Quizás lo central es recordar que el fracaso es anterior e independiente de la derrota de este domingo 14. Incluso si Jara hubiera ganado hay una derrota estratégica de fondo. Uno de los problemas de la izquierda en este período ha sido no querer reconocer ello. Lo segundo es que el uso de la primera persona plural no es casual -mis preferencias no han cambiado y la crítica no ha cambiado lo que quiero para nuestro país (y lo que me parece detestable). Lo último es que no entraré en las causas profundas ni en los temas estructurales que sería materia de mayor análisis; sino en los errores cometidos -que con eso basta y más que basta para una entrada. En última instancia, los errores -uno supone- son de más fácil solución. Pero entremos en materia.
La magnitud de la derrota es clara si recordamos las condiciones de entrada. Luego de muchos años la izquierda había logrado una victoria estratégica fundamental: el cambiar la Constitución era un objetivo de largo plazo. En general, además, el ánimo era positivo en términos de realizar cambios y estaban las condiciones políticas para ello. La elección de constituyentes fue, recordemos, una derrota gigante para la derecha (tan derrotada fue que todo el diseño inicial del tema del quórum de 2/3 se desplomó, era obvio que la idea original era que con ese quórum todos los sectores tenían que estar de acuerdo).
Contaremos los errores desde el inicio del gobierno (creo que los hay previos, pero de algún punto hay que partir), pero contaremos los errores de la izquierda -que no se reducen a lo que hizo el gobierno. Distinguiré tres niveles de fracaso: en diagnóstico de la sociedad y de su situación; los fracasos en decisiones políticas y, por último, los fracasos administrativos.
El fracaso de diagnóstico.
(1) El estallido, ahora a todos les da por olvidarlo porque nadie tiene buen recuerdo de éste, fue bastante masivo y popular; y hubo apoyo también masivo a todo lo que se desató en ese momento. Ahora, también, y en ese mismo momento, el apoyo no fue con gusto y agrado. La idea -que escuché no sólo en la calle, sino en estudios- de ‘las cosas que hay que hacer’ implica apoyo a eso que hay que hacer, pero también desagrado. Nunca existió una visión alegre y desaproblemada del estallido como tal -y a la izquierda le costó tiempo captar eso (conste que a la derecha se le olvidó que ese apoyo con desagrado sería con desagrado pero fue apoyo, pero de esos errores que se preocupen ellos). Identificarse con el estallido como acción (‘Chile despertó’) en vez de con la búsqueda de soluciones a los problemas fue un problema.
(2) Identificación que se basaba en un diagnóstico muy equivocado de lo que implicaba el estallido. Las fuerzas que operaron ahí no fueron de izquierda, ni los manifestantes ni las demandas eran de izquierda. Creer que toda esa gente que había salido lo que quería era acabar con el neoliberalismo fue un error (conste que yo sigo creyendo que hay que cambiar el modelo, pero tengo claro que esa no era la demanda existente). Más en general, y este es un error de largo plazo, creer que todo reclamo y que toda visión crítica implica ‘ser de izquierda’ es un diagnóstico que desde hace años ha no tiene sentido. Las personas de derecha (y en general, quien está dispuesto a votar por la derecha) no comparten el razonamiento de: (a) La sociedad está mal, (b) por lo tanto hay que transformarla (c) usando las propuestas de la izquierda. De ese primer tema no sigue el segundo (quizás no hay nada que hacer) ni menor el tercero (la izquierda sólo propone malas soluciones).
(3) Lo cual lleva a un error de inicio del gobierno. Una cosa importante es reconocer que uno tiene que enfrentar los problemas que se encuentra, no los que uno desea tener. Y tras el estallido y tras la pandemia era claro que la tarea a hacer por parte de cualquier gobierno era normalizar. Y eso el gobierno trató de rehuirlo. Lo de ‘normalizar’ fue el lema del gobierno sólo una vez que no funcionaron las ideas originales. De hecho, mirado desde el rasero de la normalidad, lo mejor que se puede decir del gobierno es que fue un mediocre gobierno de la Concertación; pero no fue eso lo buscado ni prometido. Eso lo vuelve un fracaso.
El fracaso político.
(1) A alguien se le ocurrió la idea que había que esperar. Que mejor no intentar hacer cambios en los primeros meses (los meses cuando la derecha estaba disponible para esas cosas), porque podía debilitar el proceso y eso era lo importante.
(2) En el primer proceso constituyente no es necesario contar todo lo que se hizo mal. El que, desde el inicio, se quisiera marginar a la derecha, a lo cual se sumaron bastantes, es una muestra de un ánimo que ya permitía avisorar todo lo que se venía. Y si bien había derecha intransigente, también la había disponible. Me imagino que no faltarán los que dirán ‘pero la derecha hubiera hecho la misma campaña del terror’ y habrá que recordar que un texto que incluso sus defensores decían que había que reformar el primer día obtuvo un 38%. Si un texto tan extremo obtuvo eso, no es de locos pensar que un texto menos extremo podría haber ganado. Al fin y al cabo, la derecha siempre hace campañas del terror y no siempre gana.
(3) Uno de los puntos de la campaña del rechazo fue ‘rechazar para reformar’ y que rechazar no cerraba el proceso constituyente. Eso fue importante para su victoria. Y si bien, como ya mencioné, la idea que el proyecto podía reformarse una vez aprobado fue dicho, el caso es que no fue ese el tenor de la campaña. Pero buena parte de los que aprobaron tampoco estaban tan contentos con el texto. Pero eso se escondió.
