Revista Comunicación

¿Por qué hay pecados ocultos dentro de la iglesia?

Publicado el 09 marzo 2019 por Max Damián @soymaxdamian
¿Por qué hay pecados ocultos dentro de la iglesia?“Hay pecados ocultos sin confesar dentro de la iglesia”. Es una frase que escucho casi todas las semanas en varias congregaciones.

Siempre me he preguntado: ¿Que lleva a un cristiano a mantener su pecado sin confesar?Y tras mucha búsqueda de respuesta a esa pregunta resolví que, un cristiano mantiene su pecado oculto por miedo a ser señalado, rechazado y objeto de burla.Sí. Así como lo lees. Nadie que sepa que harán leña del árbol caído se atreverá a confesar que cometió pecado. Por tal razón, es mejor mantenerlo en silencio.Este fue el caso de Antonio, un joven cristiano de 23 años de edad que terminó teniendo sexo antes del matrimonio con su novia.Tuvo el enorme valor de confesarle a su pastor. Creyó que encontraría el bálsamo para reconfortar su alma y ser restaurado.El pastor hizo lo que dicta las normas de la iglesia: confesarlo a la directiva.Cuando la directiva lo supo tomó la decisión de ponerle una disciplina de un año, no sin antes haber confesado todo a la iglesia.

De inmediato cada hermano en la congregación estaba mirando cómo el peor de los jóvenes a Antonio.Su vida había terminado para siempre. La directiva confesó a la iglesia que la disciplina era por fornicación. Nadie lloró. Nadie se dolió. Al final del culto, nadie se acercó a darle palabras de aliento a Antonio.Semanas comenzaron a pasar y Antonio esperaba la visita o llamada de algún hermano de la iglesia.¿Cómo es posible que a nadie le interese yo? —Se preguntaba Antonio muy dolido.Los meses pasaron y Antonio se encontraba más solo que nunca. Ni siquiera la directiva, quienes eligieron su disciplina, fue capaz de ir a visitarle.La iglesia se olvidó de él. De ser un joven al que todos abrazaban, pasó a ser una persona más sentada en la última banca del rincón de la iglesia.

¿Acaso es ciencia ficción la historia de Antonio? ¡Pues no!Esto es lo que sucede con más frecuencia hoy en día dentro de nuestras iglesias.Las personas callan sus pecados porque saben que terminarán desechadas, burladas y más heridas que al comienzo.

La iglesia es el único lugar en el mundo donde matan a sus soldados heridos. —Max Damián
Entonces en vez de preguntarnos ¿Por qué hay tanto pecado oculto en la iglesia? No sería mejor preguntarnos ¿Por qué nadie es capaz de confesar su pecado oculto? Y por favor, olvídate de aquel pensamiento trillado: “Es que el diablo los tiene atados.”Créeme, si permitiéramos confesar su pecado a alguien, este sería libre y no habría manera en que satanás le tenga atado.


Mi pecado te declaré, y no te encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.”

(Salmos 32:5)

La forma en que la iglesia está actuando hoy en día es lo que lleva a que existan muchos pecados ocultos.Hemos olvidado las palabras que él mismo Jesús nos enseñó: “Amaos y soportaos los unos a los otros.”¿No fuimos  acaso llamados a ser sal en la tierra?Claro. Soy sal para el resto del mundo, pero para mis hermanos de la congregación, soy insípido.

ACTUANDO COMO JESÚS

Detente por un momento en el siguiente relato y léelo las veces que sea necesario: 
“Entonces los maestros de la Ley y los fariseos llevaron al templo a una mujer. La habían sorprendido teniendo relaciones sexuales con un hombre que no era su esposo. Pusieron a la mujer en medio de toda la gente, y le dijeron a Jesús: —Maestro, encontramos a esta mujer cometiendo pecado de adulterio. En nuestra ley, Moisés manda que a esta clase de mujeres las matemos a pedradas. ¿Tú qué opinas? Ellos le hicieron esa pregunta para ponerle una trampa. Si él respondía mal, podrían acusarlo. Pero Jesús se inclinó y empezó a escribir en el suelo con su dedo. Sin embargo, como no dejaban de hacerle preguntas, Jesús se levantó y les dijo: —Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primera piedra. Luego, volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el suelo. Al escuchar a Jesús, todos empezaron a irse, comenzando por los más viejos, hasta que Jesús se quedó solo con la mujer. Entonces Jesús se puso de pie y le dijo: —Mujer, los que te trajeron se han ido. ¡Nadie te ha condenado! Ella le respondió: —Así es, Señor. Nadie me ha condenado. Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar.” (Juan 8:3-11 ─ TLA)
Apuesto que no terminaste de leer el relato. ¿Verdad? Claro. Te lo sabes de memoria.Y así como tú, muchos —aunque se lo saben de memoria— han olvidado la enorme enseñanza que Jesús nos da a través de este suceso.Pero seguimos siendo buenos para condenar, para señalar y desechar a otros. Entonces, ¿Cómo queremos que haya confesión de pecados? Si no sabemos controlar nuestra arrogancia y hacemos pedazos la vida de alguien en vez de restaurarle.Si Jesús no te reprochó, no te ignoro, no te miró como esperpento, aunque lo merecías, ¿Por qué tú si lo haces con tu hermano?

Ya, en serio.La iglesia debería aprender a mirar con ojos de amor y compasión a los suyos.Si tu hermano pecó, no hay por qué mirarle con ojos raros ni de desprecio.Acércate a él, abrázale, llora con él y restáuralo.Compórtate como lo que decía Salomón: “En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia.” (Proverbios 17:17)

SE UN SANADOR, NO UN ASESINO

¿Recuerdas el siguiente relato bíblico?
Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. (Lucas 10:33-34)
Una vez más este es un relato que quizá dejaste pasar por alto toda tu vida.¿Acaso no serías capaz de prestar auxilio a una persona mal herida en plena calle? Yo creo que si le ayudarías.¿Pero qué harías cuando tu hermano en la iglesia necesita que le prestes auxilio?La respuesta debe ser sencilla: “Curar sus heridas con aceite y vino, y cuidar de él.”Sabes, el aceite representa al Espíritu Santo, y el vino, a la sangre redentora de Cristo.En otras palabras. Es necesario que uses lo que Cristo ha depositado en ti a través del Espíritu Santo para sanar a tu hermano.Has lo que él samaritano hizo: Cuida de él. En pocas palabras. Acompáñale en su restauración. Ora por él y junto a él. Pregunta cómo va su proceso y enséñale a cómo estar firme.En verdad. La iglesia debería actuar como restauradora y sanadora, no como asesino en serie.

EN CONCLUSIÓN

Si tu hermano pecó, no puedes hacer otra cosa más que lanzarle el salvavidas para que no muera ahogado.Permite que confiese su pecado. Es necesario para hallar liberación y restauración.Pero no le condenes, no le rechaces ni le menosprecies.No tienes por qué alarmarte por un pecado que haya cometido, al contrario, llénate de dolor y compasión por él.Ama como Jesús, perdona como Jesús. Se sal dentro y fuera de la iglesia.Cura sus heridas con mucho aceite y cuida de él hasta que esté restaurado por completo.

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