Lo de que este verano el calor está siendo insoportable probablemente lo hayas comentado hasta con el gato de tu vecina. No hay quien duerma por las noches ni pasee durante el día, el ambiente se reseca y en determinados núcleos urbanos hasta cuesta respirar, nos alertan de la importancia de hidratarnos para prevenir los golpes de calor... Pero lo peor es que no sabemos hasta cuándo vamos a tener que vivir así.
Estamos viviendo la segunda ola de calor más larga desde el año 1975. Al menos doce días consecutivos de altas temperaturas que sólo se superaron en 2003, cuando duró 16 días. Pero cuidado, porque podemos batir un nuevo récord: "Hemos tenido un episodio de calor histórico que prácticamente va a durar un mes. Aunque todavía tenemos que esperar a analizar los datos acumulados a posteriori, podríamos decir que la ola ha empezado el 26 de junio y aunque ha habido un par de valles en el medio, duró hasta el pasado jueves e incluso se espera que esta semana vuelvan a subir las temperaturas", explica a El Confidencial Ana Casals, portavoz de la AEMET.
"Las previsiones sugieren que el lunes y el martes, aunque pueda haber tormentas en las zonas de montaña del norte y noreste, las temperaturas aumentarán y no volverán a bajar hasta el jueves 23 y días posteriores", continúa Casals, quien cree que las subidas y bajadas del termómetro no acabarán ahí.
Qué bochorno:
"Esta ola de calor se ha caracterizado por una situación atmosférica de gran inestabilidad -esto es que el aire apenas se ha movido ni horizontal ni verticalmente- y el sol ha seguido irradiando sobre más caliente", explica la experta.
El sofocante calor no sólo afecta a la salud y bienestar de las personas y animales, catástrofes naturales como incendios, cosechas perdidas o el aumento de la sequía son otras muestras de los alarmantes efectos de soportar temperaturas superiores a los 40 grados en muchas provincias. ¿Cuánto tiempo más va a durar? Y lo más importante: ¿qué nos podría pasar si estas temperaturas extremas se prolongan muchos más días?
"Habría muertos pero sobre todo porque unos se tirarían cuchillos a otros", bromea la meteoróloga, quien explica que una de las afecciones más directas del calor es que afecta a nuestro estado de ánimo aumentando nuestro mal humor e irascibilidad. De hecho, numerosos científicos creen que la subida de las temperaturas está directamente relacionada con la aparición de conflictos.
Según un estudio elaborado conjuntamente por las universidades de Princeton, Cambridge y California en 2013, los cambios climáticos están fuertemente vinculados a la violencia, una relación que se puede observar durante toda la historia y en todo el mundo: "Basta un pequeño cambio en la temperatura, o la aparición de lluvias inesperadas, para que se incremente sustancialmente el riesgo de enfrentamientos. Y es algo que sigue ocurriendo hoy en día", aseguraban los autores.
Uy esa tos... No, igual no es un resfriado:
"Esta ola de calor está dentro de los fenómenos meteorológicos extremos que se están manifestando como consecuencia del cambio climático", asegura el alergólogo Francisco Feo, coordinador del Comité de Aerobiología de la SEAIC, quien ha explicado a El Confidencial que "las altas temperaturas han adelantado la polinización de determinadas plantas hasta cuatro semanas y se prevé que sus efectos se prolonguen durante más tiempo, probablemente hasta el mes de octubre".
Las altas temperaturas sufridas en mayo y su mantenimiento durante los siguientes meses hizo que este año coincidiesen en el tiempo la polinización de gramíneas con la de olivos en el centro y sur peninsular. No sólo eso, hay otro tipo de polen típico de verano que proviene de malezas de zonas desérticas que crecen normalmente a partir del mes de julio, "pero con las altas temperaturas se están dando casos de pacientes afectados por este tipo de polen desde el mes de mayo", comenta Feo.
"No nos enfrentábamos a un escenario como el este desde el año desde 2007, nunca se habían registrado tantos casos de brotes asmáticos y el número de pacientes alérgicos se está incrementando de forma exponencial", explica el experto. Lo que ocurre es que los pólenes son mucho más potentes, más alergénicos y provocan más daños incluso con concentraciones más bajas. De hecho, hasta hace un par de años el umbral para provocar síntomas era de 50 gramos de polen por metro cúbico de aire, y actualmente ha bajado a 35.
Además de asma, "los niveles tan altos y continuados de pólenes derivados del calor están provocando otros síntomas como la tos persistente y concentrada o problemas respiratorios durante las horas de descanso, lo que altera la calidad de vida de las personas", asegura. Cada vez más personas de entre 40 y 50 años, en las que no es habitual desarrollar alergias, están mostrando síntomas, pero como muchos de ellos desconocen que puedan tener relación con un brote alérgico "los tratan como si fuese una gripe o un resfriado, y esto hace que la duración de los síntomas y el fin del proceso tarde más en acabar".
