Revista Opinión

Por qué es mejor decirnos «hispanos» que «latinos»

Publicado el 16 junio 2019 por Carlosgu82

Estados Unidos ha lidiado tradicionalmente con su demografía usando categorías raciales; desde hace un siglo en desuso por la  Ciencia seria, pero omnipresentes por su constante revitalización a cargo de los medios y las ideologías colectivistas (extrema derecha y toda la izquierda). En esa categorización, tan compleja como una caja de crayones, todo lo que hable español o portugués es «latino». La palabra latino pasa a ser, no ya un término paraguas para acercar groseramente una realidad social y cultural complejísima, sino meramente una forma de llamar la relación de Norteamérica con el fenómeno inmigratorio sureño, los problemas asociados a su área de influencia, y el factor de la cultura hispana dentro de los juegos de poder político en USA. Es hora de que cambiemos ese término por el más adecuado de hispanos, por más que griten los políticos y empresarios que viven de pastorear a los que hablan español y portugués en Norteamérica, y de líderes analfabetos que esconden su mediocridad tras una supuesta identidad «auténtica.»

Latín era el idioma de los romanos antiguos; por ser lengua vernácula del Lacio, la región donde está Roma. Los romanos exigían el latín a todos los ciudadanos y aspirantes a serlo; no era mala cosa, ya que el Latín es una lengua elegante, refinada y que en época Imperial ya contaba con una gran base de literatura de toda clase de saberes.

De ahí tenemos que todos los pueblos invadidos y colonizados por Roma fueran latinos. Hasta Inglaterra fue latina, pero perdió parte de ese acerbo y el Latín cuando fue invadida después por inmigrantes bárbaros de Germania. España y Portugal también fueron invadidas, pero nuestros bárbaros aprendieron el latín y la cultura romana de la Hispania, que al fin y al cabo era superior a la suya.  Tan suya la hicieron, que dedicaron ocho siglos a conservarla y restituirla frente a las diversas oleadas de invasores musulmanes.

Después de esta proeza, los hispanos se vinieron arriba y emprendieron la conquista de nuevas tierras; de no encontrarlas, era cuestión de poco tiempo que el califato turco invadiera por fin lo que quedaba de la civilización occidental, al no poder acceder a fuentes de recursos. Por fortuna, los romanos enseñaron a los pueblos latinos que la Tierra era esférica como enseñaba Aristóteles o Eratóstenes, y no plana como decían los musulmanes a partir del corán.

Todo el oro que España se llevó de América en cuatro siglos, equivale hoy día a apenas dos años de extracción de las minas de oro peruanas. Es menos que lo que se acaba de encontrar esta semana, en una nueva mina de Ecuador. Sin embargo, en aquella época significó muchísimo para Europa, que pudo hacer frente a los turcos en Viena y financiar el Renacimiento y la Ilustración.

A cambio el Imperio Español y Portugués sacaron a un continente entero de la Edad de Piedra. El modelo de conquista fue diferente al de otras potencias europeas, ya que la Corona española estableció que había de basarse en los romanos; por eso se hizo el «Derecho de Gentes», que da a las personas de las regiones conquistadas la ciudadanía española, con sus derechos y deberes, aunque se tratara de pueblos nunca contactados. Por eso los virreinatos americanos NO eran colonias de extracción, y no estaban administrados por «compañías» privadas como hicieron otros países europeos (compañía de Indias, compañía holandesa…) sino que eran provincias de pleno derecho, como las que había en la Península Ibérica; se trata como digo del modelo romano.

Piense el lector, lo significativo que es que Bolivia, Perú, Colombia o Méjico tuvieran universidades antes de que se fundara Harvard, la más antigua universidad americana. O que el Náhuatl tuviera gramática propia publicada antes que el francés. Los españoles y portugueses hicieron un enorme trabajo en muy pocos siglos y muy meritorio; y sin destruir las culturas locales que han seguido conservando muchas tradiciones sin que entren en conflicto con su nueva dimensión ciudadana española y universal. Es verdad que muchos millones de indígenas murieron, pero habrían muerto igual de haber llegado cualquier otra potencia del Viejo Mundo: todas tenían la carga de las enfermedades infecciosas que el aislamiento americano había impedido reconocer a los sistemas inmunológicos de aquellos pueblos. Lo mismo pasó cuando los mongoles invadieron Europa y Asia, llevando la Peste Negra a todas partes; pero los mongoles saqueaban y mataban, no fundaban universidades.

