abstractamente. No tenía prisa en lo absoluto. Se preguntaba quién podría ser, ¿Quién podría interesarse en una marginada como ella? La mayoría de personas le tiene miedo por su manera de ser y la otra mitad le guarda rencor por ser como es. Una chica de ojos marrones, cabello castaño oscuro y piel parcialmente blanca.
No ama el maquillaje, ni la ropa costosa o elegante, no se broncea ni va de compras a menos que su madre la obligue o su guardarropa lo requiera.
Sencilla y directa.
No tenía muchas ganas de cambiarme, ya estaba cómoda con mi pashama y ahora debía ponerme ropa para salir de nuevo.
***
El parque queda tan solo a dos kilómetros de mi casa, así que solo llevo las llaves y mi teléfono.
Me preparaba mentalmente para lo que viniera durante el camino, sin estar muy segura de adonde ir, solo camine hasta llegar a la fuente, rodeada de las bancas metálicas y faros que alumbraban intensamente el lugar. Y tome asiento al azar en una de ellas.
Mientras aguardaba a la llegada del misterioso chico o choca cerré mis ojos, y respire hondo, la noche era fría en comparación a la tarde calurosa que habíamos tenido.— ¿Tienes frio? —dijo una voz masculina.
Abrí los ojos de golpe. La voz me sobresalto y cuando me gire para ver quién era, no me lo podía creer. No porque fuese una sorpresa precisamente agradable, sino por el hecho de ser esa persona.
A mi lado se hallaba nada más y nada menos que Dean Songle, una de los chicos más apuestos de la escuela. Inteligente, atlético y sobre todo atractivo. Muchas de las chicas de séptimo y octavo se derretían por él. En las paredes del baño de mujeres hay una sola dedicada a él y de las mil maravillas sobre su personalidad.
Eso lo sé porque pocas muchas veces me he visto en la necesidad de esperar afuera para utilizar un cubilo. De hecho me sorprende que nadie lo haya limpiado ya. Desde hace dos años las palabras con resaltador, esmalte de uñas y bolígrafos se han ido acumulando a lo largo de esa pared.
Me restregué los ojos estupefacta, creyendo que el frio me causaba ilusiones ridículamente reales.
—Dean, ¿Qué haces aquí? —pregunta Lara sin salir de su asombro.—Bueno creí que lo sabias —responde con naturalidad.— ¿Tu enviaste el mensaje? ¿Cómo?—Ese es un secreto —hace un guiño y se acomoda a su lado con ambas manos en los bolsillos de su sudadera— ¿Sorprendida?—Sí, y mucho —admite ella.—Era la idea —Dean alzo las cejas. Se veía muy confiado y feliz.—Y dime —comienza Lara con lentitud— ¿Qué quieres de mí?, ¿Por qué tanto secreto?—Lo dije en el mensaje —se explicó con suavidad. Pero no le podía creer.— ¿No bromeas? —Dean negó con la cabeza.—Para anda. Es solo que… finalmente me arme de valor para, bueno… —de pronto parecía que no sabía que decir, fijo su mirada hacia delante. Estaba muy calmado— me disculpo.— ¿Por qué?—Por… por ser un cobarde y nunca haberte defendido… tu sabes… cuando Susan y los demás de atacan. Solo quería hacértelo saber. —Tienes razón, no me has defendido. Dean, no te conozco demasiado bien, aunque si lo suficiente ¿seguro que esto no es una broma? ¿Qué hay de Alice?—Alice no tiene nada que ver en esto —aclaro—. Te prometo Lara que no es ningún juego, tienes mi palabra.Dude, por mucho que lo pensara, de verdad tenía ganas de creerle cada palabra. Sin embargo en todos años me ha demostrado lo contrario.Lo único que puedo decir a su favor es que él ha sido el único quizás que no se ha metido conmigo, por así decirlo. — ¿Esto, no es una cita ni nada de eso ¿o sí? —Dean soltó una pequeña carcajada y negó sonriente—. Bien, entonces, ¿me dirás como conseguiste mi número? —insistí.—No, —se puso de pie— ¿vienes?— ¿A dónde?El blanqueo los ojos y dijo:—Pues a caminar, es lo que te dije que haríamos o podemos hacer otra cosa si quieres.—Entonces caminemos hacia la cafetería más cercana —sugerí con cierta, felicidad, podríamos decir.
Mantén la calma Lara, no debes hacerte ilusiones ¿recuerdas?
Las ilusiones solo conllevan a decepciones no deseadas. Depresiones innecesarias.Continuara