El libro de Ansell tiene más de teórico que de práctico. Se dedica a describir los cinco grandes factores que conforman la idea de política - democracia, igualdad, solidaridad, seguridad y prosperidad - y cómo debemos actuar para fomentarlos sin caer en las trampas del sistema. Todo ello teniendo en cuenta que las promesas en política puede llevárselas el viento y no hay manera de hacerlas cumplir si el gobierno no tiene voluntad de ello, aunque luego existirán nuevas elecciones para hacer pagar los incumplimientos. En realidad, una de las grandes fallas del sistema está determinada por la limitación del mandato de los políticos, algo muy necesario en democracia, pero que fomenta sobre todo la realización de proyectos a corto plazo, algo que los electores puedan apreciar como un haber del gobernante para las próximas elecciones, pero se abandonan los planes a largo plazo, porque habrían de consensuarse con el resto de fuerzas y ni los resultados ni los méritos serían inmediatos. Quizá por eso el déficit está desbocado en tantos países, un problema que se va dejando para que sea resuelto por las próximas generaciones:
"En un mundo ideal, los Gobiernos harían sacrificios cuando el país vive una época de prosperidad, para que sus frutos puedan cosecharse cuando lleguen tiempos más difíciles. Pero si pensamos que un partido político rival pueda atribuirse el mérito de una medida en el futuro, mientras que el partido actualmente en el poder queda como el que eleva los impuestos, se entenderá por qué es tan difícil hacer inversiones públicas a largo plazo."
Todo en la política tiene que ver con el choque entre los intereses personales de cada cual y los intereses colectivos. Todos quieren que sus impuestos les beneficien personalmente, de ahí la reticencia de los ricos a pagarlos, porque apelan a una meritocracia mal entendida (el ascensor social en España está averiado desde hace décadas) y estiman que cada cual debería ser capaz de pagarse sus servicios de sanidad, educación o pensiones, como hacen ellos. Por eso es tan importante que la democracia se base en un debate sin límites y sin restricciones, única manera de encontrar los puntos en común que nos hagan avanzar en derechos y libertades. Los países que funcionan mejor son los que utilizan los siempre limitados recursos públicos de una manera sabia y mirando al futuro, no solo a los beneficios inmediatos de la inversión. El libro de Ansell constituye una sabia apelación a la cordura de los políticos (y de los ciudadanos) para que la política no se convierta en una carrera de fondo entre grupos radicales y populistas, sino que los más prudentes y sabios sean los que finalmente detenten el poder y gobiernen para todos.