Revista Insólito

¿Por qué la i mayúscula y la L minúscula son idénticas?

Publicado el 13 diciembre 2018 por Tdi @RLIBlog

¿Por qué la i mayúscula y la L minúscula son idénticas?

Somos afortunados de poder disponer de cientos de fuentes en nuestros ordenadores, más aún si nos aprovechamos de los recursos de internet, pero durante siglos no teníamos esa disponibilidad. No hace tanto, con las máquinas de escribir, deducías por el contexto qué carácter se había usado.

Homoglifos

Un cero (0) podía ser una O. En ocasiones para diferenciarlos se usaba el Ø, una solución siempre que no escribieses en ningún idioma escandinavo o en griego, donde pueden confundirse con las letras Ø y Φ, respectivamente. El número 1 podía confundirse con la i mayúscula (I) o la L minúscula (l), además de la pleca o barra vertical (|). No ayudaba al lector que algunas máquinas de escribir no tuvieran tecla para el 1 y/o el 0, usándose la I y la O en sustitución. En el caso de la pleca, podía mostrarse separada en dos barras (¦).

Si comparamos entre distintos alfabetos hay más casos, como el punto y coma (;) y el signo de interrogación griego (;), una confusión que cualquier programador recordará entrañablemente, o la eme minúscula cursiva ( m) y la т minúscula cursiva ( т). Esta última en mayúscula cursiva es Т. Podéis copiar el carácter y alternar entre normal y cursiva si dudáis de mi.


Todos estos ejemplos son homoglifos. No se limitan a caracteres individuales, sino también se aplica cuando un grupo de estos se confunde con otro, como por ejemplo rn con m, vv con w, cj con g,cl con d y ci con a. También ocurre con la metafonía o umlaut y la diéresis (¨) o con el guión (-) y el símbolo de menos (-, aunque normalmente se muestre como −).

Historia de las letras

Habiendo puesto nombre al problema, es necesario repasar la historia para resolver a la pregunta. Hay que retroceder unos cuantos milenios, pero no al inicio de la escritura, sino a los romanos, simplemente porque usamos el alfabeto latino. Si nos centrásemos en los homoglifos en otro alfabeto o entre alfabetos la historia sería diferente.

En un inicio, no había mayúsculas ni minúsculas, aunque en los monumentos romanos veamos letras similares a las primeras. Incluso aunque la caligrafía se llame mayúscula cuadrada romana, siendo esta una denominación posterior. También se llamaba capital monumental. Generalmente se usó sobre materiales duros como el mármol de los monumentos que limitaban los trazos curvos. Por eso se caracteriza por sus rectas y remates.

Esta se adaptó a los manuscritos como capital elegante o cuadrada ( capitalis elegans o quadrata), que ha llegado en contados ejemplares a la actualidad, usándose probablemente en textos de lujo y obras veneradas debido a la dificultad del trazo con cálamo o pluma sobre papiro o pergamino. Por ello se desarrolló la capital rústica ( capitalis rustica), algo menos formal, y su variante epigráfica ( scriptura actuaria). La capital rústica era más redondeada, por lo que entonces era más sencilla de escribir. Sus trazos ascendentes y descendentes eran mínimos. Tan solo la L, B, F y, ocasionalmente, la P, superaban en altura la resto, mientras la Q es la única que descendía. Su uso se popularizó hasta el siglo VI d.C. y se mantuvo en títulos y encabezamientos hasta el siglo IX d.C.

Simultáneamente, los romanos tuvieron la cursiva romana antigua, capital cursiva o mayúscula cursiva y la cursiva romana nueva o cursiva minúscula. Se usaban en el ámbito diario e informal. La primera se usó hasta el siglo II d.C., mientras la segunda se usó de los siglos III al VII d.C. Tened en cuenta que aquí estamos dando los primeros pasos hacia la distinción, pero cada una son una caligrafía distinta. En cada una de las mencionadas no hay distinción entre minúscula y mayúscula.

La caligrafía uncial ( uncialis) probablemente se desarrolló a partir de la cursiva romana antigua, usándose de los siglos IV al VIII d.C. para el latín, griego y gótico y sustituyendo a la capital rústica, que quedó reservada para títulos y encabezados. Sus trazos son curvos debido al uso de pergamino y vitela, en oposición al papiro. Sin embargo, siguen considerándose mayúsculas. Las letras no están ligadas y, con el tiempo, se mostrarán espacios entre las palabras, astas ascendentes y descendentes, giros y superposiciones. Simultáneamente, la caligrafía semiuncial derivó de una cursiva romana más avanzada, siendo más redondeada que la uncial. Fue usada desde el siglo III a finales del VIII d.C., primero para textos paganos y posteriormente para transcribir textos cristianos en el continente europeo y África.

