Cartel electoral del líder del PVV Geert Wilders
Artículo publicado el 20 de marzo de 2017 en Diario 16 bajo el título “¿Por qué Holanda rechaza el Islam?”
El resultado de las elecciones holandesas da un respiro a todos aquellos que todavía creemos en la no discriminación. Que el PVV del xenófobo Geert Wilders no haya consumado sus aspiraciones es todo un alivio, la verdad. ¿Imagináis el impulso que habría recibido el populismo xenófobo si Wilders hubiera obtenido la mayoría? Al margen de su acceso al gobierno, la preocupación podría ser todavía mayor. Afortunadamente el escenario más alarmante no se ha cumplido. No obstante, la guerra entre el liberalismo y el antiliberalismo sigue en marcha con los comicios en Francia, Alemania o Italia.
La no-victoria del populismo es la parte positiva de este triunfo parcial; la cara amarga la representa el notable aumento de los apoyos hacia este partido político (ha sido el segundo más votado). Es como si en España VOX o España 2000 obtuviesen (proporcionalmente) tantos apoyos como el PSOE. ¿No les parecería preocupante? Hasta no hace tanto, hubiera resultado inverosímil plantearse la posibilidad de que el país de la tolerancia pudiera llegar a este extremo. ¿Qué ha fallado? Al parecer, las disfunciones en el modelo de convivencia tienen gran parte de la culpa.
Un índice de referencia para medir la capacidad que un sistema político tiene para integrar a los extranjeros es el MIPEX. Según éste y a diferencia de la buena calificación que los Países Bajos obtienen en otros muchos ámbitos como el del desarrollo humano, la educación o la tolerancia, Holanda ya no se encuentra entre los pioneros en términos de integración: ocupa el undécimo lugar entre los treinta y ocho contemplados en el estudio. Esto me lleva a preguntarme qué ha pasado en Holanda en los últimos años.
Para entender una de las características más notables del partido liderado por Wilders –sus antiislamismo– es fundamental saber que la diversidad religiosa fue la marca de identidad del proceso de construcción de la nación holandesa, pero ya no lo es. Y esto es clave. Según estudiosos del tema como Piere Dronkers, Holanda pretendía construir una imagen de país tolerante. Muy al contrario, desde ese «pluralismo institucionalizado» el país transitó hacia una era caracterizada por la búsqueda de unas nuevas bases de identificación de la sociedad holandesa.
Así, por motivos que se escapan a este texto, llegado cierto punto y en vinculación a un giro hacia el individualismo y el secularismo –según reflejan algunos estudios– se empezó a transitar del ideal de emancipación de grupo hacia uno centrado en el individuo como sujeto participante en la sociedad. Además, la preocupación generalizada por la falta de cohesión social, la creciente visibilidad del islam y el miedo a la pérdida de la identidad nacional, se convirtieron –aseguran– en temas relevantes en la campaña electoral. De este modo, hay quien afirma que las lealtades religiosas y culturales (de los extranjeros) empezaron a ser interpretadas como obstáculos a la integración. Frente a la protección de las identidades minoritarias, la conservación de la mayoría cultural se convirtió en la mayor preocupación.
Por otro lado, según algunas investigaciones, ya en 2005 el 41 % de los holandeses consideraban que la llegada de inmigrantes ponía en peligro la supervivencia de su propia cultura. Parece claro, por tanto, que el fallo en la configuración del modelo de convivencia está constituyendo un factor de mucha importancia. Tanto es así que, por un lado, nuevos estudios publicados en 2016 volvieron a aportar evidencias sobre la oposición al velo en la sociedad holandesa (hablan de una especia de «liberalismo ilustrado excluyente») y, por otro lado, en 2017 otras investigaciones confirman la idea del rechazo hacia estos grupos particulares a causa de la oposición social hacia formas fundamentalistas de religiosidad.
Al parecer, por tanto, la razón del creciente antiislamismo holandés no es tanto el racismo en su sentido convencional, sino una variante de éste denominada «fundamentalismo cultural». Holanda ha pasado de ser completamente permisiva a tolerar solo aquello que se considera parte de la “esencia liberal”. En este punto, todo lo que no nazca de la tradición liberal y cristiana será susceptible de ser excluido por crecientes sectores de una población que, como ha pasado en otros casos como el estadounidense, ahora se siente más legitimada para mostrar sin pudor su odio hacia lo diferente. Lo paradójico, para lo que no tengo respuesta, es a por qué el descontento frente a lo no liberal (de origen árabe principalmente) está siendo liderado por un partido antiliberal como el PVV. Habrá que seguir indagando.
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