En torno a la Conquista española y portuguesa existe una leyenda negra estúpida, promovida por masones franceses, ingleses y americanos, y después por los comunistas e indigenistas. Esta demonización -además de contraria a la verdad a poco que abra uno un libro de Historia- tiene el propósito de cortar el alma de los pueblos hispanos con sus raíces; la forma mejor de debilitar el árbol y matarlo para plantar su propia semilla en su lugar. Por eso es importante que los hispanos reivindiquemos nuestro origen hispano y europeo, como los españoles antiguos tuvieron que recordar su origen latino y romano con lo bueno y con lo malo. No puede tener hijos y futuro quien no tiene padres y pasado. Y gran parte del pasado de todas las personas hispanas cualquiera sea su acento o tez, es esta ascendencia en reinos que superaron sus diferencias para unirse y vencer a sus enemigos, y luego al enemigo mayor de la ignorancia y el tribalismo en el mundo. Erasmo Darwin, abuelo de Charles Darwin, lo puso por escrito mejor que yo:

«En mis viajes por el inabarcable imperio español he quedado admirado de como los españoles tratan a los indios, como a semejantes, incluso formando familias mestizas y creando para ellas hospitales y universidades, he conocido alcaldes y obispos indígenas y hasta militares, lo que redunda en la paz social, bienestar y felicidad general que ya quisiéramos para nosotros en los territorios que con tanto esfuerzo, les vamos arrebatando.

Parece que las nieblas londinenses nos nublan el corazón y el entendimiento, mientras que la claridad de la soleada España le hace ver y oír mejor a Dios. Sus señorías deberían considerar la política de despoblación y exterminio ya que a todas luces la fe y la inteligencia española están construyendo, no como nosotros un imperio de muerte, sino una sociedad civilizada que finalmente que finalmente terminará por imponerse como por mandato divino.

España es la sabia Grecia, la imperial Roma, Inglaterra el corsario turco.»

Y es que lo que compartimos todos los hispanos (los que somos el producto de la Conquista hispana) va más allá del español; es un conjunto de valores y formas de ver el mundo, que engarza con un proyecto civilizatorio que sigue una línea en la que está Méjico D.F., Buenos Aires, Los Ángeles; y Madrid, París, Roma; y Constantinopla, Alejandría, Atenas. Y que se remonta en última instancia a Mesopotamia, y a Gilgamesh. Gilgamesh era un rey sabio que defendía el valor del orden y la civilización como dignidad del Hombre, al que se podían incorporar pueblos salvajes (simbolizados en Enkidu) si aceptaban que su identidad era mucho más grande que su terruño de nacimiento, y su clan y su tribu. Incluso cuando la teoría (científica) dominante en Antropología era la Teoría Racial, el concepto de «raza» en el mundo hispano y el anglosajón era muy distinto. La raza para nuestros hermanos anglos era algo que separaba al ser humano en especies, a imagen de las razas de perros y ovejas. Por contra, la raza para los hispanos era lo que unía a seres humanos cada uno de su padre y de su madre, en torno a una cultura (lengua, valores y tradiciones) compartidas. Es la consciencia humana universal (católico significa «universal»), que permite que nos sintamos  «hijos» de personas que tenían otro aspecto físico o vivían en otro tiempo y lugar; simplemente porque en el corazón albergamos la misma llama, la misma luz.

Por qué es mejor decirnos «hispanos» que «latinos»

Las razas en la Teoría Racial

Por qué es mejor decirnos «hispanos» que «latinos»

La «raza» como la entendimos los hispanos

Los hispanos -que hispanizaron, no «latinizaron» América- no conocían la Epopeya de Gilgamesh, pero su espíritu está muy presente en todas esas nuevas epopeyas. Hispanoamérica no sería igual de haber sido conquistada por los chinos, los árabes o los ingleses. Sería peor, porque en aquella Edad no eran estos otros pueblos los que llevaban la antorcha de los valores de la civilización. El único Estado de estas características en el mundo en el siglo XV estaba en la Península Ibérica. Es decir: lo importante no es que vengamos de los reinos españoles y portugués, lo importante es que fue a través  de esa vía que entramos en la Historia de la Civilización. El Catolicismo y el Español fueron la vasija espiritual que transportó estos valores a América, pero se trata de valores anteriores a la Corona española y al propio Cristianismo, que no desaparecen por dejar de ser súbditos de la monarquía o no ser católicos.

Este marco moral se puede resumir así: La sociedad se construye uniendo la diversidad humana en torno a un proyecto común; ese proyecto no acaba en tu país, sino que es un servicio al mundo entero; la diversidad de una sociedad no está hecha de lo que te hace igual a los demás, sino de lo que te hace único y diferente a las demás personas; la esencia del ser humano no es el color de su piel o donde ha nacido, sino los principios y proyectos que lo elevan por encima de su piel y de dónde ha nacido. Y que hay que dar a todos oportunidades, y a cada cual su mérito. 

Todo esto no se puede tirar por la borda porque nuestros hermanos anglosajones no tengan este concepto de lo que Cicerón llamaba Civitas; o porque el socialismo y el Nuevo Orden Mundial nos imponga que debemos ser como los smartphones y venir en colores, modelos y generaciones que los políticos y marcas pueden comprar y vender. Los hispanos podemos ayudar a las naciones a contrarrestar este lavado cerebral. Yo propongo que antes volvamos a llamarnos hispanos y no latinos, para  reivindicar nuestro pasado, con sus luces y sombras, pero que no es peor que el de nadie en el mundo; y reivindicar que vamos a ayudar a decidir el futuro de la Humanidad, desde nuestro tesoro de valores humanos y civilizados. Hispanoamérica aún tiene que dar mucho más a la Historia con mayúsculas; pero para ello es preciso que recordemos primero quiénes somos y contárselo a los demás.


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