(4) Después del rechazo la izquierda recibió otra oportunidad: un segundo proceso constituyente (los que dijeron que el Rechazo no implicaba cerrar el proceso cumplieron con su palabra). Proceso constituyente donde se generó un proyecto (el de los expertos) que era suficiente para los objetivos de largo plazo -el eliminar las restricciones constitucionales de Guzmán. No creo que sea necesario recordar quienes insistieron en replicar todo el proceso, que llevó finalmente a que se rechazara. Y así se desperdició la última oportunidad para cambiar la Constitución.
(5) Después de eso no quedaba mucho más que administrar bien e intentar ver qué reformas se podían hacer. El típico gobierno de la Concertación. Pero ya dijimos que eso tampoco resultó. En parte y aquí viene otro problema político porque nunca se resolvió la relación con la vieja Concertación. Era claro desde el inicio que tenían que ser incorporados, pero la resistencia a ello es y fue profunda. El FA se construyó no sólo sobre la idea que la Concertación estaba agotada o que había que avanzar más allá de lo que ella podía, se construyo -al fin y al cabo- bajo la idea (que yo estimo peregrina) que esos fueron malos gobiernos con mal desempeño y que había que estar en contra de esa historia. Difícil luego tomar el manto de ella. Estuvo, recordemos, la horrible idea de los círculos concéntricos (a nadie le gusta ser tratado como segunda categoría y eso era ello de manera explícita); y buena parte de la militancia del FA estaba bastante preocupada de debilitar a la vieja Concertación y marcar diferencias. Los cuadros fueron incorporados porque no había de otra, pero nunca realmente integrados. Fue olvidado que sin el mundo de la Concertación era imposible construir una mayoría -para el caso, los resultados del otro día muestran que tampoco ello resultó suficiente, pero el tema es que una alianza real no se buscó siquiera construirla.
(6) Los anteriores son errores políticos, algunos de ellos importante, pero en principio todo el mundo se equivoca. Lo que viene a continuación es de otro tenor. Es claro que los proyectos no estaban listos ni nada que se le parezca. Independiente de lo que se piense de ella, una de las principales promesas del gobierno fue terminar con el CAE. Uno pudiera suponer que eso implica que tienes un proyecto de ley casi listo o al menos, si no presentas uno por la mala razón dicha en (1), lo tenías listo luego. De más está recordar que el proyecto se presentó hacia el fin del gobierno -que es cuando poco sirve. Digo que esto es de otro tenor porque esto implica irresponsabilidad, que es distinto al mero equivocarse.
El fracaso administrativo.
A veces es necesario decir las cosas obvias. Un gobierno que aspira a normalizar obviamente debe realizar una buena administración -de eso trata el gobierno. Pero un gobierno transformar también debe preocuparse de la buena administración -de otra forma los cambios planteados no ocurren en la realidad.
(1) Lo anterior da cuenta del primer problema: Nunca se le otorgó la debida importancia a la ‘mera’ administración. Recuerdo a principios del gobierno haber mencionado que ‘gobernar era difícil’. En general se me daba la razón pero me di cuenta que no se estaba entendiendo esa dificultad de la misma manera. Lo que se escuchaba era que la dificultad era de índole política -y que se resolvía por política (por ejemplo, teniendo funcionarios del mismo lado que ‘remaran juntos’). Pero yo estaba pensando el la dificultad que es lograr que se hagan cosas. Quizás porque fuimos ‘bien administrados’ por varias décadas (las políticas se implementaban, a veces mal, pero en general se lograban hacer) pudiera parecer fácil la tarea administrativa. Cuando ella funciona todo parece transparente, se cumple simplemente; nos damos cuenta de la dificultad de ello cuando ello no ocurre.
(2) No estamos sólo frente a una menor preocupación. Nos hemos encontrado con varios problemas administrativos desde el inicio del gobierno. Recordemos el tema del programa de gas gratis -que incluso si se defendiera como plan piloto no termina de funcionar. Pero tenemos un buen número de situaciones en las cuales simplemente no hay recursos, que el presupuesto para gastos normales se acaba bastante antes de finalizar el año lo que impide que se puedan realizar las operaciones cotidianas y recurrentes.
El gobierno tuvo algunos logros en la lógica de administración y gestión. Por ejemplo, la gratuidad en la salud pública para personas con FONASA; se controló la inflación; aunque sigue alta -para nosotros- las tasas de homicidios han bajado. Ahora, esas cosas son normales en cualquier gobierno. El Estado es una organización compleja que hace miles de cosas, lo cual implica que en general hay cosas que administrativamente deben funcionar (a menos que se esté en una crisis de grandes proporciones). Dado eso, no es extraño que algunos logros de gestión se tengan; y algunos de los que hemos mencionado son sólo parciales (por ejemplo, la tasa de homicidios está a la baja, pero sigue siendo mayor a lo acostumbrado). El tema es que, como ya mencionamos anteriormente, dada la poca relevancia que se le asignó a este tema esos logros quedan a la altura de ‘un gobierno mediocre de la Concertación’. Pero si eso es bien poco comparado con las posibilidades iniciales.
Es por ello que la descripción correcta es fracaso.
NOTA 1. Recuerdo lo que dije al inicio: estoy usando la primera persona plural: sigo creyendo en ideales de izquierda. La crítica no es menor porque (1) creo que es necesario mejorar para poder avanzar en nuestras ideas y (2) creo que sí podemos mejorar.
NOTA 2. Y dicho esto volvemos a la programación habitual del blog.