Así lo sufre el organismo:
Como explica en la BBC Virginia Murray, investigadora de la Agencia de Protección de la Salud (HPA) de Reino Unido especializada en el análisis de los efectos del calor en el cuerpo, "la situación realmente preocupante es cuando el cuerpo no es capaz de enfriarse a sí mismo porque no puede deshacerse del calor, y esto puede ocurrir si es realmente intenso durante el día y la noche". Exacto, lo mismito que has estado viviendo estos días.
"En esas circunstancias la gente necesita encontrar un área fría en un edificio o algún sitio con aire acondicionado", explica Murray. En situaciones de calor extremo el organismo comienza a luchar para bajar su temperatura, lo cual puede dar lugar a espasmos musculares, agotamientos y golpes de calor. Un trastorno que requiere atención médica de emergencia porque puede generar un daño permanente en órganos vitales e incluso la muerte.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la temperatura ambiente óptima para el organismo está entre los 18ºC y los 24ºC teniendo en cuenta que el cuerpo se mantiene a unos 36°C-37°C. Cualquier nivel más elevado provoca que los riesgos para la salud se incrementen:
- 39ºC-40º C: el cerebro le dice a los músculos que trabajen menos y comenzamos a sentir fatiga.
- 40ºC-41ºC: se produce el agotamiento por calor.
- A partir de los 41ºC: el cuerpo comienza a dejar de funcionar. Comienzan a verse afectados los procesos químicos, las células se deterioran y hay riesgo de que fallen múltiples órganos.
"Estos riesgos están vinculados a la temperatura a la cual está acostumbrado el cuerpo", explica Murray, de ahí que no sorprenda que los habitantes de países más calientes afronten mejor el aumento de temperaturas. "Más que acostumbrados estamos preparados ", puntualiza Casals: "La actual ola de calor también ha afectado a otros países de Europa pero aquí se dan menos casos de fallecimientos porque hay aire acondicionado en casi todas partes, en el trabajo, en el coche, en los bares, en los hospitales, en el transporte público... Y fuera no lo hay".
Un calor mortal:
Entre las consecuencias más dramáticas de las olas de calor son las vidas que se cobran. Oficialmente, la actual sólo registra la muerte de un anciano de 82 años en Sevilla, que mostraba patologías previas y que falleció tras haber soportado una exposición prolongada a altas temperaturas. Pero los datos de víctimas directas e indirectas no se calculan hasta tiempo después de que finalicen, y ésta no ha acabado.
Los datos de fallecidos en el año 2003 a consecuencia de las altas temperaturas varían ampliamente dependiendo de la fuente: mientras el Ministerio de Sanidad habló en su momento de 141 muertos, un estudio posterior realizado por el Instituto de Salud Carlos III elevó esta cifra hasta unos 6.500 fallecimientos.
Y esos son datos sólo de nuestro país. Se calcula que aquella ola de calor que azotó a Europa, el verano más caliente desde el año 1500, causó la muerte de más de 70.000 personas en el continente. De hecho, las temperaturas extremas de calor son una de las causas más letales y han causado más muertes que inundaciones, terremotos y tornados.
Desastres naturales:
En el vaivén de subidas y bajadas de temperaturas suele producirse inestabilidad en la atmósfera gracias a que se crean masas de aire frío, lo que permite que el aire caliente suba y llueva: "El problema es que muchas de estas tormentas pueden sean secas, es decir, que haya rayos y truenos pero que las precipitaciones se evaporen antes de tocar el suelo y esto es malísimo porque aumenta el riesgo de incendios", explica Casals.
Como ocurre cada verano, las olas de calor están íntimamente relacionadas con el incremento de los incendios forestales, muchos de ellos devastadores como el acontecido en la Sierra de Cazorla durante la semana pasada. Pero también la escasez de precipitaciones y las altas temperaturas también provocan daños en bosques, ríos, especies y cultivos.
Desde WWF advierten que, de no frenar los efectos de estas olas derivadas directamente del cambio climático, algunas cuencas fluviales del Mediterráneo, que ya sufren estrés hídrico, pueden experimentar una disminución de sus caudales y muchos de los humedales podrían desaparecer por completo, como Doñana, Las Tablas de Daimiel, las Lagunas de Ruidera, la Albufera de Valencia o las Lagunas de Villafáfila. En cuanto a las playas, los impactos también están siendo visibles ya que se encuentran en regresión y están viendo cómo desaparecen sus ecosistemas costeros y dunares.
Fuente: Alba Ramos Sanz.
C. Marco