Tras la caída del imperio romano tenemos en Francia la caligrafía merovingia o minúscula franca desarrollada durante los reyes merovingios de Francia del siglo VI al VIII. Como las anteriores, deriva de la minúscula cursiva romana. En este caso, las letras no están proporcionadas, presentan ligaduras, pero no líneas de guía, por lo que los renglones se superponen. Las frases se separan con puntos y comienzan en capital o uncial. En definitiva, una pesadilla para la legibilidad.

La caligrafía merovingia no dura mucho, ya que se ve sustituida por la minúscula carolingia o carolina usada en el imperio de Carlomagno durante los siglos IX al XIII. Derivó de la semiuncial y la irlandesa escritura insular. Fue desarrollada por el monje benedictino Alcuin de York de la abadía de Corbie en el 780 d.C. para que el alfabeto latino de la Vulgata de San Jerónimo pudiera entenderse en las distintas regiones. Aunque quedó obsoleta con la minúscula gótica, durante el renacimiento italiano fue la base para caligrafías más recientes.

Antes de seguir avanzando, habréis notado que algunas caligrafías no llegan a desaparecer inmediatamente con la aparición de otra más moderna. Se debe a que los textos seguían una jerarquía:

  1. Primera línea en capital cuadrada romana.
  2. Siguiente línea en capital rústica.
  3. Siguiente línea en uncial.
  4. Párrafo introductorio en semiuncial.
  5. Texto principal en minúscula carolingia.

Los comienzos de las siguientes secciones tendrían la primera palabra en capital cuadrada o uncial y en la subsecciones ocurriría lo mismo pero solo con la primera letra. Esto ya es parecido a lo que hacemos con las mayúsculas y minúsculas, salvo que sería como si ahora cambiásemos de fuente en vez de pulsar el botón de mayúsculas. Es decir, se inicia la tendencia para alternar la apariencia de las letras en un texto bajo ciertas normas, pero cada una sigue siendo su propia caligrafía. Ni siquiera las "mayúsculas" tenían porque ser más grandes que las "minúsculas".

La evolución a un alfabeto que incluyera minúsculas y mayúsculas se empezó a gestar con la caligrafía gótica, usada en Europa occidental desde 1150 hasta el siglo XVI, aunque en Alemania y Letonia duró hasta el siglo XX. Esta desarrolló variantes nacionales, entre otras. Por ejemplo, la mostrada en la imagen es la variante inglesa de una Biblia de la abadía de Malmesbury de 1407. Fraktur, mostrada en la cuarta imagen, es otra variante. Podéis comprobar que aunque posean características similares, distan bastante de ser idénticas. Con todo, la similitud de las letras prestaba a confusión.

En el siglo XV, unos abogados humanistas renacentistas del norte de Italia deciden volver a la minúscula carolingia, naciendo la minúscula humanista. No volvieron a la minúscula carolingia de Carlomagno, sino a la de un par de siglos después, cuando ya era más uniforme y comprimida. Por ello, nos encontrarnos que la caligrafía gótica o letras modernas ( litterae modernae) se usa en las universidades, mientras la caligrafía humanista o letras antiguas ( litterae antiquae) se emplea en la literatura vernácula. Con la imprenta, los impresores venecianos extendieron la minúscula humanistica, mientras Alemania se aferró a la gótica hasta la Segunda Guerra Mundial.

Implicaciones homoglifas

En la capitolina, la I era un trazo recto y la L un ángulo recto, igual que en la capital elegante y rústica. Con las cursivas empieza a disminuir el trazo perpendicular de la L pero se mantiene. La L uncial, merovingia y carolingia mantienen este brazo, aunque su tamaño es mínimo. La diferencia principal entre la i y la L es su longitud, especialmente en la carolingia donde la i no tiene punto. Es necesario decir que ni siquiera dentro de cada una de las escrituras las letras son totalmente uniformes.

Con el gótico el problema no era confundir la i y la L, sino confundir también el resto de letras. La caligrafía carolingia en la que se basaron los humanistas italianos había reducido el brazo de la L hasta hacerlo casi imperceptible. Siguiendo la tendencia de la jerarquía de las caligrafías, se siguieron alternando ambas caligrafías llegando al uso de mayúsculas y minúsculas al que estamos acostumbrados.

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