Revista Infancia
Articulo escrito por por Javier Romañach Cabrero,Miembro del FVID
Si tan contentos estamos de ser como somos, ¿queremos que haya más gente con diversidad funcional?
Tardé bastantes meses en darme cuenta de que era una pregunta completamente inútil. Es decir, una pregunta trampa. ¿Queremos que salga el sol por las mañanas? Qué más da si queremos o no. Simplemente pasa. Lo mismo ocurre con la diversidad funcional. Queramos o no, la diversidad funcional existe, es una realidad incontestable de la que da fe toda nuestra historia.
Con el tiempo nos dimos cuenta de que no sólo existíamos las personas discriminadas por nuestra diversidad funcional, sino que la diversidad funcional es inherente al ser humano y que nuestra funcionalidad varía en función de nuestro crecimiento, el incontestable paso del tiempo. Por lo tanto, es inevitable.
Lo que sí podemos evitar es la discriminación por esa diversidad funcional. Porque la discriminación es una construcción social, no es inherente al ser humano, es una circunstancia construida por el tipo de sociedad que hemos elegido. Una sociedad que no sabe qué hacer con nosotros mismos cuando llegamos a mayores. La discriminación por diversidad funcional es segregación, apartheid, exclusión de la comunidad; por eso construimos residencias.
¿Por qué demandamos educación inclusiva? Porque, si admitimos la segregación desde la educación y desde la infancia, estamos aceptando de facto la segregación; nuestra propia segregación cuando pasemos a ser discriminados por nuestra diversidad funcional.
Todos los seres humanos queremos lo mismo: que nos quieran, que nos acepten, estar con los demás. Ese es el objetivo fundamental de la educación: la convivencia de unos con otros. Así lo estipula la Declaración Universal de Derechos Humanos, y así lo estipula nuestra Constitución. Segregar en la educación es ir contra ese principio, contra ese objetivo. ¿Cómo vamos a llevar una vida independiente en la comunidad, con nuestra gente, si desde pequeñitos se nos aparca en sitios especiales?
La segregación educativa no es nueva: se hizo con las mujeres, se hizo con los negros en Estados Unidos y en Sudáfrica, se ha hecho con todos aquellos seres que han sido considerados inferiores. Nuestro cambio de paradigma consiste en que no nos sentimos inferiores, simplemente somos diferentes y queremos que se trate esa diferencia como hemos hecho con el resto de colectivos: con la convivencia; empezando desde la infancia, que es donde se aprenden los valores de una sociedad.
Yo fui educado en un colegio de manera que nunca conviví con ningún tipo de diversidad. Por ello, me cuesta más adaptarme a la realidad actual en la que la diversidad de religiones, razas, culturas, funcional, orientación sexual, género, etc. está por todos lados. Si hubiera crecido en ese entorno, si hubiera estudiado con gente diferente, la convivencia con la diversidad no representaría ningún problema y ni siquiera harían falta los Derechos Humanos ni la Constitución porque a todos mis compañeros les hubiera pasado lo mismo.
No me parece ni remotamente tan relevante cuánto se aprende en el colegio, ya que saber mucho te puede dar herramientas para sobrevivir en una sociedad utilitarista y capacitista como la nuestra, pero no tiene por qué contribuir a que seas más feliz. Y nuestro punto de partida es que los seres humanos deberíamos tener la oportunidad y el objetivo de ser felices, no capaces. Feliz se puede ser en cualquier circunstancia de la vida, pero es imposible que seas siempre capaz.